¿Por qué no podemos dormir? | Crítica

Mitologías nocturnas

  • Sexto Piso publica un interesante ensayo sobre el insomnio, '¿Por qué no podemos dormir?', el cual no deja de ser una aguda reflexión sobre la ansiedad de la vida en la era del ultracapitalismo

El despertador, elemento imprescindible para acrecentar la desesperación del insomne.

El despertador, elemento imprescindible para acrecentar la desesperación del insomne. / D. S.

En ese bellísimo libro de Albert Béguin que es El alma romántica y el sueño, aprendemos que, antes del siglo del automóvil y la energía atómica, el mundo del durmiente era un territorio abonado para la mitología. Los poetas del redingote y los filósofos enamorados de la noche veían en el momento de entregarse a la almohada una ocasión única para descender al lado oculto de la realidad, a esa nación subterránea donde sentimientos sin amordazar emitían sonidos más verdaderos que en la vigilia, y el remoto futuro, igual que el pasado más trivial, se expresaban en un arduo idioma de jeroglíficos y advertencias.

Luego, esa mitología fue reemplazada por otra más severa, más crepuscular: en el psicoanálisis de Freud, el teatro de cada víspera representa cansinamente un sainete sexual, trocando las imágenes de la poesía en alarmantes sobreentendidos y chistes de grano grueso. El siglo XXI ha insistido en la rebaja; la mitología simplemente se elide para que triunfe, según es sabido, otro tipo de superstición: las mediciones, los escáneres, el promedio, la burocracia de los laboratorios.

Darian Leader, autor de ¿Por qué no podemos dormir?, un inteligente ensayo sobre el insomnio, lo que lo provoca y lo denuncia, lo que yace en su centro y sus arrabales, también lo estima así: el dormir se ha convertido en un producto más. La estereotipación creciente a que nos aboca la vida posmoderna reclama que todos cortemos nuestro sueño sobre el mismo troquel: un formato de ocho horas ininterrumpidas al cabo de las cuales estamos obligados a levantarnos con frescura de hortalizas y encarar la jornada laboral a plena satisfacción de la empresa.

El rendimiento óptimo exigido a nuestro desempeño en la oficina, nuestros ahorros, nuestras vacaciones, nuestras interacciones sociales, vía analógica o digital, se traslada así al terreno del descanso privado y nos abruma con la carga de nuevas obligaciones y expectativas. Esto es: si a la mañana siguiente uno no funciona como es debido (se enfurece, bosteza, necesita un segundo café, se equivoca de gaveta al distribuir los papeles), ello debe imputarse a su falta de consideración para con sus horas de sueño.

El psicoanalista afincado en Gran Bretaña Darian Leader. El psicoanalista afincado en Gran Bretaña Darian Leader.

El psicoanalista afincado en Gran Bretaña Darian Leader. / D. S.

Así, igual que uno es culpable de enfermar de cáncer por no llevar la dieta adecuada o de depresión por no gestionar sus amistades según el rasero psiquiátrico, también el insomne, el exhausto, el insociable, arrastran en su tormento la responsabilidad de no vivir como se debe, respetando la política de máximos que precisa nuestra vida en común.

Para Leader, aquí se hallan las raíces más profundas del insomnio contemporáneo. No tiene ningún sentido tratarlo como una dolencia aislada, acosarlo a base de pastillas o espartanas sesiones de gimnasia, si no se le emplaza en el marco justo de la situación del individuo, en su contexto personal, social, humano. Que suele ser el siguiente: la vida en una urbe cuyas fronteras se han vuelto ya borrosas y que abarcan el mundo entero, la constante necesidad de hacer algo, de mostrar y demostrarse a sí mismo cosas, de ser continuamente joven, eficaz, atractivo, simpático, buen amante, buen padre, buen compañero, vecino ejemplar, y todo sin que la imagen que devuelve el espejo muestre la sombra de una sola falla ni tiemble la sonrisa sobre el obvio espasmo de agotamiento.

Ese individuo perfecto que ahora encarnamos no tiene permitido el lujo del receso: no se le permite retirarse a un espacio privado donde desembarazarse de la máscara, donde pueda despojarse del adminículo asqueroso que le imponen sus encuentros en el ascensor, no puede dejar de ser ese maniquí que ha sustituido sus rasgos por un calambre y que, quizá, de entregarse al sueño, descubriría parcelas de sí mismo que es mejor que el optimismo ignore. De ahí la incapacidad de dormir.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Porque dormir es abandonarse, ser otro, o sencillamente dejar de ser. Algo que, de entrada, nos prohíbe el teléfono móvil desde la mesilla, conectado toda la noche para no escatimarnos ese correo de última hora, esa notificación de la empresa o esa actualización de estado a la que debemos dedicar la velocidad óptima de reacción, y que luego veta igualmente el largo recuento de obligaciones del día previo que dejamos sin cumplir: con el trabajo, con los niños, con el coche, con la salud, con el futuro, con uno mismo, aunque ya ni siquiera entienda quién o qué es eso.

Para solventar esa angustia, la de quedarse a solas en medio de la inmensidad de la madrugada sin una tabla a la que asirse, el capitalismo pone a disposición del náufrago una larga serie de sustitutos, previo paso por caja: fármacos, colchones de prestaciones paradisíacas, infusiones varias, incluso inmuebles de orientación específica donde el sueño, como obedeciendo a una llamada, acudirá cuanto antes a la cabecera de quien lo solicite.

Aparte de este apólogo y esta denuncia, el libro de Leader se explaya en otro tipo de aclaraciones que contradicen su nombre, porque esparcen menos luz que tinieblas. El mismo autor reconoce que seguimos ignorando por qué los seres humanos duermen, por qué sueñan, a qué obedecen con exactitud los ciclos REM (Rapid Eye Movement) y NO-REM que se alternan en ritmos de noventa minutos, qué sucede en realidad cuando el organismo es incapaz de acceder al estado de total desconexión al menos una vez cada 24 horas, cuál es el régimen apropiado y natural de sueño y cuántas horas deben dedicársele, qué, en fin, son esas filmaciones coloridas y misteriosas que cada noche colapsan nuestros sentidos interiores y que llamamos sueños.

Si bien Leader ofrece posibles respuestas alternas a cada uno de estos interrogantes, la solución sigue permaneciendo en el aire y suscitando mitologías de toda clase: la mayoría bastante más pobres y peor acondicionadas, me temo, que las que alumbraron los poetas de antaño.

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