¡Ay, mi madre! | Crítica

Yo (no) soy del Sur

Medio cine andaluz queriendo quitarse estigmas, estereotipos y caspa de encima, y el otro medio empeñado en apuntalarlos y marcarlos a fuego, y casi con los mismos protagonistas.

Dirigida por el televisivo Frank Ariza (Perdóname, señor, El Continental), ¡Ay, mi madre! se va a la luminosa costa gaditana y a sus pueblos de calles encaladas y patios con geranios para desplegar el enésimo sainete costumbrista a costa de los difuntos de cuerpo presente y a mayor y dudosa gloria del gracejo de un elenco coral liderado por una indomable Estefanía de los Santos y en el que también dan suelta al histrión chistoso Secun de la Rosa, María Alfonsa Rosso, Alfonso Sánchez, Terele Pávez (en su última aparición en pantalla) y la mismísima Paz Vega, tal vez la única de la función que, en su papel de puta de vida alegre, mini-short adolescente y verbo florido, atraviesa la pantalla con cierta sensación de ligereza.

Una madre por amortajar vestida de gitana, una herencia envenenada, viejos amores reaparecidos, curas con zarcillo, un poquito de rumba flamenca y las chismosas de turno completan un cuadro folclórico incapaz de trascender o parodiar la literalidad de sus raíces y su tipismo de codazo y ‘cuchi, mira’ para espectadores de María del Monte y Juan y Medio.  

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