Javier Sierra. Escritor

"Lo que nos ha hecho seguir adelante como especie ha sido la curiosidad"

  • El autor, ganador del Premio Planeta en 2017, regresa con 'El mensaje de Pandora', un libro escrito durante el confinamiento en el que explora la relación del hombre con el cosmos

Javier Sierra, fotografiado en una anterior visita a Sevilla.

Javier Sierra, fotografiado en una anterior visita a Sevilla.

"Pocas cosas hay tan letales como los dogmas. Siempre que el ser humano ha creído estar en posesión de la verdad absoluta, se ha detenido en seco su capacidad de avance", argumenta Javier Sierra en su nuevo libro, El mensaje de Pandora (Planeta), un texto escrito mientras la expansión del coronavirus sacudía el mundo y el autor de La cena secreta o El fuego invisible, por el que ganó el Premio Planeta, sentía que debía explicarse, y explicar a los lectores, este "preludio del fin del mundo que conocemos". Una mujer escribe una carta a su sobrina, y, en esas líneas, Sierra despliega esa cultura que asoma siempre por su obra y que nunca está reñida con la imaginación,  “una forma legítima de acercarse al conocimiento”, para analizar cómo los virus están ligados a nuestra Historia e investigar la relación del hombre con el cosmos.

–En el confinamiento recordó la postura de Antifonte, que defendía que en tiempos de tribulación las palabras pueden sanar. Aparcó las ficciones en las que trabajaba y se embarcó en esta obra.

–En un primer momento no supe calibrar bien a qué nos estábamos enfrentando. Pensaba que el confinamiento me serviría para terminar alguno de los proyectos que tenía en marcha, pero las noticias eran tan malas, tan desastrosas, que de repente lo que yo tenía en el escritorio perdió intensidad, perdió color. Quise hacer lo que sé, interpretar la realidad a través de la escritura. Reflejé lo que estábamos viviendo con tres espejos: el de la Historia, el de la ciencia y el de la mitología, que me han servido para entender lo que estaba pasando y para prevenir lo que puede pasar en el futuro.

–La mujer que escribe la carta le traspasa su conocimiento a su sobrina y le dice: “Ojalá te infecte”. La sabiduría también puede ser un virus, un virus bueno.

–De alguna forma, lo que siempre nos ha sacado adelante como especie ha sido nuestra curiosidad, nuestra capacidad para adaptarnos a las circunstancias con imaginación. Lo peor que podríamos hacer ante un reto como este sería quedarnos quietos, no tomar decisiones. Esta carta, de alguna manera, invita al movimiento, aunque sea un movimiento intelectual, una reflexión, eso significa que no somos agentes pasivos. Estamos viviendo un momento histórico, aunque no seamos muy conscientes de ello. Esta situación no va a durar un trimestre o dos, seguramente estaremos sumergidos en ella dos años o más, que es lo que se suele tardar en dejar atrás una pandemia. Van a cambiar muchos hábitos. El coronavirus dejará muchas consecuencias negativas, pero ayudará también, por ejemplo, a redistribuir la población. La gente va a darse cuenta de que frente a una pandemia es más peligroso vivir en una ciudad que en el campo o en una comunidad pequeña. Con la posibilidad de teletrabajar, ¿qué te impide hacerlo en un sitio más barato, donde no tengas problemas de transporte y tus hijos crezcan felices?

–Francis Crick, Premio Nobel  por descubrir la estructura del ADN, creía  que una civilización de otro planeta había enviado sondas cargadas de material biológico que convirtieron al homínido en homo sapiens.  Y no es el único científico que lo sostiene...

–Mi contacto con la panspermia dirigida –así se llama la teoría– nace por un vericueto particular, a raíz de la lectura del mito de Pandora. En esa historia se nos explica que Zeus, queriendo castigar al ser humano por haber aceptado el fuego de Prometeo, nos envía una caja cerrada herméticamente que no debería abrirse bajo ninguna circunstancia, pero Pandora la abre. A partir de esa caja salen todas las pandemias, todos los males. La idea de que un recipiente venido de los cielos nos traiga todas las enfermedades me conectó con la panspermia. Y lo cierto es que la vida, que mucha gente pensaba que era autóctona de la Tierra, una especie de excepción cósmica, tiene hábitats enormes ahí fuera en los que desarrollarse. En las tres últimas décadas ya hemos aceptado que hay exoplanetas, planetas orbitando otras estrellas, y en los últimos años hemos hecho cálculos nuevos sobre el número de esos exoplanetas que se parecen a la Tierra y que hay en nuestra galaxia, la Vía Láctea, y el número es alucinante. Pensar que la vida es sólo algo de la Tierra es provincianismo, es ver con una perspectiva muy limitada. Y otra cuestión es cómo se transmite la vida de un sitio a otro. Si hacemos caso a esta teoría, se parece a una polinización. Habría agentes que serían estos cometas, asteroides y meteoritos que estarían constantemente infectando mundos y que nos harían ver nuestra posición en la evolución como una infección. Tú y yo seríamos frutos de eso. 

"El virus redistribuirá la población. La gente va a comprender que ante una pandemia es más peligrosa la ciudad"

–Otra hipótesis que explora es la de que las pandemias no se produjeron hasta que el hombre no empezó a convivir con animales.

–Eso es muy interesante, porque antes del Neolítico no existían las pandemias. El ser humano era nómada, cazador, se movía continuamente en busca de alimento. Pero a raíz de la implementación de la agricultura y de la ganadería el humano se pega al territorio y empiezan a formarse comunidades, no se trata ya de una familia o dos. Son muchos, cientos de miles, los hombres y mujeres que se juntan, y es ahí donde nacen las pandemias. Es la tormenta perfecta: empezamos a convivir con los animales, los virus que habitan en el entorno animal saltan a los humanos y, como hay muchos juntos, se desencadenan las pandemias. Si nos atenemos a la selección natural de Darwin, esas enfermedades fueron laminando las ramas genéticas más débiles de la humanidad. Nosotros somos los descendientes de los que resistieron.

–El coronavirus suscita muchas preguntas que usted trata en su libro. Por ejemplo, cómo pudieron contagiarse en el portaviones francés Charles de Gaulle cuando no habían tenido contacto con tierra firme.

–En todas las pandemias ha ocurrido que comunidades sin contacto con otras se han infectado. Los biólogos no lo comentan mucho porque no tienen respuestas y porque se dan pocos casos, pero los hay, como he dicho antes, en todas las pandemias que conocemos. La única explicación es que ese factor de contagio cara a cara no sea el único, sino que haya otros. Que los virus puedan desplazarse de una manera que no conocemos o que puedan mutar simultáneamente en distintos lugares, y ahí entrarían otras teorías que sobrevuelan en el libro como la de los rayos cósmicos y cómo este bombardeo permanente que nosotros tenemos en la Tierra es capaz de modificar genéticamente  no sólo organismos vivos, también las memorias de los ordenadores... Estamos empezando a conocer cómo el Universo nos influye, aunque los antiguos ya lo sospechaban. De hecho, llamaban a las enfermedades influenza por la influencia de los astros.

–"Buscamos iluminación, conocimiento, el fuego del saber", afirma uno de los personajes. A eso ha consagrado usted su carrera.

–Yo lo que trato de defender es que no hay preguntas incorrectas, lo que hay son respuestas más o menos satisfactorias. Las preguntas siempre son oportunas pese a que puedan parecer absurdas en un primer momento. Invito siempre a los lectores, y a los espectadores cuando hago programas, a que despierten su curiosidad, que nos va a salvar de todo, incluso de la pandemia.

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