Cultura

La historia de un final anunciado

Cuenta Almudena Grandes que en los últimos años han sido muchas las oportunidades que Jorge Galán ha tenido de quedarse en España. Nunca lo hizo porque se hace muy difícil marcharse de un país como el suyo, con 40 asesinatos al día. "No es como irse de un lugar normal, uno siente que se está marchando de un barco que se está hundiendo y teme no estar ahí para tratar de sobrevivir con los suyos".

La historia de Jorge Galán es la de un final anunciado. Desde que comenzó a tener éxito en la literatura -es el escritor centroamericano más reconocido de su generación- las puertas se fueron cerrando. Los amigos comenzaron a mirarlo con desconfianza y su país, poco acostumbrado a los triunfos, comenzó a percibirlo como un intruso.

Cuenta el escritor, con una mezcla de buen humor y amargura, que el récord más célebre de El Salvador es haber sido el equipo más goleado en un Mundial de fútbol. Fue en el de España en 1982, cuando recibió diez goles de Hungría.

Acostumbrados a la derrota, los triunfos de Galán resultaban difíciles de digerir. En primer lugar porque se producían en España y en segundo porque sus libros son genuinamente salvadoreños. No sólo han sido escritos en El Salvador sino que se esfuerzan por capturar una parte del país más pequeño de Centroamérica, abocado a una espiral de violencia que ha acabado con sus instituciones y con la salud del tejido civil. En ese contexto, la voz crítica de Galán sólo podía agitar el resentimiento.

Por si fuera poco, Jorge Galán siempre ha navegado solo. Nunca ha formado parte de escuelas, bandos, ni partidos políticos, simplemente porque no le interesa la política, ni la conspiración. Es un hombre tranquilo a quien le gusta escribir, que nunca se ha enfrentado a nadie, a quien es imposible enfadar por más que uno se empeñe, porque su enfado le encierra más en él, le vuelve más silencioso y le empequeñece.

Tal vez sea la consecuencia de haber sido un niño de la guerra de El Salvador, de haber contado entre sus juegos infantiles el de seguir rastros de sangre o subir al tejado para ver los bombardeos sobre la ciudad. Apenas era un niño cuando asesinaron a monseñor Romero. Antes habían asesinado a Rutilio Grande, el primero de una larga nómina de sacerdotes que se hicieron mártires defendiendo un pueblo y unos valores. Después Ellacuría y los suyos, los seis jesuitas de la UCA, fueron acribillados en su universidad, la misma en la que estudió Galán hasta que cerraron la carrera de Letras (hoy ya no es posible estudiar literatura en todo el país).

Galán ha querido rendir un homenaje a la memoria y a la justicia con un libro que lo sitúa en una posición penosa. Lejos de sentirse en un lugar apetecible, como algunos pensarán, vive en el exilio en casa de unos amigos poetas, sin libro y sin dinero y a la espera de que la editorial Planeta decida lanzar la novela en España (ha sido publicado en México y Centroamérica), mientras analiza el alcance mediático y las posibilidades económicas de una novela escrita por un centroamericano. Cada día sale a pasear por el bulevar de la Avenida de las Constitución, toma un café y espera a que amanezca en Centroamérica, donde está su casa, para empezar de nuevo el día.

Los fines de semana va a Los Cármenes, donde tiene un asiento reservado. Su rutina empieza a parecerse a la de un granadino, si bien su espera es agónica y no le permite trabajar. Es la espera del que sabe que el final no es mejor que el comienzo. Seis meses dura la tarjeta roja que le ha entregado el Ministerio del Interior español. Antes de ello tendrá que responder a su petición de asilo político. Jorge Galán sólo quiere que no lo manden de vuelta a donde, en realidad, desearía estar. La vida puede ser así de escurridiza, a veces tanto como la melancolía.

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