El secreto de Vicky | Crítica

Loboterapia familiar

Una imagen del filme de Denis Imbert.

Una imagen del filme de Denis Imbert.

De edificantes historias reales está el cine bien nutrido. He aquí otra más, premiada por la chavalería del SEFF e ideal para el público infantil-juvenil, la de una niña de pocas palabras y en pleno duelo por la muerte de la madre que se muda con su padre a la montaña para acabar criando a un lobezno que, a la postre, le ayudará a superar el trauma.

Entre picos nevados y verdes prados a vista de dron y una música omnipresente para dirigir los ánimos sin ambigüedades, El secreto de Vicky discurre con el lógico didactismo explicativo sobre sus temas íntimos y debates medioambientales, de la necesidad de curar el dolor o el reto de la paternidad en solitario, a la batalla entre ganaderos y animalistas por conseguir el equilibrio en su pulso diario entre la economía agraria local y el respeto ecológico.

Algo más estática y simplificada de lo que sería deseable, cargada de las mejores intenciones y siempre con una solución al conflicto a la vuelta de cada página del guion, El secreto de Vicky se antoja una de esas películas-salvavidas y salvatardes para explicar a los infantes el respeto a las leyes de la naturaleza y los procesos de sanación de las heridas de la vida.