Cultura

Carmen Linares y María Pagés, Premio Princesa de Asturias de las Artes

  • El jurado destaca que ambas han impulsado "el carácter universal de un extraordinario patrimonio cultural, popular y sensorial

Carmen Linares y María Pagés, Premio Princesa de Asturias de las Artes / EP

El flamenco está de fiesta: el jurado del Premio Princesa de Asturias, en su modalidad de arte, se ha fijado este año en el trabajo de dos grandes creadoras e intérpretes de lo jondo, la jiennense Carmen Linares y la sevillana María Pagés.

Carmen Linares (Carmen Pacheco Rodríguez, Linares, 1951) estaba estos días de fiesta, la que celebraba sus primeros 40 años como cantaora solista, cuyo colofón fue su concierto en Sevilla el pasado día 23 de abril. Y la fiesta sigue. Esta fiesta, esta celebración, esta gira se inició en 2020. No es que la trayectoria de Carmen Linares echara a andar en 1980, ni mucho menos. Su primer disco data de 1971, con la magna guitarra de Juan Habichuela y a partir de ahí llevó a cabo una rotunda carrera como cantaora para el baile. La vimos con 23 años asomarse a la serie Rito y geografía del cante en varias ocasiones, aunque no se le dedicó ningún capítulo completo, como sí ocurrió con artistas de su generación como Camarón o María Vargas. En la soleá que canta en el capítulo El flamenco y el vino, emitido el 8 de octubre de 1973, junto a la guitarra del malogrado Manuel Moreno Pantoja, y bajo la atenta mirada de los padres de sendos artistas, y del guitarrista estadounidense Tomas Sorensen, ya nos encontramos con una intérprete consumada, apasionada seguidora, que lo sigue siendo, de los cantes del mítico Antonio Fernández Díaz Fosforito que fue su padrino discográfico. El programa también incluía unas bulerías con los mismos intérpretes en el capítulo titulado Difusión del flamenco emitido el 1 de octubre de 1973 por Televisión Española. En los setenta le cantó al baile de Manuela Vargas, Carmen Mora o Merche Esmeralda, entre otras, además de figurar en los elencos de tablaos como el mítico Café de Chinitas, en el que coincidió con la propia Mora y también con Morente, y Torres Bermejas, donde trabajó junto a Camarón. Pero ciertamente en 1980 decide dar un paso adelante en su carrera y no cantar más para el baile, llevando a cabo una serie de grabaciones míticas que se inician con Su cante (1984) y que culmina, por ahora, en 2017 con Verso a verso un proyecto que la había ocupado durante años y que ya había presentado en directo. Discos míticos de esta trayectoria son su La mujer en el cante (1996) o Un ramito de locura (2002) junto al trío de Gerardo Núñez. Entre estas dos fechas figuran también colaboraciones tan importantes como la que llevó a cabo con Manolo Sanlúcar en Locura de brisa y trino (1999), acaso el disco más importante del guitarrista, o las que ha llevado a cabo, entre otros, con Luis Pastor, Los Evangelistas, el Trío, Camerata Flamenco Projet y un largo etcétera. En 1995 la vimos, deslumbrante, junto a Rafael Riqueni, cantando una taranta tan poderosa como inconsolable para Flamenco de Carlos Saura. Posee la Medalla de las Bellas Artes, el Premio Nacional de la Música y el Compás del Cante, entre otros galardones. Ha cantado, además de las mencionadas, con las guitarras de Pepe y Luis Habichuela, Paco y Miguel Ángel Cortés, Pedro Sierra, Tomatito, Vicente Amigo, Moraíto, Paco Cepero, Enrique de Melchor, Manolo Franco, José Antonio Rodríguez, Isidro Múñoz, Juan Carlos Romero, Perico el del Lunar hijo, Salvador Gutiérrez, Eduardo Espín Pacheco y Pedro Barragán, etc. Ha interpretado a Falla, a Lorca, a Miguel Hernández, a Juan Ramón Jiménez, entre otros, y actuado en locales como el Teatro de la Ópera de El Cairo, el Lincoln Center, la Ópera de Sidney o el Teatro Colón de Buenos Aires.

El cante de Linares se distingue, en una generación de superdotados, por su elegancia y buen gusto. Un arte elegante, exquisito y necesario que la hicieron sobresalir en el mundo de lo jondo desde sus inicios. Carmen, además, con una enorme inteligencia, entendió desde un primer momento, con sus contactos con Juan Varea, Pepe de la Matrona o Rafael Romero, sus primeros maestros, que el mundo de lo jondo es una gran familia en la que la solidaridad y la complicidad entre sus miembros es uno de sus grandes valores.

María Pagés (María Jesús Pagés Madrigal, Sevilla, 1963) comparte con la otra galardonada su afición por la poesía y así, en sus diferentes propuestas, ha bailado textos de plumas tan reputadas como las de José Saramago, Antonio Machado, Sor Juana Inés de la Cruz o El Arbi, su marido y colaborador. Pagés se consolidó como profesional en 1984 al entrar en la compañía de Antonio Gades, un bachillerato jondo que le enseñó los secretos de la coreografía y de la puesta en escena. Su compañía es, por tanto, una de las más genuinas representantes actuales de la tradición del Ballet Flamenco, género creado por Antonia Mercé, en el caso de Pagés siempre a la busca de nuevas e ingeniosas soluciones escénicas. A ello suma un arte individual, como creadora e intérprete, muy personal, con giros y movimientos que la convierten en una bailaora muy reconocible, incluso para el gran público, dentro del panorama jondo. Formó su compañía en 1990 y en ella firmó obras tan notables e icónicas como De la luna y el viento (1994), en la que, por cierto, colaboró con Carmen Linares, La Tirana (1998), Flamenco Republic (2001), Canciones, antes de una guerra (2003), Sevilla (2006), Autorretrato (2007), Dunas (2009) o Utopía (2011), sobre la obra del arquitecto Oscar Niemeyer. Otra obra importante de su carrera fue El perro andaluz. Burlerías que firmó en 1996 para la Compañía Andaluza de Danza. Pagés ostenta el Premio Nacional de Danza, la Medalla de Andalucía o la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, entre otros galardones.

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