El tenista argentino | Crítica

Corazón tóxico

  • El poeta Álvaro García publica 'El tenista argentino', su primera, intensa y desgarradora incursión en la novela

El poeta y narrador Álvaro García (Málaga, 1965).

El poeta y narrador Álvaro García (Málaga, 1965). / D. S.

El tenista argentino es la primera novela de Álvaro García (Málaga, 1965), pero no lo parece. Como poeta ha demostrado ser una de las voces más personales y audaces del panorama literario español. Como novelista parece encauzado en esta misma línea. El autor malagueño no ha titubeado a la hora de plasmar una historia que no da tregua al lector, que no deja lugar a las medias tintas: entras o no entras, te dejas llevar por el largo camino de pasiones desbordadas que propone o abandonas en la primera página. Recomendable lo primero, permitirse el placer de dejarse llevar por una prosa que atiende únicamente a los dictados de una historia arrebatada.

Desde que Jea-Paul Sartre certeramente lo formulara, sabemos que "el infierno son los otros", pero en El tenista argentino el infierno más bien son las otras. Una en particular, Daniela, bellísima y descentrada, capaz de arrastrar al protagonista hacia las más profundas simas del averno. Y no es que él sea el colmo del equilibrio. Se debate duramente entre sus inseguridades de niño no querido y su insatisfacción laboral como profesor universitario e investigador escasamente reconocido. Los dos forman un tándem a todas luces perdedor, su historia juntos no puede ser más que devastadora.

El autor define atinadamente a unos personajes cuajados de aristas, arrastrados a la perdición del amor sin medida, del sexo sin mesura, y los convierte en estandarte de un mundo sin futuro en el que los deseos siempre se hacen realidad a un precio demasiado alto. El escenario no puede ser más elocuente: la costa malagueña –aunque no se menciona expresamente– del post-boom inmobiliario, reducto de familias de nuevos ricos arruinados y nobles venidos a menos. Un territorio de zombis con dinero de procedencia poco clara que pasean en coches caros y miman obscenamente a sus mascotas.

Daniela es uno de esos personajes de "La Costa", pero uno muy especial. Vive encadenada al recuerdo del marido muerto, el tenista argentino mucho mayor que ella que la ha convertido en lo que es, dueña de un club que sobrevive gracias a los socios incondicionales que hizo su marido y a las pocas fiestas para multimillonarios árabes que ella organiza. El marido muerto parece ser también el origen de su carácter desequilibrado: niña amorosa que se vuelve fiera iracunda en pocos segundos.

El tenista argentino es una novela de fantasmas. Lo son de algún modo los padres del profesor protagonista, que sin jugar un papel explícito en la trama tienen un peso grande como influencia determinante de su debilidad emocional. Lo son también, fantasmas vivos, sus compañeros de universidad: espectros de grisura, rencor y malicia, señores de un ambiente laboral sórdido hábilmente reflejado en la novela. Pero por encima de todos ellos, el fantasma del tenista argentino, que con su inquietante influjo somete desde el más allá a su mujer. El marido muerto se convierte en un personaje más de la novela. Su presencia se alza entre los amantes –"era de algún modo entre tres el que ella y yo juntos fuéramos felices con permiso y con estímulo"– y ese trío, que "se descompensaba siempre después de una noche de insomnio", es el germen de una espiral autodestructiva de consecuencias insospechadas.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

En cierto modo, tras la ruptura aparentemente definitiva, también Daniela parece convertirse en un fantasma inquietante, esta vez reencarnado en su hermana gemela, Finlandia, que la sustituye en la cama y en la vida del profesor. Finlandia es Daniela en modo tranquilo, su perfecto reflejo, amable pero "sin nervio". También la joven que acaba convirtiéndose en la esposa del protagonista, Marta, participa de este juego de espejismos porque físicamente se parece a las otras dos. El matrimonio se convierte en una huida hacia adelante, en el modo de escapar de una vida demasiado trastornada por estos amores venenosos, aunque finalmente se revela insuficiente para acabar con los estigmas del pasado: "El matrimonio era un viaje hasta las penas, la enfermedad y la muerte, pero no la enfermedad y la muerte por una tontería si es que todo aquello era en efecto una tontería".

El tenista argentino sobrecoge también por la desoladora visión que reproduce de un lugar y de un tiempo concreto. Descorazonadora su visión del ambiente universitario de nuestro país, el escaso apoyo y la falta de prestigio de nuestros investigadores –aunque en este caso resulte difícil identificarse con las aspiraciones del protagonista–. Pero sobre todo resulta inquietante su visión de esa pequeña ciudad de provincia demasiado cercana a una zona de crecimiento desaforado, de turismo intrusivo, de pelotazos económicos.

Álvaro García despliega certeramente todos los elementos de una relación tóxica. Involucra al lector en un ambiente de pesadilla, lo atrae hacia el centro de la espiral de rupturas y reconciliaciones en la que el profesor protagonista casi pierde el norte. Lo hace con una prosa hipnótica que intenta seguir el hilo del pensamiento del narrador protagonista. Superada la dificultad que supone seguir el vértigo de las palabras, que en ocasiones elude la lógica sintáctica, el lector se sumerge en la historia y disfruta con un estilo que lo golpea directamente y lo mantiene en vilo.

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