Corpus

La Pública se casa con el dragón

  • Una Tarasca vestida de cuento pero que parecía que iba de novia se pasea, 'teñida' de morena, ante miles de granadinos que tuvieron que sufrir las altas temperaturas del centro de Granada.

En el patio del Ayuntamiento todo parecía el backstage de un teatro mientras los chavales se colocan los cabezones. "No pesan mucho", aseguraba uno. "Ya verás dentro de un ratito", bromeaba su compañero. Mientras tanto, otros se suben a los zancos para adentrarse en los personajes que acompañan a la Pública en su gran momento, el día en que todos los ojos de Granada están puestos sobre ella. Algunos la alabarán pero la gran mayoría le criticarán hasta el último centímetro de la peluca, porque para eso se expone públicamente cada año, para que la critiquen y no se librará jamás, la vista quien la vista.

Con el sonido de los triquitraques se avisa de que ya está lista para salir. Cientos de niños llenan las calles del centro para ver pasar el desfile más popular del Corpus, el que abre los días grandes de estas fiestas. Acompañando a la Tarasca  y al dragón, también desfilaron los tradicionales gigantes y cabezudos, que los niños esperan ansiosos, con sus temidos vegigazos.

Los granadinos llevan esperándola desde primera hora de la mañana alrededor de la Plaza del Carmen y por toda la Gran Vía. De repente, adentrarse en las calles es casi como dar con la salida del laberinto de Bowie. Aparece, por fin. Recién salida de la peluquería de Santiago del Río, morena y con pelo corto al estilo 'yeyé' , "para darle un vuelco diferente y rejuvenecerla", explicó su estilista, "con un estilo natural, lejos del típico recogido", que cada año la lleva a un viaje en el tiempo. Con un flequillo que le tapaba la cara, muy moderno, sí, aunque este año parece ser que se lleva la cara más despejada, y con una melena estilo años 20, así se arregló esta vez la Tarasca para pasear por Granada. Decidió colocarse un vestido de princesa de cuento hecho a medida, blanco roto con bordados verde turquesa en forma de hojas "que recuerdan un mundo de fantasía, una alegoría entre una diosa y un hada", dijo Pilar Torrecillas, la diseñadora del vestuario de la Pública. Aunque decían algunos que más bien parecía una novia. O quizás es que el cuento versara sobre la boda entre el maniquí y el dragón. O tal vez por la mano de Pilar que, entre otros, diseña vestidos de novia. Hubo quien pensó que a la Tarasca era mejor ponerla "en traje corto", o "de gitana que para eso estamos de feria", opiniones para todos los gustos, aunque por mucha crítica que reciba algunos la vieron como "la más guapa de los últimos años, aunque hace dos iba más guapa con la bufanda del Granada".

Durante los primeros años de esta tradición las propias vecinas se encargaban de vestirla y desde entonces ha llevado todo tipo de atuendos. "¡Qué manía con vestirla de antigua!", decían ayer. Aunque habría que ver si los que la visten así son capaces de salir a la calle con esos modelos.

 Los granadinos también se vistieron con sus mejores galas. algunos hasta le hacían sombra a la Pública con un estilo mucho más actual y elegante. Aunque el traje de gitana fue la tónica constante. Había que mirar las caras, los gestos, para darse cuenta que el maniquí era la comidilla de todo el mundo. La Tarasca que, subida sobre el dragón, simula el triunfo del bien sobre el mal en un tono mitológico, que no estilístico, estuvo precedida por los gigantes y cabezudos, que encarnaron a los Reyes Católicos y los últimos reyes de la dinastía nazarí que gobernaron en Granada, Boabdil y Moraima. Los niños directamente querían ver los pasacalles en acción, aunque algún pequeño aterrado no se dejó saludar por los personajes. Y en la primera fila, alguno no se pudo librar del vejigazo.

La música tampoco faltó. La puso la banda municipal, con temas populares que también serán los más sonados de hoy y siempre en las casetas. Eso sí, animó el ambiente para que niños y mayores bailaran a pesar de las aglomeraciones que se encontraron en cada una de las plazas y calles donde unos y otros escapaban para perseguir el espectáculo. Hasta piratas y una calavera se pudo encontrar. Un pasacalles que transformaba los carriles en cuentos, incluso algún señor mayor franqueaba el paso para ver el espectáculo desde un lugar privilegiado.

Con 37 grados de temperatura hasta el dragón podía haber desprendido fuego por la boca, lo que provocó también algún desmayo. Pero ella siempre tendrá a su mejor defensor, Enrique Cabrera, que desde hace 33 años la ha visto vestir de todo, y siempre la ve con buenos ojos.

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