Enrique Bunbury | Músico

"Siempre pienso que las grandes canciones las componen los otros"

  • El cantante se estrena como poeta con 'Exilio Topanga', un libro sobre "las pequeñas cosas que nos hacen felices" que ve la luz bajo el cobijo de la editorial La Bella Varsvovia

Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967), en una imagen promocional.

Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967), en una imagen promocional. / Jose Girl

El zaragozano Enrique Bunbury se ha caracterizado a lo largo de su trayectoria musical por ofrecer una obra cambiante, en constante evolución. Ahora da un paso más, saltando su propia frontera creativa, publicando su primer libro de poemas, Exilio Topanga, en la editorial La Bella Varsovia, que dirige la poeta Elena Medel.

–En el libro el viaje es un gran protagonista, tanto geográfico como emocional, pero también la necesidad de "tener un sitio en el mundo", aunque sea de manera temporal...

Exilio Topanga es un pequeño homenaje, un canto de amor a la ciudad de Los Ángeles. La mudanza de un barrio a otro se convierte en motivo de reflexión sobre los cambios que ha sufrido la metrópolis en los últimos diez años que llevo viviendo allí. Intento mirar sin juzgar, advirtiendo que son los pequeños detalles los que nos emocionan y los que encierran mayor contenido poético.

–En el siempre difícil encaje letra/música, habrá dejado muchos textos en el cajón. ¿Ha tirado de ellos o Exilio Topanga está concebido como un proyecto aparte?

–Empecé a escribir el libro de cero, sin mirar atrás, evitando utilizar material del pasado. Quería encontrar una nueva voz que no tuviera que ver con mis canciones. La forma de encarar los poemas ha sido muy diferente a cuando escribo y compongo un álbum. La libertad en el ritmo y la rima me ha permitido enfrentarme a la poesía con un prisma nuevo y diferente, que no siento deudor de mis trabajos como músico. Son 30 poemas largos que se alejan del poemario habitual del cantante que publica y utiliza los retazos que no acabaron siendo musicados. Ese fue mi propósito desde el principio.

–Lejos de ser un libro metafórico, Exilio Topanga está escrito a ras de suelo, repleto de realidad. ¿Este momento que vivimos requiere de interpretaciones para asumirlo, sentía la necesidad de compartir sus reflexiones?

–Es una mirada local. Quise mirar a mi alrededor, intentando una poesía urbana, intentando ser un observador, dando el protagonismo a la ciudad. Es cierto que en algún momento lo personal aparece y que toda poesía es autobiográfica, porque se cuelan tu sentir y tu pensar. He intentado que el humor también tuviera cabida para encontrar un balance y que no pareciera que la nostalgia de lo perdido tuviera un peso demasiado evidente. Si es extrapolable a otros lugares del planeta, no soy yo quien debería decirlo. Me alegraría que fuera así, aunque no fue mi propósito.

–¿Escribir un poema es un proceso creativo muy diferente al musical? ¿Siente que conviven las mismas referencias en ambos?

–Creo que la poesía y la canción coinciden y se separan lo suficiente para ser consideradas géneros distintos que pueden aprender el uno del otro. En mi caso he intentado que mi poesía y mis canciones se alejen y posean tonos distintos. El corsé métrico y rítmico, y el mismo propósito de la canción popular, hacen que posea unas dificultades propias que no se deben infravalorar. Las referencias que manejas como escritor de canciones son básicamente los grandes autores que idolatras, no siempre por ser los mejores letristas. Puedes citar a Cohen y a Dylan; pero me encanta McCartney, que es un letrista apañado; o me encantan Depeche Mode, que tienen su mundo, pero no es un grupo necesariamente poético; o Bowie, que es un letrista extraño. Supongo que hablando de poetas que me entusiasmen jamás citaría a un autor de canciones, con la excepción de Cohen, que en realidad es un poeta. Mis poetas favoritos, en rasgos generales, son la Generación del 50 española, la poesía confesional americana y los beatniks.

–He creído escuchar la música de algunos de los poemas, como es el caso de Las sirenas, las sirenas o Tristeza desconocida, ¿cree que se producirá ese trasvase en el futuro?

–No es mi intención. Este libro es un camino aparte de lo que hago como compositor de canciones. No se van a entrecruzar.

–La economía, como un mantra, como una religión incluso, está muy presente en Exilio Topanga. ¿Es el gran condicionante con el que nos encontramos en la actualidad?

–He querido que lo cotidiano, lo rutinario, la publicidad, los detalles del paisaje urbano, formaran parte del contenido poético. Así, también la economía y los artículos de la prensa, se cuelan por alguno de los poemas. Para mí, el verdadero protagonista del libro es el amor. Hacia las pequeñas cosas que nos hacen felices y nos completan como individuos, dentro del núcleo familiar y de lo que hemos venido a llamar sociedad.

–Una vez publicado, ¿considera este libro una rareza dentro de su trayectoria o es el inicio de otra faceta? ¿Siempre ha escrito, más allá de las letras de sus canciones?

–Considero que es el inicio de algo que voy a desarrollar, si la inspiración y el tiempo me lo permiten. Supongo que también si la editorial quiere seguir publicándome. Escribí hace un tiempo un par de cositas que podríamos llamar novelas. Desgraciadamente, o no tanto, en un robo en mi casa anterior en West Hollywood se hicieron con el ordenador y los discos duros en los que estaban esos esbozos bastante avanzados. Es posible que fuera una señal del universo, dejándome claro que no era lo que tenía que publicar, o quizás simplemente fue un tipejo amigo de lo ajeno que entró por la ventana.

–La pandemia, el estar lejos del escenario, ha activado al Bunbury creador, con dos álbumes en menos de un año y ahora este libro de poemas, ¿le queda por mostrar alguna otra faceta de su personalidad artística?

–Me gusta componer canciones y dedicar tiempo a la escritura. También pinto como aficionado desde hace unos pocos años, creo que seis o siete. ¿Si algún día mostraré mis cuadros? Tendría que armarme de valor. Para mí, publicar un disco o este libro de poesía supone un esfuerzo sobrehumano de autoconvencimiento. El estado normal de las cosas es pensar que ya hay suficiente material en la historia de la música o de la poesía como para añadir algo que yo haya podido crear en la soledad de mi estudio. Siempre pienso, lógicamente, que las grandes canciones las componen otros, que los grandes pintores están a un nivel inalcanzable para mí y que nunca escribiré algo que le llegue a la suela del zapato a Gil de Biedma.

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