La canción de mi padre | Crítica

Levantemos los mecheros

J. Michael Finley es el rockero evangélico Bart Millard en 'La canción de mi padre'.

J. Michael Finley es el rockero evangélico Bart Millard en 'La canción de mi padre'.

Lo mejor que puede decirse de La canción de mi padre es que no es peor que Bohemian Rhapsody. Ambas comparten las formas y el trazado previsible y acartonado del biopic de la estrella musical de origen humilde, pero a una, ya saben a cuál, le ha ido bastante mejor que a la otra.

Y no será porque Bart Millard, el cantante de rock evangélico y líder de la banda MercyMe, no sea también tremendamente popular entre la comunidad cristiana norteamericana, que es lo mismo que decir en medio Estados Unidos, ganador de numerosos premios Grammy y autor de la canción I can only imagine que da título al original y que batió todos los records en las listas de 1999.

Un trazado que nace en un pequeño pueblo de Oklahoma y que pasa aquí por un hogar conflictivo, una madre que se marcha y la turbulenta relación del joven Millard con un padre abusador y violento (Dennis Quaid apretando la quijada) que a la postre será el germen del explícito y simplificado mensaje de revelación, perdón y redención que dará origen a la canción y, por supuesto, al correcto camino para el éxito de nuestro protagonista, interpretado por el angélico y rechoncho J. Michael Finley.

Andrew y Jon Erwin filman con la clásica asepsia del telefilme costeado entre escenas de montaje videoclip, luces blancas de aire trascendental y actuaciones en vivo con la cámara girando alrededor del cantante. Uno hubiera esperado al menos que la copla de marras fuera arrebatadora, pero ni eso: pura fórmula sentimentaloide para repertorio de talent show y mechero al viento.