Nudo de alacranes | Crítica

Lawrence a la mexicana

  • Eloy Urroz rinde tributo al autor de 'El amante de Lady Chatterley' en una novela que es también la larga confesión de un crimen pasional

El escritor Eloy Urroz (Nueva York, 1967), uno de los padres de la conocida como Generación del Crack.

El escritor Eloy Urroz (Nueva York, 1967), uno de los padres de la conocida como Generación del Crack. / D. S.

El narrador, poeta y ensayista Eloy Urroz es estadounidense de nacimiento y mexicano por origen familiar y elección, pues por voluntad propia, al cumplir los 18 años, decidió formar parte del país de sus ancestros. Actualmente es profesor de literatura latinoamericana en The Citadel College de Charleston (Carolina del Sur). Este breve apunte biográfico nos puede ayudar a comprender mejor la génesis de una novela como Nudo de alacranes, en la que el autor desarrolla una trama insólita, plagada de referencias personales, que deambula entre dos mundos: el de la comunidad universitaria latinoamericana en Estados Unidos y el de la sociedad mexicana con suficiente poder adquisitivo como para darse la oportunidad de elegir –si es que eso es posible– su propio destino.

No hemos mencionado hasta ahora un tercer elemento que juega un papel fundamental en esta novela atípica y desde algunos puntos de vista controvertida: la pasión que Urroz siente por el escritor inglés D. H. Lawrence, al que considera el mejor novelista del siglo XX, sobre el que ha investigado, escrito y publicado.

Nudo de alacranes es un rendido homenaje al autor de El amante de Lady Chatterley y es también la historia de una infamia cometida en su nombre. El lector asiste atónito a la larga confesión de un crimen pasional que oímos de boca de su protagonista, el profesor Fernando Alday, que se remonta a su lejana infancia de niño de papá, a su juventud de farra y cínicos encuentros amorosos para llegar a su presente de profesor universitario y padre de familia que pierde la cabeza arrastrado por el aburrimiento de su vida anodina y el intenso recuerdo de un oscuro y apasionado amor de juventud.

El autor no juega a la correción política: ellos son machistas, ellas castradoras o infieles

Alday intenta sustentar las decisiones que toma en su inevitable huida hacia adelante en la biografía de Lawrence, en su particular, crítica y provocativa forma de pensar sobre la política, la sociedad y, sobre todo, sobre el amor físico. Paralelamente al desarrollo de su historia personal, va desglosando una verdadera biografía del autor inglés, de manera que el lector se encuentra con dos novelas en una desarrolladas en capítulos alternos. Por un lado, la que desglosa las peripecias vitales de Fernando Alday. Por otro, la que pormenoriza la vida de Lawrence. Las conexiones entre las dos secuencias son únicamente convincentes en algunos momentos del relato. En otros, la inserción de episodios de la vida de Lawrence –que según explica el protagonista pertenecen a las investigaciones de su tesis doctoral– desvía la atención del lector y amortigua la intensa tensión que alcanza la narración según va avanzando la historia.

Uno de los mayores aciertos de Nudo de alacranes es la capacidad de Urroz para hacer un retrato fidedigno de la comunidad universitaria estadounidense, sobre todo de aquella integrada por inmigrantes latinoamericanos que, aun viviendo en una situación de privilegio con respecto a otros, se debaten entre el aburrimiento y la precariedad laboral.

Urroz muestra una comunidad endogámica que lucha por integrarse en la sociedad que los acoge y que a la vez intenta reproducir, al menos en parte, la vida de sus países de origen. Por eso se juntan en fiestas o barbacoas en los patios traseros de sus casas, por eso beben y se animan mutuamente. Por eso, también, se conocen todos, pues todos forman una pequeña familia que se apoya, con la que pueden hablar con claridad de la decepcionante sensación de que el sueño americano es sólo un sueño del que quisieran despertar.

Portada de la novela. Portada de la novela.

Portada de la novela. / D. S.

Es ésta una narración de personajes potentes. Empezando por el protagonista, Fernando, y sus amigos de correrías juveniles –algunos de ellos volverán a aparecer para perpetrar juntos otro tipo de correrías ya no tan juveniles–. También los compañeros de universidad del protagonista –el sometido y afable Braulio, sobre todos ellos– y sus esposas. Urroz trata con ternura y sabiduría a este desolador mapa humano dominado por la mezquindad y el tedio y se reserva la máxima potencia para el personaje de Irene, la hetaira, la diosa, la mujer fatal capaz de arrastrar a los hombres.

El autor no escatima esfuerzos para convencer al lector de que está ante un caso sincero y verdadero. No juega a ser políticamente correcto. Tampoco huye de estereotipos. Los personajes masculinos no hacen el menor esfuerzo por escapar de su educación machista. Las mujeres son retratadas desde la perspectiva de estos hombres. Las esposas son castradoras o infieles, las amantes, ángeles benévolos que terminan engañándolos con otros o directamente "ratas", prostitutas que pueden ser sublimadas pero que, finalmente son sólo putas.

Urroz ofrece a este elenco de adultos perdidos una única y posible salvación, buscar como lo hizo Lawrence un paraíso personal, un falansterio de intelectuales afines, en la hermosa Oaxaca. Como el inglés, Fernando y sus amigos buscan en esta ciudad mexicana la posibilidad de otra vida, la construcción de una comunidad de artistas en la que ser sólo lo que uno quiere ser. Como Lawrence, Fernando fracasa en su intento, aunque para él este fracaso significa una derrota insoslayable de desastrosas consecuencias.

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