Maldita jungla | Crítica

Edipo en el Amazonas

Catherine Deneuve y Jonathan Cohen en una imagen de 'Maldita jungla'.

Catherine Deneuve y Jonathan Cohen en una imagen de 'Maldita jungla'.

En el haber de esta comedia francesa, la parodia descarada de todos y cada uno de los lugares comunes de la vieja antropología y una no menos abierta sátira del postcolonialismo y, de paso, de la gran literatura de aventuras del XIX. Con personajes que responden a apellidos como Hulmboldt o Conrad y una narración en off que se pitorrea de Apocalypse Now en plena selva amazónica de la Guayana francesa, Maldita jungla conjuga también el complejo edípico entre una madre controladora y autoritaria (Catherine Deneuve, antes de sus achaques de salud) y un hijo (Vincent Dedienne) que quiere al fin emanciparse y seguir sus pasos con criterio propio en el ámbito de la etnología.

Hugo Benamozig y David Caviglioli despliegan una farsa total en plena naturaleza salvaje para desmitificar a unos y a otros, del aventurero blanco en busca de mitos de pureza a esos aborígenes otopi que, lejos de las expectativas, se pasan ya el día viendo culebrones en la tele, echándose la siesta, consumiendo droga o jugando a la Play. Entre ambos, un ridículo destacamento de la gendarmería francesa liderado por Jonathan Cohen (Énorme), un puñado de traficantes de oro y una tienda china abierta las 24 horas completan el disparatado retrato coral de esta comedia que funciona siempre mejor sobre el papel que en ese tono progresivamente repetitivo y cargante de sus gags por obra y gracia de los excesos verbales y el forzamiento extremo de sus situaciones grotescas.