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"Ya no entiendo lo que pasa, Cataluña vive en la sinrazón"

  • Isabel Coixet visita Sevilla para presentar su nueva película, 'La librería', que narra un mundo "ruin y mezquino" que dice haber conocido estos días

Isabel Coixet, junto a la librera Maite Aragón, la tarde de ayer durante el encuentro en la librería Caótica.

Isabel Coixet, junto a la librera Maite Aragón, la tarde de ayer durante el encuentro en la librería Caótica. / juan carlos muñoz

Cuando leyó la novela de Penelope Fitzgerald en la que se basa su nueva película, La librería, Isabel Coixet se sintió totalmente conectada con la protagonista de la historia, una mujer que tras enviudar decide tomar las riendas de su vida y luchar por cumplir su sueño de toda la vida, y compra entonces un vieja caserón en ruinas en el pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959 donde vive, lo reforma y abre una librería. Eso fue hace diez años y en aquel entonces la cineasta barcelonesa leyó el libro como si ese personaje, Florence Green, fuera era ella misma, por su sentido de la perseverancia, por su coraje y, sí, también por su idealismo, tal vez ingenuo pero inofensivo al fin y al cabo.

Hoy, dice, tiene más y diferentes motivos para identificarse con Florence, que en la novela se las verá con las fuerzas vivas de la localidad, lideradas por la oligarca Violet Gamart, que tenía otros planes para esa vieja casa frente al mar, en una ubicación jugosa en términos inmobiliarios; y por ello ejercerán sobre la librera una presión al principio muda y sibilina, pero cada vez más implacable, que la hará sentir acorralada y práctica y tácitamente expulsada de la comunidad. "Me han pasado últimamente cosas que nunca pensé que me ocurrirían. Algún día escribiré sobre ello, porque ahora mismo no soy capaz. Ya empiezo a tomármelas a cachondeo, pero sí, el mundo ruin, mezquino y absurdo que explica la novela yo lo he vivido", confesó ayer Coixet en una abarrotada librería Caótica, donde mantuvo un encuentro con el público antes de asistir, en los cines de Nervión Plaza, a un pase especial de La librería, que se estrenará el 10 de noviembre.

"Cuando he aterrizado esta mañana en Sevilla y he leído en el móvil que el señor éste del flequillo estaba en Bruselas... ¡ya casi me ha dado un ataque de histeria!", comentó sobre la visita de Carles Puigdemont a la capital belga para solicitar asilo político. "Es que esto cómo se explica", añadió Coixet, que tras pronunciarse en artículos y cartas abiertas en contra del separatismo en Cataluña ha sufrido, según viene denunciando, insultos y otras formas de acoso en su ciudad. "¡Pero qué hace ese hombre allí reunido con un partido de inspiración nazi! Yo ya no entiendo nada. Y me gustaría, me encantaría saber explicar todo lo que está pasando, pero estoy totalmente superada. Vivimos en la sinrazón. Lees algunos artículos en la prensa catalana y la única explicación que encuentro es que nos han echado algo en el agua y a lo mejor a mi casa no ha llegado".

"Mira, yo vengo de una tierra donde todos somos víctimas y oprimidos", saltó con sorna y cansancio cuando la presentadora del acto, Maite Aragón, de Caótica, le invitó a comentar las penalidades de los libreros a propósito del universo en el que transcurre la película. "No soporto el victimismo. Oigo a alguien quejarse y me dan ganas de darle un bofetón. Ante todo este qué mal lo pasamos, qué sacrificio, qué opresión, mira, no sé, yo he estado en los países más pobres del mundo, he visto lo que es una auténtica víctima, existencias que no tienen de verdad horizonte alguno, así que personalmente tengo muy claro quién es una víctima, quién vive oprimido, y quién, a veces, bueno, como todos, tiene que afrontar alguna putada. Porque así es la vida. Pero para comprender esto hay que mirar más allá del propio ombligo".

"No hay nada que me gustaría más que dejar de hablar de este tema. Porque además, por otro lado, esto del 3%, y el tío del Palau, con todo eso qué pasa. O con la Gurtel, vamos. Bueno, pues ahora resulta que nada de eso importa; ahora sólo importan el 155 y el otro allí en el Manneken Pis. Lo mismo no es más que una conspiración para volverme loca, como lo de El show de Truman pero para mí", continuó la directora, que aunque dijo intentar tomárselo "con sentido del humor", se siente tan triste y agotada con los acontecimientos en Cataluña que hoy en día se siente más identificada con otro personaje de la novela -y de la película-, Mr. Brundish, la primera persona que le pide libros a Florence, el único de la pequeña comunidad que le brinda su apoyo, un aristócrata que vive solo, ajeno a las inquinas pueblerinas, casi aislado pese a su larga historia en el lugar y retirado de todo pese a sus conocidos contactos con la Corona británica: "Él piensa que el infierno son los otros y que en el momento que salga de su casa y deje de leer sus libros maravillosos delante de la chimenea, todos los males van a ocurrir; como en efecto sucede siempre en la vida".

En su adaptación del libro, que le ha llevado casi siete años, Coixet ha introducido un par de modificaciones importantes, pero sin dejar de "respetar el espíritu de la novela". "En ella hay un geniecillo -explicó-, una especie de criatura sobrenatural, pero yo con esas cosas me llevo fatal, no me interesan nada, y ya bastantes hijos de puta hay sueltos en el mundo como para ir a buscarlos al Más Allá. Esa parte no sale. Y luego está el final, que en la novela es tremendo, tremendo. Yo he respetado esa historia de coraje de una persona buena... pero, por necesidad, he escogido otro final, uno en el que hay al menos algo de esperanza", explicó. Aparte de esto, no hay más mensajes. O eso dijo: "Yo es que los mensajes y los sermones en el cine se los dejo a Ken Loach. Yo hago películas, y que cada uno haga su lectura", dijo, después de resoplar, cuando desde el público le preguntaron si la película era también una suerte de pronunciamiento feminista.

Emily Mortimer, Bill Nighy y Patricia Clarkson encabezan el reparto de La librería. Que bien pensado tal vez sea una especie de ensayo sobre cómo ser "buena e inocente, pero no boba". Porque ella, Florence (Mortimer), como Coixet, piensa que "la gente básicamente es buena... y claro, cuando te das cuenta de que muchos no, ya es demasiado tarde".

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