Síndrome expresivo 25 | El uso del PowerPoint

Magnífico día para un exorcismo

La famosa escena de 'El Exorcista' La famosa escena de 'El Exorcista'

La famosa escena de 'El Exorcista'

Los amantes del séptimo arte nunca hemos disfrutado tanto en las clases como en los últimos diez años. Sí, querido lector, la invasión de nuestras aulas por las pizarras digitales ha rescatado del olvido una de las grandes escenas del cine de terror. Así, casi a diario gozamos con la recreación por parte de los alumnos de la célebre escena de El exorcista, donde una Reagan poseída por el diablo da una vuelta de 360° a su cabeza y se dirige a su santa madre en términos un tanto soeces.

El maravilloso mundo de las presentaciones orales ha cambiado mucho desde la llegada a la Tierra del archiconocido Powerpoint y sus vástagos actualizados. Nunca más disfrutaremos de la elegancia y profundidad de una alocución perfecta. Atrás quedó la figura del orador frente al público, armado con su capacidad de transmisión de conceptos. Ahora, el protagonismo lo acapara en exclusiva una pantalla tatuada de decenas de palabras e imágenes emergentes. ¡Qué espectáculo!

Junto al foco de luz, se sitúa una figura humana que, durante los primeros treinta segundos de la exposición, mira al auditorio con una mirada de pánico y, a continuación, gira 180º el cuello para empezar a leer las frases subrayadas en negrita en la primera diapositiva. Una nueva ojeada a las filas pobladas de compañeros y nuevo giro de cabeza, esta vez de 360º. Un pasito para adelante (María), un tic nervioso en el párpado izquierdo, un cuello de goma que cobra vida propia en busca del manantial de sabiduría oculto en la siguiente diapositiva. Bendita flexibilidad en las cervicales. ¡Qué envidia!

Algún lector escéptico dudará de la verosimilitud de la anterior descripción y la condenará por exagerada o hiperbólica. Por supuesto, comprendo las posibles reticencias al respecto, pero juro por mi conciencia y honor que he intentado suavizar las terribles experiencias sufridas en clase. Desgraciadamente, los profesores y alumnos (por qué no reconocerlo) están condenados a la dictadura de un método de presentación oral, dominado por la lectura secuenciada de enunciados escritos en eternas diapositivas en apariencia interesantes. Como consecuencia, un rasgo físico de la evolución del ser humano ha sido la elasticidad de los músculos situados en el cuello.

Hasta finales del siglo XX, los oradores buscaban el centro de la sala de conferencias para poder atender con la mirada a los asistentes ubicados a la derecha e izquierda de su posición. De este modo, el centro de interés era un individuo que, con un discurso estructurado con pericia y un tono de voz adecuado y variable, transmitía una serie de ideas sin necesidad de otros recursos no verbales.

Sin embargo, la tecnología audiovisual en el siglo XXI ha sepultado para siempre el protagonismo del ser humano en la presentación oral. Ahora, se exige un duro entrenamiento físico para poder leer las múltiples diapositivas expuestas en la pantalla. Ya cualquier experto (sí, he dicho experto) es capaz de monologar sobre cualquier tema sin necesidad de dominar la materia: unas mínimas nociones de competencia digital, sumadas a las habilidades de lectura, son suficientes para aparentar conocimiento ante un público adormecido por el vaivén de imágenes y enunciados.

¿Se puede superar?

El síndrome de la niña del exorcista se puede superar sin la mediación de un sacerdote autorizado por la Santa Sede, ni la dislocación quirúrgica de las vértebras cervicales. Solo es suficiente colocarse en el centro de la sala con al menos un metro y medio de espacio libre alrededor y pensar en unos siete puntos en forma de uve en la zona ocupada por el público. Así, de izquierda a derecha iremos fijando la mirada en esas marcas, con lo que los asistentes tendrán la sensación de ser atendidos por el orador. Un chaleco llamativo, un objeto voluminoso en la mesa o un oyente somnoliento en el rincón son referencias útiles para transmitir seguridad en los gestos. Ahora bien, mucho cuidado, querido lector, con encañonar con la mirada a un oyente pasivo. Más de tres segundos de mirada sostenida en los ojos del antagonista acarrea terribles consecuencias: las neuronas espejo del receptor a veces imitan comportamientos inconscientes en forma de recreación de los movimientos corporales de la niña del exorcista.

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