Una ventana al mar | Estreno en Filmin

Una despedida griega

Emma Suárez, protagonista de 'Una ventana al mar', de Miguel A. Jiménez.

Emma Suárez, protagonista de 'Una ventana al mar', de Miguel A. Jiménez.

Tiene que superar un gran escollo de partida esta Ventana al mar que homenajea en su título al famoso cuadro de Dalí, materializado incluso en uno de sus planos: hay que echarle muchas ganas para creer que Emma Suárez pueda ser la madre de un hijo casi cuarentón y la abuela de un par de nietos. Pasado el trago, que reaparece de cuando en cuando en un guion mejorable, la película de Miguel A. Jiménez intenta trazar el camino íntimo de despedida de una mujer moribunda en una hermosa isla griega, a donde ha llegado con dos amigas en el que se supone será su último viaje.

Allí, entre paisajes de azul Klein, pueblos con encanto, playas desiertas y canciones griegas y de Mikel Laboa, nuestra protagonista busca su particular reencuentro consigo misma en las horas más difíciles, una liberación final que la desate de las inercias y gestos del pasado para enfrentarse a la muerte lo más desnuda posible.

Sobre el papel, Una ventana al mar es un filme de redención femenina que busca la empatía con su protagonista y sus decisiones, pero un evidente desequilibrio de tonos y registros echa por tierra tal propósito. Si Suárez es capaz de construir con poco un personaje creíble y Jiménez acompañarlo con cierto sentido visual, demasiados elementos exteriores -las charlas con las amigas, la relación con el hijo o el nuevo amante, el desdoblamiento de escenarios- boicotean, interrumpen y alargan innecesariamente el flujo emocional de un film que tal vez se hubiera bastado con una actriz, una mirada y un paisaje.