Síndrome expresivo 43

Párrafos dislocados

Párrafos dislocados

Párrafos dislocados / Pixaby

El párrafo, querido lector, nuestro admirado y nunca bien tratado párrafo. El gigante Capítulo lo mira desde su atalaya con una aire de superioridad por su condición humilde y repetitiva; la presumida Frase siempre ha gritado a los cuatro vientos la incomodidad de unas líneas de escritura comprimidas y, a veces, incoherentes; la infantil Palabra busca refugio en su interior para evitar las responsabilidades de una vida adulta lingüística, marcada por la toma de decisiones; por último, el capricho del ser humano, que juega con desdén a la creación indiscriminada de párrafos de diferentes razas, nacionalidades y credos políticos y religiosos.

Sí, señor, el maltratado párrafo. En este punto, no hay reunión de profesionales de la escritura o tertulia informal, en la que no se toque la trágica situación del párrafo en los textos escritos por los jóvenes alumnos (instituto o universidad) y en los medios de comunicación en general. ¿Tan grave es? Pues sí, querido lector. Las ideas de un escrito se estructuran en partes o párrafos, para que el destinatario pueda asimilar la información e ir estableciendo un diálogo silencioso con el texto. Por lo tanto, la falta de cuidado y el desconocimiento de las reglas básicas en la estructura de los párrafos provocan una confusión innecesaria y la pérdida de coherencia en las ideas expuestas.

Todos los cursos académicos cuento a los alumnos una decena de veces una historia real, repetida una y otra vez en las pruebas escritas de todas las materias curriculares. Los invito a que piensen en un examen escrito de comentario de texto o sobre un periodo histórico como el Imperio romano. A continuación, les comento la secuencia clásica y el fatal desenlace:

  1. El profesor reparte el texto para comentar. A continuación, dicta con solemnidad la pregunta teórica de análisis sobre un periodo concreto. Miradas nerviosas entre los alumnos y recuerdos al árbol genealógico del docente.
  2. Turno de réplica para el concurso de preguntas ridículas: “Profesor, ¿qué día es hoy?; ¿puedo usar típex?; donde pone calificación, ¿qué pongo?; ¿pasa algo si escribo en una hoja de cuadritos?... ¡Dejadme en paz, malditos roedores! En fin, la vida.
  3. Aquí, comienza el momento mágico: las miradas de los examinados se fijan en el inmaculado blanco del folio, los pulmones se llenan de un aire vivificador y las muñecas comienzan a correr de derecha a izquierda la hoja desvalida al ritmo de la escritura de palabras y líneas ilimitadas. ¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!
  4. ¿Resultado? En la mayoría de los casos, el primer párrafo es mastodóntico, kilométrico, inabarcable por la mente humana. El docto alumno ametralla el folio sin piedad y escribe líneas y más líneas de conocimiento teórico sin el menor filtro organizativo. Cuando nota los primeros síntomas de agotamiento o un dolor articular en la muñeca, decide cambiar de párrafo con un solitario punto y aparte. A continuación, reemprende la marcha y escribe otro párrafo monumental, pero un par de líneas más breve. El tercero y el cuarto ya muestran los estragos del paso del tiempo, mientras que los últimos son parrafitos enclenques de dos o tres líneas que, a duras penas, pueden expresar una idea simple.

¿Se puede superar?

Este síndrome lingüístico del párrafo disparatado y menguante puede desaparecer si el escritor tiene en cuenta una serie de sencillas pautas de redacción como las siguientes:

  1. El primer paso para el desarrollo de un contenido por escrito es detenerse unos minutos para planificar las ideas fundamentales de la cuestión planteada. Cualquier método es válido: esquemas alfanuméricos, mapas conceptuales o tablas comparativas.
  2.  La extensión de los párrafos debe ser homogénea. Como norma general, el primero y el último son los más breves: introducción y conclusión de unas cincuenta palabras. Siempre les recuerdo a los alumnos que escribir bien es como ser un buen anfitrión en una comida familiar: los entrantes y postres deben ligeros y sabrosísimos para abrir y cerrar la celebración.
  3. La pauta más recomendada por los profesionales de la escritura es que, en cada página, el número de párrafos fluctúe entre los tres y los cinco. Por supuesto, es recomendable una extensión homogénea en el desarrollo de cada idea.
  4. El escritor debe ser cuidadoso con la separación entre los párrafos. Por este motivo, se establece el doble espacio para marcar los párrafos sin sangría o el espacio simple y la primera línea del párrafo siguiente con sangría. No se deben combinar la sangría y el doble espacio.
  5. Una vez el alumno muestre un dominio de los conceptos básicos de extensión y tipografía, debe insistirse en la organización del mensaje en el interior del párrafo. A veces, no se sigue ningún criterio en la información, por lo que se transmite una imagen de falta de rigor. Los tipos de párrafos más comunes son: el inductivo, el deductivo, el circular o el de contraste. En todos los casos, el emisor experto marca con claridad la idea principal para goce del sufrido lector.

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