Softie | Estreno en Filmin

Crónica de una afirmación

El niño Aliocha Reinert, protagonista de 'Softie' (Petite nature).

El niño Aliocha Reinert, protagonista de 'Softie' (Petite nature).

Como bien detectaba Víctor Alonso-Berbel en un artículo (El cine independiente es más conservador que nunca) destinado a abrir debate sobre los modelos y el estancamiento de cierto cine español, algo fácilmente extrapolable al cine europeo e internacional, los relatos de iniciación en la infancia y la adolescencia se imponen ya como narrativa estándar en cierto cine primerizo que busca el aval de los laboratorios de creación, las ayudas o los festivales como plataformas de visibilidad y recorrido.

Softie, Petite nature en su original francés, estrenada estos días en el Atlàntida Film Fest de Filmin, bien pudiera responder a esa fórmula segura y previsible: un filme que busca mirar y sentir desde la perspectiva de un niño de diez años (asombroso Aliocha Reinert) que se cría en una familia desestructurada y en un entorno deprimido en una pequeña localidad del Norte de Francia donde la llegada de un nuevo profesor se convierte en la posible puerta de salida e, inopinadamente, en el catalizador involuntario de una sexualidad en sus primeros y confusos brotes.

Es precisamente en este último aspecto donde la cinta de Samuel Theis asume sus mayores riesgos alejándose del esquematismo algo efectista del retrato de las dinámicas familiares, un terreno complejo y resbaladizo que pisa con delicadeza y sin miedo, dejando de paso algunos apuntes sobre esta época de condenas donde cualquier afecto no normativo es sospechoso y rápidamente sometido a juicio sumarísimo.

A la postre, y tras este tránsito por el deseo, la decepción y la búsqueda de identidad de un niño-adulto empujado por las circunstancias y tal vez con un exceso de autoconciencia, Softie termina siendo una película capaz de ver en la emancipación un leve rayo de esperanza.