El diario de Próspero | Teatro

Escena andaluza o quimera imprevista

  • Como cada curso, las propuestas andaluzas finalistas a los Premios Max, que además este año se entregan en Málaga, permiten esbozar una radiografía próxima de la salud del teatro y la danza

Representación de ‘El viento es salvaje’ a cargo de Las Niñas de Cádiz.

Representación de ‘El viento es salvaje’ a cargo de Las Niñas de Cádiz. / Las Niñas de Cádiz

Si algún rasgo permite definir al teatro andaluz como entidad diferenciada es, precisamente, la dificultad de definirlo. Sí es cierto que algunas características generales de la escena se dan aquí de manera más pronunciada; por ejemplo, la fragilidad y la exposición a las inclemencias: si la crisis económica tuvo una especial incidencia en el tejido escénico andaluz hace una década, con resultados trágicos, este año podemos decir lo mismo del coronavirus. Por lo demás, si en su momento existía un teatro andaluz bien reconocible gracias a la labor de compañías pioneras como La Cuadra, El Mentidero, Atalaya y La Zaranda, mientras la danza favorecía una especial proyección del talento curtido aquí entre lo tradicional y lo contemporáneo, la escena que se cultiva hoy día en Andalucía es múltiple y quimérica: habla todos los idiomas, incorpora como propios todos los registros y ha hecho precisamente de esta calidad proteica y cambiante su signo más evidente, lo que puede responder tanto a cierta capacidad de adaptación como a la disolución de las señas de identidad cultural notoriamente andaluzas. La cuestión es que este curso, y a pesar de la que está cayendo, el listado de propuestas andaluzas que figuran entre los finalistas a los Premios Max ofrece de nuevo la posibilidad de acometer una radiografía de esa misma escena, sentida, producida y armada en clave de proximidad. Desde luego, en lo que al listado se refiere, no están todas las que son; pero sí podemos afirmar, al menos, que son todas las que están, lo que ofrece un punto de partida concreto para el análisis. Este año, además, la gala de entrega de premios se celebrará, Covid mediante, el próximo 7 de septiembre en el Teatro Cervantes de Málaga, ciudad que toma el relevo de otras plazas andaluzas como Córdoba y Sevilla.

Olga Pericet baila ‘Un cuerpo infinito’. Olga Pericet baila ‘Un cuerpo infinito’.

Olga Pericet baila ‘Un cuerpo infinito’. / Ballesteros / Efe

De entre los espectáculos seleccionados, cabe encontrar un cierto ejercicio de resistencia del teatro andaluz en El viento es salvaje, la obra de Las Niñas de Cádiz finalista al mejor espectáculo revelación. La obra de Ana López Segovia presenta una clara declaración de intenciones en su subtítulo, Fedra y Medea en Cádiz, en cuanto apela al destino y otros temas esenciales de la tragedia clásica desde una perspectiva bien anclada en el presente. El viento es salvaje habla de tú a cualquier noción de teatro andaluz en cuanto teatro hecho en Andalucía pero capaz de resonar en cualquier latitud y lenguaje; por eso, esta obra deliciosa y bien recomendable, resuelta lo mismo en verso que en prosa, a compás y a contratiempo, ejemplifica las mejores aspiraciones del teatro andaluz, precisamente, en su universalidad. López Segovia y Las Niñas de Cádiz encuentran en su contexto habitual, cargado tanto de Historia con mayúsculas como de historias mínimas, el escenario ideal para hacer el teatro que quieren y decir lo que desean. Por eso toda aquella tradición del teatro andaluz encuentra una herencia a la altura en El viento es salvaje. Ahora bien, ¿es menos andaluz un montaje como Acróbata y Arlequín, de la compañía granadina La Maquiné, que aspira a los Max al mejor espectáculo infantil, juvenil o familiar, al mejor diseño de vestuario y al mejor diseño de iluminación (conviene subrayar además que los responsables de La Maquiné, Elisa Ramos y Joaquín Casanova, son los encargados de dirigir la gala) sólo por poner en juego un lenguaje distinto? Tal vez un espectáculo de estas características se ajuste menos a la tradición del teatro andaluz y su etiqueta, pero no por ello su esencia es menos andaluza. Si es que, al fin, esto de las identidades tiene algo que ver con el teatro.

En 'El viento es salvaje' de Las Niñas de Cádiz, la mejor tradición del teatro andaluz encuentra razón de resistencia y actualidad

En latitudes distintas se mueve el dramaturgo jiennense Paco Gámez, que aspira al Max a la mejor autoría revelación por su Inquilino; por no hablar del A Chorus Line del malagueño Teatro del Soho con Antonio Banderas al frente, finalista del Max al mejor espectáculo musical. Sin embargo, es en la danza donde Andalucía tiene aún su mayor proyección, ya sea con figuras consagradas como la cordobesa Olga Pericet (quien opta a dos Max por Un cuerpo infinito, al mejor espectáculo y a la mejor intérprete femenina de danza) o con órdagos tan interesantes como el sevillano Cortejo por el que Paloma Calderón aspira al Max a mejor intérprete femenina (con una obra también finalista al premio al mejor espectáculo en la materia). Que el gaditano Marco Flores (por Origen) y el jiennense Mario Bermúdez (por Anhelo) compitan por el Max al mejor intérprete masculino es siempre una buena noticia para la danza andaluza (Bermúdez, por cierto, también opta al Max a la mejor coreografía). Y es muy de justicia señalar la partitura de otro jiennense, Luis Miguel Cobo, escrita para el fabuloso Play de Aracaladanza y finalista en la categoría de mejor composición musical.

La escena andaluza es, por tanto, diversa e imprevisible. Se niega y se reafirma a cada paso. Igual es cualquier cosa menos andaluza. Y tal vez sea esta postura la que más le convenga. Por ahora.

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