El diario de Próspero | Teatro

Un no sé qué que se halla por ventura

  • Lluís Homar y Adriana Ozores componen en ‘Alma y palabra’, espectáculo presentado en el pasado Festival de Almagro, la más fidedigna aproximación a San Juan de la Cruz desde la escena

Adriana Ozores y Emili Brugalla, en el estreno de ‘Alma y palabra’ en el Corral de Comedias de Almagro el pasado fin de semana.

Adriana Ozores y Emili Brugalla, en el estreno de ‘Alma y palabra’ en el Corral de Comedias de Almagro el pasado fin de semana. / Pablo Lorente / Festival de Almagro

Reparaba Próspero en su diario hace justo una semana en que tal vez no sea el libro el contenedor ideal para la poesía, sino la escena. En realidad, lo poético no entiende de contenedores: trasciende cualquier tipo de apropiación formal y a menudo comparece donde menos se lo espera. Otra cosa es que a la poesía, como expresión literaria o artística, le sienten bien determinados soportes que no siempre tienen en la lectura su primera razón de ser. La cuestión es que pocos días después se celebró en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro el estreno absoluto de Alma y palabra, espectáculo armado en torno a la poesía de San Juan de la Cruz y producido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con la dirección de Lluís Homar, la dramaturgia de José Carlos Plaza, la interpretación de Adriana Ozores y el mismo Lluís Homar y la música en directo de Emili Brugalla, que interpretó al piano partituras de Frederic Mompou inspiradas directamente en San Juan de la Cruz en diálogo abierto con los versos. Y allá que acudió Próspero a buscar más leña poética al fuego escénico, o viceversa. De entrada, cabe desear que la propuesta logre representarse en el mayor número posible de teatros y auditorios, pues lo merece, con permiso siempre del indeseable coronavirus y sus estrictas normas sanitarias.

Lluís Homar, durante la representación. Lluís Homar, durante la representación.

Lluís Homar, durante la representación. / Pablo Lorente / Festival de Almagro

Curiosamente, lo que se hace en Alma y palabra es, más que cualquier otra cosa, leer. Lluís HomarAdriana Ozores comparecen con sus cuadernos, en los que llevan impresos los versos de San Juan de la Cruz (así como de algunos otros cómplices, como la inevitable Santa Teresa de Jesús), y leen a la vez que comparten un escrutinio en clave de diálogo dramático sobre lo leído. En el mismo escrutinio participa de manera activa Emili Brugalla, quien hace presente la huella de San Juan de la Cruz mucho más allá de Mompou y de la misma música, aunque siempre en sus preciados límites. La selección de textos a manos de José Carlos Plaza no atiende tanto a lo biográfico, ni a una posible exégesis crítica, sino a la satisfacción de la premisa que atañe al propio espectáculo: Alma y palabra se ofrece como una raíz válida, un anclaje significativo y duradero para el siglo XXI, a modo de re-velación de un legado cultural a menudo, y tristemente, olvidado. La propuesta nace del convencimiento de que la mayor tradición literaria y poética en lengua española, personificada en San Juan de la Cruz, atañe directamente al hombre contemporáneo. Y no sólo en lo referente a sus gustos, justamente, literarios: también en todo lo relacionado con sus dudas, incertidumbres, recelos, temores, retos, triunfos y fracasos. San Juan de la Cruz no escribe (sólo) para los religiosos de su tiempo, sino para el ciudadano presente que no sabe qué va a ser de su futuro inmediato, cuándo llegará la vacuna que espera, cuándo podrá volver a su puesto de trabajo ni en qué condiciones volverán sus hijos al colegio en septiembre, si vuelven. En una de sus intervenciones, Lluís Homar lamenta que a menudo se busque no se sabe muy bien dónde soluciones que están al alcance de la mano. San Juan de la Cruz se anticipó a las emociones propias de la condición humana, dichosas unas, tenebrosas otras, pues todas ellas son universales; las formuló y las explicó para que dejasen de ser un misterio inalcanzable. De modo que su poesía es un asidero eficaz en tiempos de zozobra. Muy explícita fue la conclusión al respecto cuando el mismo Homar pidió que no se crucificara a San Juan de la Cruz con el olvido.

Haría bien el teatro español en reconocer cuanto antes a Adriana Ozores como su mejor actriz

Mientras Emili Brugalla evoca a Mompou al piano, Lluís Homar y Adriana Ozores leen. En el Corral de Comedias de Almagro la puesta en escena era harto sencilla, adaptada tal vez a las circustancias pero eficaz en la proyección desnuda de lo poético. La dirección de Lluís Homar es igualmente artesana, directa, limpia y acertada en la dosificación de los silencios. Dado que la poesía de San Juan nos ha llegado como instrumento de lectura, el objetivo de Alma y palabra es dar cuenta de la dimensión de este instrumento, capaz de transformar la existencia por entero en la medida en que acierta a dotar de significados lo que antes ni siquiera era nombrado. Pero es la escena la que demuestra la altura de esta transformación: la lectura se convierte en un acontecimiento dramático capaz de transfigurar lo individual hasta hacerlo colectivo, como si la poesía se viese reconocida en la máscara de la tragedia. Especialmente en Adriana Ozores (haría bien el teatro español en reconocerla cuanto antes como su mejor actriz: qué carisma el suyo, qué verdad exhala, qué manera de hacer parecer fácil lo más rematadamente difícil), la lectura es una experiencia carnal, pasional, sensual, al igual que el arrebato místico. La lectura se brinda como una conexión con el espíritu más allá de lo racional que encuentra su más feliz materialización en el teatro. No ha habido tal vez (con permiso de El Brujo) aproximación más fidedigna a San Juan de la Cruz que esta Alma y palabra. Ni en momento más oportuno.

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