Las invisibles | Ensayo

"El Prado no ha entrado en el siglo XXI"

  • El periodista Peio H. Riaño defiende en su libro 'Las invisibles', publicado por Capitán Swing, una nueva lectura de la principal pinacoteca española que incluya a las mujeres silenciadas

'Judit en el banquete de Holofernes (antes Artemisa)', de 1634, es el único lienzo de Rembrandt en los fondos del Prado.

'Judit en el banquete de Holofernes (antes Artemisa)', de 1634, es el único lienzo de Rembrandt en los fondos del Prado.

Ahora que la pandemia, como concepto, incluso como universo existencial, está tan presente en nuestras vidas, el periodista cultural Peio H. Riaño reflexiona sobre otra plaga, igualmente resistente y contagiosa, aquella que genera la desigualdad entre hombres y mujeres, presente en todos los ámbitos, también en los artísticos y museísticos, como es el caso en su opinión del Prado, del que se ocupa en su reciente obra Las invisibles.

Enumera Peio H. Riaño, en el comienzo de su libro, unas cifras irrebatibles sobre el Arte actual: los puestos de decisión siguen siendo para los hombres; los premios y galardones que se entregan cada año están copados mayoritariamente por los hombres. Las galerías y fundaciones adquieren muchas más obras de artistas hombres, a pesar de que las mujeres compongan el 70% del alumnado de las facultades de Bellas Artes. "En los últimos años, en el Prado, se han invertido más de 30 millones en la compra de obra de 120 hombres, pintores, y apenas 70.000 euros en la compra de obra de tres mujeres", concreta el autor.

Habla Peio H. Riaño del Prado como un anciano de su infancia: un lugar que ama y le duele al mismo tiempo. El "redescubrimiento" de la Judit, de Rembrandt, empuja al autor a contemplar el museo de otro modo, como un espacio que despliega una "violencia silenciosa", concebido como el "paraíso moral" del genio hombre, y la representación de la mujer como "musa" o "víctima". "Pedro de Madrazo, un modelo de misoginia y de machismo, tal y como se puede comprobar en los discursos que realizó en las tres Academias de las que formó parte (San Fernando, de la Lengua y de la Historia), modificó la historia a favor de los hombres y en contra de las mujeres, actuando como un auténtico represor cultural. Y así cambió el título de La familia de Felipe IV, de Velázquez, por el de Las Meninas, un término absolutamente peyorativo, e hizo lo mismo con la Judit de Rembrandt. Una obra maravillosa, entre otras cosas, porque no recoge el momento más popular de ese relato, cuando Judit le corta la cabeza a Holofernes, ya que Rembrandt se centra en una escena previa, creando una imagen muy ambigua".

El escritor, periodista y licenciado en Historia del Arte Peio H. Riaño. El escritor, periodista y licenciado en Historia del Arte Peio H. Riaño.

El escritor, periodista y licenciado en Historia del Arte Peio H. Riaño. / Capitan Swing

Retitulada Artemisa, por Madrazo, desde 1843 hasta 2009, "aunque durante 300 años, en los diferentes inventarios, nunca se mencionó a Artemisa. Esa simple alteración del nombre propició un nuevo relato. Y Judit, mujer brava y soberana, que decide degollar a un tirano para liberar a su pueblo, pasa a ser una señora viuda que, al morir su marido, se tiene que beber sus cenizas mezcladas con vino, porque las viudas también tienen que seguir dependiendo de sus maridos, ya que no se entiende que una mujer pueda vivir sin un hombre", relata el autor.

Por tal motivo, Riaño demanda "una reinterpretación del Museo del Prado, que es necesaria y urgente, y que es factible, sobre todo si tenemos en cuenta que el considerado como el mayor historiador del Arte del siglo XIX, Pedro de Madrazo, lo hizo sin ningún pudor. ¿Cuántas generaciones han pasado por el Prado pensando que esa señora era Artemisa y no Judit hasta que la historiadora Teresa Posada retituló la obra?", se pregunta el periodista.

El Prado, ¿un museo inaccesible para el visitante del siglo XXI?

La lectura de Las invisibles invita al lector, en gran medida, a proponer otros títulos posibles, e igualmente válidos, a la obra. El propio autor reconoce que "Las violadas casi me está gustando ahora más, ya que hubiera sido más acertado, dado que el Museo del Prado se niega a reconocer ese término, al menos en el caso de las seis violaciones de las que hablo en el libro". En este sentido, Riaño explica que "el problema básico del Prado en 2020 es que no contextualiza las condiciones en las que se pintaron las obras, siendo la mujer la gran damnificada. Uno sale del museo pensando que una mujer no puede dirigir un país, si tiene en cuenta el Doña Juana La loca de Fernando Pradilla, o que no pasa de ser una mujer objeto, si asume el discurso de La perla y la ola, de Paul Jacques Aimé, o plenamente convencido de que las mujeres no son violadas, son mancilladas, o sorprendidas o raptadas".

Portada de la obra. Portada de la obra.

Portada de la obra.

Para contrarrestar este discurso, Riaño propone "intervenir en el relato del pasado, porque ese es el principal problema del Museo: damos por válido un relato del siglo XIX". No duda en comparar la propuesta actual del museo con lo sucedido en un célebre programa de televisión, en el que una concursante fue supuestamente violada ante las cámaras: "el visitante del Prado contempla atónito violaciones que no son reconocidas como tales. Hasta que no intervengamos en esos títulos, en esa forma de contar el pasado, estaremos siendo cómplices, tanto los historiadores del Arte, como los propios visitantes, de manera colateral. Y me refiero, fundamentalmente, a las violaciones, porque entiendo que es el caso más urgente, pero hay un relato completo por reconstruir. El Prado no ha entrado en el siglo XXI. Es inaccesible, ahora mismo, para el visitante del siglo XXI", sentencia.

Señala Peio H. Riaño que "en nombre de la belleza se ha construido un canon que ha hecho fuerte al hombre, olvidándose de las mujeres, también de aquellas que intentaron ser artistas a pesar de la época que les tocó vivir. Nos quejamos de la falta de referencias, pero si el Prado reinterpretara su relato, desde una reforma social y política, muchos otros museos seguirían sus pasos. Y no basta con exposiciones temporales, que en muchos casos son un blanqueamiento del machismo".

Justifica el autor la necesidad de esta nueva lectura del museo, señalando que "no nos sirve un museo que habla a una sociedad de hace 200 años. Cuando los conservadores se excusan diciendo que no podemos cambiar el pasado es una falacia porque si algo hace el historiador del Arte es eso: cambiar el pasado, haciendo una relectura. Es un derecho que tenemos en todas las épocas; la realidad no es de hierro. Y en la actualidad, el Prado está intervenido por una ideología anacrónica, descontextualizada y fuera de lugar. Urge una reforma inmediata", demanda el autor.

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