'Filósofos de paseo' | Crítica

Caminos que determinaron ideas influyentes

  • El profesor Ramón del Castillo reúne a unos cuantos pensadores a los que les gustaba caminar en el libro 'Filósofos de paseo', editado por Turner

El profesor Ramón del Castillo.

El profesor Ramón del Castillo.

Qué hubiese sido de la obra de Kant si este hubiese conocido un paisaje distinto al que conoció. O qué hubiese sido de Hegel. De Walser o Sartre. Cómo habrían desarrollado sus ideas si las ciudades donde nacieron, o sus entornos personales, hubiesen sido otras. Hay quien cuestiona esa causalidad entre sociología y filosofía. Quien nos advierte de que la geografía –tampoco la época– no es relevante en el pensamiento de autores universales. Ramón del Castillo, profesor en la UNED, no lo considera así en Filósofos de paseo. Publicado en la editorial Turner, el ensayo razona y argumenta la relación entre las tesis de nombres relevantes para la historia de Occidente y el paisaje en el que se formularon. Un tema que tiene libros precedentes, y que en este ensayo se citan: Andar. Una filosofía, de Frédéric Gros o The Art of Wandering, de Melvin Coverley.

Pero Ramón del Castillo aporta nuevas perspectivas, y nuevos nombres, como Heidegger, Adorno o Wittgenstein. Resulta de interés la noción que Schelle tuvo del paseo. Para este autor, el caminar propicia el contacto con la naturaleza y con el individuo que no se limita a la rutina, quizá al tedio del trabajo. Su criterio es que en el espacio público se puede llegar a conocer mejor a una sociedad, ya que es ahí donde se da la espontaneidad, lo natural. Se perciben aquí las ideas sobre lo idílico del campo, esa idealización renacentista de la naturaleza que tan presente se hará en los movimientos contraculturales del siglo XX: el pacifismo, lo hippie. Schelle no ve conflicto entre lo urbano y lo rural, pero sí cree que el campo es el sitio idóneo para la reflexión, pues "las contingencias urbanas acaban por estrechar la mente". Un planteamiento que hoy día tiene vigencia, aunque sea de manera tangencial, en discursos naturalistas, ecologistas o en el debate que el escritor Sergio del Molino acuñó con el término "España vacía".

Otra perspectiva nos aporta Hegel, quien prescinde de todo concepto idealista sobre lo natural, sobre los jardines, la naturaleza… en respuesta contraria a las ideas románticas. Escribe Ramón del Castillo que "a Hegel no le gustaba solo eliminar la ilusión naturalista de algunos jardines, sino que también disfrutó desnaturalizando la naturaleza entera. Su filosofía funciona así: todo lo que a los románticos les hacía elevarse, él lo devuelve a la más pura inmanencia. Todo lo que parecía sublime, él lo vuelve prosaico". Ni rastro de nostalgia bucólica en el pensamiento de Hegel, tan distante y distinto del de Rousseau, quien sí mantuvo una noción idealista de lo rural. Hegel quizá sea menos ingenuo y más analítico, no tan dado a la impresión subjetiva y sentimentaloide como al discernimiento racional. Al igual que Hume o Voltaire, hombres urbanitas que se distanciaron de la vida campestre.

Rousseau no se podría entender, nos indica Ramón del Castillo, sin sus viajes y sus paseos

Portada de 'Filósofos de paseo'. Portada de 'Filósofos de paseo'.

Portada de 'Filósofos de paseo'.

Rousseau acaso no se podría entender, según nos indica el profesor Ramón del Castillo, sin sus viajes y sus paseos. Como Kierkegaard, a quien incluso se le atribuye la condición de primer flaneur; o al menos uno de sus precursores. Para él, el paseo era una manera de distracción y a su vez de observación. Se alejaba de la soledad que lo invadía mientras que compartía sociedad, calle, cotidianeidades. Aunque su participación respecto de sus semejantes se limitara a la indagación introspectiva: a buscar en él mismo lo que pudiera ver en los otros.

Similar es el caso de Nietzsche, de quien se ha dicho que escribía más con el pie que con la mano. Ramón del Castillo apunta que "sus marchas al aire libre no solo fueron una distracción de sus padecimientos, sino una experiencia del movimiento incesante, perpetuo y alocado". También nos señala la vinculación entre la idea del eterno retorno y los paseos. Según el estudioso Gros, Nietzsche siempre deambulaba por los mismos caminos.

Muy interesantes son las divagaciones sobre Adorno. Un autor que nos explica el uso mercantilista de lo sublime tras las experiencias traumáticas de las guerras del siglo XX, y del ascenso de sistemas políticos que convirtieron lo bello en tragedia. Para Adorno no existe posibilidad de paisaje bucólico o grandioso, menos aún su veneración. Hablamos de un mundo donde la tecnología nos ha vuelto más "precisos". Adorno busca ejemplos en cómo cerramos una puerta, cómo nos relacionamos con los materiales, con lo mecánico. Todo tiene que ser rápido, urgente, conciso.

De Wittgenstein se nos cuenta que también denunció los males de una sociedad excesivamente dependiente de la tecnología moderna. Aunque evitó cualquier simplificación del entorno rural. Ramón del Castillo contrapone esta idea con la de Tolstói y Steiner. Pensadores que sí asociaron a la vida campesina una serie de valores relacionados con lo primitivo, con lo natural, con lo humano.

Del Castillo ha escrito un ensayo donde lo erudito y lo didáctico se complementan

No exactamente en el campo, pero sí en un "jardín" -el jardín de las náuseas-, Sartre medita y expone su propia filosofía. De aquellas tesis, estos discípulos existencialistas. Quienes tomaron lo vegetal, las plantas, como principio de algunas de sus ideas. Así, nos cuentan que Freud "comparó la estructura de un sueño con la de un champiñón". O que Deleuze y Guattari "partieron del mundo vegetal no solo para proponer otra forma de entender el movimiento del pensar, sino también para explicar todas las formas de vida, desde el correr de las ratas hasta los desplazamientos de los activistas políticos".

Ramón del Castillo publica en Filósofos de paseo un ensayo cuya erudición es complementaria con el didactismo. Con esa divulgación que no desmerece -¿en qué momento se hicieron incompatibles?- cualquier atributo de intelectualidad. Desde un enfoque original, el autor del libro nos lleva por el paseo de otros autores que determinaron el camino de una civilización. Camino compuesto por muchos otros caminos, que nunca se agotan, que nunca se acaban.

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