Teatro

Sala Cero, un proyecto de futuro

  • El espacio cumple 20 años con la fidelidad del público: la anterior temporada registró 44.000 espectadores.

  • La programación recupera este curso a compañías emblemáticas de su historia

Hace unas semanas, la compañía Ymedioteatro aparcó durante un par de días su carromato, que sus propietarios definen como "el teatro más pequeño del mundo", a las puertas de la Sala Cero. Las funciones que se programaban en el interior de aquel vehículo, breves alardes de imaginación que llevaban a los espectadores al asombro, formaban parte de una celebración: la Sala Cero cumplía 20 años, una conmemoración que se festejaba también con una jornada de puertas abiertas donde los interesados podían visitar el backstage del espacio.

Ha transcurrido demasiado tiempo desde que la sala abriera sus puertas –entonces en la calle Miguel Cid; hasta 2005 no se mudaría al local que ocupa actualmente en la calle Sol– para que sus directores, Elías Sevillano y Ángel López, puedan trazar de memoria una línea cronológica donde no se confundan las fechas. "Se nos pisan las programaciones. Te preguntas por una obra pensando que estuvo aquí hace dos años e igual fue hace cinco", reconocen. Contemplan el aniversario como "un punto de reflexión, más que de inflexión, para valorar cómo debemos seguir", dicen los responsables de este teatro. En todo caso, la fidelidad de los espectadores asoma como una demostración del trabajo bien hecho. "Los datos nos sorprenden a nosotros mismos: de los 2.700 espectadores que tuvimos la primera temporada hemos pasado a los 44.000 del último curso", exponen.

El equipo de la Sala Cero tuvo claro desde los comienzos que el proyecto podía ser, "sin perder de vista a las propuestas de fuera", un "escaparate" de la creación local. "Y en ese sentido nos hemos convertido en un referente. Las compañías vienen a nosotros para ofrecernos sus obras, como ha ocurrido con El asesino de la regañá", cuenta López. Y desde el principio, añade Sevillano, les preocupaba "conectar con el público, buscar la comunicación con los espectadores", diseñando una oferta sólida y "alejándonos de ese concepto de espacio alternativo como algo pequeño y cutre. Que no sea un teatro institucional no implica que tenga que dar menos servicios", argumenta.

Para el 20 aniversario se ha convocado a algunas de las compañías que han contribuido a la feliz historia de esta sala. Ya han regresado piezas emblemáticas como Con las cannes abiertas de Ignacio Andreu o la incombustible Estrella Sublime; se espera que vuelva Taí Virginia, el brillante y recordado tour de force de Manuel Monteagudo, y en unos días, desde el 13 de diciembre hasta el 19 de enero, los Síndrome revisitarán Estocolmo. El tándem formado por Víctor Carretero y Práxedes Nieto se ha erigido en un reclamo infalible de la programación de la sala, con las localidades agotadas en cada visita. "Empezaron con nosotros, con Este circo no es normal, y con el tiempo, la Sala Cero y los Síndrome nos hemos convertido en una pareja", comenta López.

"Siempre evitamos esa idea de que una sala alternativa es algo pequeño y cutre", dicen

La sala nació en un momento de singular efervescencia en la ciudad, "con el cambio de milenio", unos años en los que también se abrieron otras propuestas como La Fundición y Endanza y un grupo de actores y bailarines renovaba con talento e ilusión la escena sevillana. "Toda esa energía procedía, en parte, del Instituto Andaluz del Teatro. Era un centro que daba una formación muy poco academicista, muy creativa, de la que salieron unas promociones fantásticas, gente que hoy triunfa a nivel nacional. Álex O’Dogherty, por ejemplo, estrenaba con nosotros", rememoran.

Elías Sevillano y Ángel López. Elías Sevillano y Ángel López.

Elías Sevillano y Ángel López. / Juan Carlos Muñoz

Sevillano, que estudió Matemáticas, y López, que se formó en Física, tuvieron su particular escuela en un grupo de teatro universitario, La Farra. "Había gente de Farmacia, de Biología... y una vez hasta hicimos una coproducción con Derecho", evocan con una sonrisa. "Y luego nos llamaron José Manuel Martí y la compañía Chanza, y dimos el salto a un teatro más profesional. Si miramos atrás, es interesante comprobar que desde el principio, en aquel primer grupo amateur, ya teníamos muy delimitadas las tareas: había un equipo actoral, otro técnico, otro de producción, no como en otros sitios donde todos hacían de todo".

Con los años, la Sala Cero fue extendiendo su programación a otros flancos, como la notable oferta destinada al público infantil y familiar que alberga. "Empezamos, al poco de abrir, con las campañas escolares, pero no nos podíamos permitir un cambio de función. Pero en primer lugar la crisis y los recortes nos llevaron a tantear otras vías y posteriores mejoras de la sala nos ayudaron a programar más. Ahora, hemos llegado a tener 11 sesiones a la semana", detallan Sevillano y López. "Pero todos los pasos que hemos dado han sido medidos. Nuestra filosofía no era: Vamos a hacerlo, que ya se llenará. Siempre hemos valorado, a la hora de idear algo, que el público existía y que el espacio estaba capacitado", matizan. "Es muy frustrante suspender, y para que no pase eso es importante no saturar a los espectadores".

La Sala Cero también se ha decantado últimamente por la música clásica, gracias a la Orquesta de Cámara de Mujeres Almaclara-Inés Rosales y a la violonchelista Beatriz González Calderón. La formación protagoniza ocho conciertos esta temporada y tiene pendientes entre otras citas el recital didáctico Con cuerdas… ¡y a lo loco! (14 y 15 de diciembre), Una noche en Broadway (14 de febrero), o un repaso a las Mujeres en la música (11 de marzo). "Queremos continuar en esa línea, apostar por la ópera de cámara, pero hacerlo con cuidado. Programamos música cada cuatro o cinco semanas para no quemar al público", explican.

Desde Sala Cero proponían, en sus comienzos, formación para intérpretes, pero "con Escénica había ya demasiados cursos para profesionales". Ahora, Pepe Ola imparte un taller de teatro para el crecimiento personal. "El objetivo es distinto para cada alumno. Hay quien quiere prepararse para hablar en público porque su trabajo lo requiere, a quien simplemente le gusta el teatro... Por una razón u otra, el curso siempre funciona gracias al boca a oreja".

Desde la Sala Cero quieren ampliar su producción propia, un apartado del que salieron montajes como Se alquila sofá-cama o Tres cosas, y también "tocar otros palos", como la participación en el festival OFFF Sevilla en el que se han implicado. Motivos para la ilusión, más allá de las buenas cifras de público, no faltan a los responsables del proyecto.

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