De libros

Historia natural del engaño

No es necesario acudir a C. W. Ceram para que nos ilustre sobre la accidentada historia de la arqueología. Basta visitar las páginas que redactó Schliemann sobre su hallazgo de Troya, siguiendo únicamente las descripciones de Homero, o el relato de Carter y Mace sobre El descubrimiento de la tumba de Tutankhamón, para entender que la confección de los museos dependen, no sólo de una reposada sabiduría, sino del azaroso piélago de las pasiones humanas. El propio nacimiento de la Geología, que podríamos escalonar en Steno, Leibniz y Edmond Gosse (siendo este último, a un tiempo, el más moderno y el más retrógrado de todos ellos), también nos informa del errático nacimiento de unas ciencias que hasta ayer mismo vivían una vida indiferenciada y fértil junto al mito. En esta divertida nouvelle de Diego Vecchio se insiste en ese aspecto atropellado y convencional del saber, parodiando la construcción de un museo. Y en concreto, se insiste en esa crítica de la museología, de la estabulación y clasificación del saber, hoy a la moda, que podríamos vincular sumariamente con la filosofía de Foucault y su influyente Las palabras y las cosas.

En puridad, el protagonista de La extinción de las especies no es otro que ese saber, encapsulado e imperfecto, a veces fruto de la picaresca, que incita a la construcción de los museos. Los personajes de Vecchio son personajes de una planicie elemental, cuya función no es otra que la de resaltar esa compilación de objetos con el que el hombre ha cosificado, ha patentizado, no sólo la Historia Natural, sino una Historia del Conocimiento que, según Vecchio, también pudiera ser la Historia de un fraude. ¿Donde hemos visto antes esta burla, no del saber, pero sí de unos sabios amateur, que ridiculizan atrozmente la lenta progresión del erudito? Sin duda en Flaubert y su Bouvard y Pécuchet, cuya caricatura es también la del cientifismo que Vecchio traslada aquí a una competición entre museos y a la confección de un saber, no siempre fiable. En este sentido, La extinción de las especies es un juguete, una modesta sátira, sobre la vanidad de las certezas humanas.

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