Pablo Aranda. Escritor.

"Me gusta hablar de personajes con los que es fácil identificarse"

  • El autor reflexiona sobre la paternidad, el peso del pasado o las ocasiones perdidas en 'La distancia', un libro ambientado entre España y Marruecos

Pablo Aranda (Málaga, 1968).

Pablo Aranda (Málaga, 1968).

Un intérprete de árabe recibe el encargo de acudir a una cita en Marruecos y hacerse pasar por un traficante para así detener a dos españoles que desean prosperar con negocios turbios. Con hechuras de thriller arranca La distancia, de Pablo Aranda, pero la nueva novela del autor malagueño, editada por Malpaso, no pretende ser una simple intriga sobre el narcotráfico: es la historia de un amor que abrasa las entrañas, el que siente Emilio, el intérprete, por Tamar, una mujer valiente que sin embargo tuvo miedo de apostar por su futuro, y una obra honda y emocionante sobre conceptos como el peso del pasado, la paternidad y las oportunidades que se perdieron. "Pensó que nunca había entendido la vida y que ya quedaban pocas cosas que le interesara entender”, se dice del protagonista de este libro sobre hombres y mujeres que jugaron a vivir y hoy tienen que aceptar "el resultado de esa partida”.

-La distancia tiene una estructura aparentemente sencilla y sus páginas se leen con ligereza, pero el conjunto esconde una inesperada complejidad y da la impresión de que, tras esa austeridad engañosa, hay una obra muy meditada.

-Puede ser la novela a la que más vueltas he dado, que más procesos de corrección ha tenido. Viene de una primera versión que no me convencía y que guardé, un material que años después cogí y que vi que era salvable. He reescrito el libro varias veces hasta quedar satisfecho y, sí, hay mucho trabajo detrás. Me gusta poner en mis libros dosis de intriga, porque con eso doy ritmo a la narración y me divierto a mí mismo en el proceso. pero lo que me interesa realmente es otra cosa. Siempre me atrae hablar de situaciones cercanas, de personajes con los que no sería difícil identificarnos, y los suelo colocar al borde del precipicio. Digamos que es un precipicio del que volverán airosos o heridos, pero del que se puede salir. Sí, lo que más me interesa contar es una historia social, de relaciones, de búsqueda.

-Uno de los asuntos que aborda la obra es el concepto de la valentía. Viene a decir que incluso la gente más brava carece de arrojo para resolver su vida. -Casi que lanzo una serie de hipótesis a los personajes para que ellos traten de resolverlas, y una de ellas es el tema de la cobardía y la valentía, pero lo abordo con ciertos matices. ¿Ser valiente implica ser valiente siempre? ¿Poseer significa poseer del todo? Tenemos unos códigos aprendidos que son falsos o incompletos, la vida es más compleja. Aquí hay personajes que parecen cobardes y actúan con coraje en un momento determinado, o una mujer, Tamar, que vive de manera valiente pero no es capaz de dar el paso definitivo. -A través de ella, pero también de otros personajes, La distancia reflexiona sobre la situación de la mujer en Marruecos.

-Ahí me atrevo a ir un poco más lejos, e incluso hay algún diálogo entre dos mujeres marroquíes que hablan del tema. Me aventuro a decir que en muchos casos la salvación de la mujer marroquí pasa por trasladarse a España o a Francia, donde puede venir a la universidad con normalidad o estar en una cafetería sola.

"En muchos casos la salvación de la mujer marroquí pasa por venir a España o a Francia, donde puede ir a la universidad o estar en una cafetería sola"

-A usted el mundo árabe no le es desconocido. Fue profesor en Argelia.

-Cuando terminé Filología Hispánica me inscribí para un lectorado. Había una casilla en la que tenías que decir qué país solicitabas y yo escribí: Todos los del mundo. Me daba igual dónde, todo me parecía bien, y me ofrecieron una plaza en Orán, en Argelia. Me fui de cabeza, había estudiado en la universidad tres años de árabe, y no me arrepentí: fue una experiencia intensa, completa. De esos años, curiosamente, he rescatado en el libro a alguien que no aparece pero del que sí hablan los personajes: se comenta que hay un amigo, Arturo, que vivió en Tánger y se trasladó a Francia, y pertenece a esa etapa de mi vida.-En un momento determinado, el protagonista se pregunta cómo se es padre. ¿Usted sabe responder a esa pregunta?

-Hay una serie de temas en mis novelas que no elijo de manera consciente, pero que están ahí, y uno de ellos es la paternidad. Mi primera hija es de una relación anterior y conviví con ella sólo los primeros meses. He tratado de estar junto a ella todo lo que he podido, y eso me ha generado mucha lucha, interior sobre todo, y mucho sufrimiento. Tengo una relación estupenda con ella, que hoy tiene 20 años, pero con ella, y con los otros dos hijos que tengo, de nueve y de once años, me he preguntado uno de los interrogantes más importantes de la vida, cómo puedes ayudar a esas personas para que sean de mayores personas libres, sanas y buenas. Exploro esa inquietud pero en las narraciones las llevo hasta ciertos límites. Me imagino cómo sería una situación que yo llevo con felicidad y sencillez si no se dieran las mismas circunstancias. O planteo un diálogo entre biología y adopción. Un hijo es aquel al que respondes cuando te llama papá, más allá de ese pacto lo demás no importa.

"Tenemos una serie de códigos aprendidos, como valentía o cobardía, que no sirven para la vida, que es más compleja"

-Usted siempre se ha puesto en el lugar del otro: desde su primera novela, La otra ciudad, se preocupa por la realidad social.

-Siempre me ha intrigado eso de que caemos en una familia y en un barrio por azar, que normalmente nos relacionemos con los compañeros de colegio y poco más. Yo desde el principio tuve curiosidad en romper eso: me adentraba en zonas de Málaga a las que no tenía que ir, cuando viajaba me escapaba de las rutas previsibles... Me fui solo a la India y estuve en un hospital con la madre Teresa; más tarde fui educador de menores que estaban cumpliendo medidas judiciales o monitor en una casa con enfermos mentales... Y la realidad social no me ha interesado sólo en la vida, también en mi obra, lo que ocurre es que mis primeras novelas retrataban personajes más marginales y ahora parecen más adaptados. Están integrados, pero son integrados defectuosos.

-Abre el libro con una cita de Joyce Carol Oates que dice que la felicidad existe, que "sólo tienes que encontrarla y conservarla".

-Veía esa cita como un manotazo en la mesa: que lo dice Joyce Carol Oates, que va en serio, que la felicidad hay que buscarla. La frase me funcionaba para unos personajes que, como todos, lo que intentan es sobrevivir.

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