ETERNO AMOR | ILUSTRACIONES DE KIKE DE LA RUBIA

Un mundo propio entre la libertad y la reclusión

  • Pilar Adón fabula sobre el poder en 'Eterno amor', una 'nouvelle' ubicada en una aislada residencia femenina donde se tutela a unos jóvenes enigmáticos

Las mujeres que protagonizan la historia (detalle de la portada).

Las mujeres que protagonizan la historia (detalle de la portada). / Kike de la Rubia

Pilar Adón (Madrid, 1971) publica en el sello Páginas de Espuma una perturbadora y hermosa historia ilustrada por Kike de la Rubia, Eterno amor, en la que introduce al lector en una apartada residencia donde un grupo de mujeres consagra su vida al cuidado y vigilancia de unos chicos. Ubicada en la ladera de un monte, la casa con su entorno es una protagonista más de esta nouvelle en la que Adón explora los límites entre libertad y reclusión con su prodigioso lenguaje, que nunca abandona los veneros poéticos de sus celebrados libros Mente animal, Las órdenes o el más reciente, Da dolor. El formato le permite además afianzar su talento para el relato largo, otro de los territorios donde ha forjado una voz inconfundible, y en esta colaboración con Páginas de Espuma resuenan los logros de su anterior recopilación La vida sumergida, donde el hábitat y el ambiente de los personajes resultaban decisivos para las tramas.

La naturaleza que rodea la aislada mansión imaginada por Pilar Adón. La naturaleza que rodea la aislada mansión imaginada por Pilar Adón.

La naturaleza que rodea la aislada mansión imaginada por Pilar Adón. / Kike de la Rubia

La autora sostiene que las mujeres de Eterno amor están, en cierto modo, "encerradas dentro de un encierro. Como muñecas rusas, se hallan en un claustro que está dentro de un edificio monacal que está a su vez rodeado por un jardín que a su vez se sitúa en un monte. Los chicos a los que cuidan están encerrados además en sus habitaciones y Lemuel, incluso, está encerrado dentro de sí mismo, porque ni siquiera habla. Nada entra, nada sale". En este sentido, continúa, "la atmósfera de la nouvelle es de encierro, ciertamente, pero ese encierro representa también una forma de huida. La reclusión voluntaria me parece una expresión de libertad, aunque pueda parecer contradictorio, porque salvo el marco nada te coarta, las reglas son claras y no hay nada que perturbe esa paz, no hay nada que mueva el aire. Muchos no lo entienden, y piensan que quien está solo de manera voluntaria en realidad no quiere estar solo. Y tienden a intervenir".

Así también al universo cerrado de Eterno amor llega alguien del exterior, un preceptor que viene a romper el equilibrio de la comunidad y a subvertir los códigos imperantes. "Ése es otro motivo recurrente en lo que escribo: el intruso, el que viene a perturbar, a revolucionar el orden perfecto de las comunidades en las que tan a gusto me siento", continúa.

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No hay un marco cronológico determinado en esta historia, que sugiere en ocasiones el medievo de los monasterios y las abadías, una mansión victoriana como Manderley, y otras veces se presenta como una distopía del siglo XXI con sus personajes hiperconectados a través de internet. Pilar Adón no usa la historia como alegoría de nada que tenga que ver con el aquí y el ahora pero es evidente que le obsesionan los espacios cerrados en los que las jerarquías se marcan fácilmente. "Me sirven como marco para explorar las relaciones y los conflictos interpersonales, que es al final lo que me interesa. En este caso, la figura de las beguinas, que se dedicaban a cuidar de los demás, pero que podían dejar en cualquier momento de hacerlo, me parecía perfecta. Esa mezcla de reglas estrictas, promesas y votos de mantener un determinado comportamiento, y a la vez la libertad de poder salir en cualquier momento, además de la independencia intelectual. Todo eso me atraía mucho".

La figura del preceptor que la comunidad se ve obligada a acoger, acatando sus órdenes, tiene desde su presentación un perfil demoniaco que conecta el relato con numerosos pasajes de las escrituras sagradas. "Es un personaje altivo e insolente, probablemente virtuoso en su tiempo, pero que ha sucumbido a las tentaciones del poder, y que usa sus armas para someter a las guardianas. Kike de la Rubia, de hecho, lo ha representado dibujándolo en forma de serpiente y empleando con él el color rojo. En cuanto a los mitos que subyacen a esta narración, como en muchos de mis otros libros, la Biblia y sus historias están muy presentes. Crecí leyendo la Biblia, y siempre me han fascinado estos relatos que nos narran la creación agónica y triunfal del mundo, los pueblos errantes, las muertes violentas, la guerra, la venganza divina, la lucha entre la extrema bondad y la maldad más absoluta, el mito de la caída, cómo se echó a perder el paraíso. Y también hay mucho del universo de los cuentos que leíamos de pequeñas".

La amenazante presencia que llega del exterior se subraya con el uso del color rojo. La amenazante presencia que llega del exterior se subraya con el uso del color rojo.

La amenazante presencia que llega del exterior se subraya con el uso del color rojo. / Kike de la Rubia

Entre los personajes positivos de la narración, sobresalen la madre Sandra que dirige la comunidad de hermanas y la nueva voluntaria, que es ajena a los votos, y será quien se encargue de tutelar al personaje de Lemuel, con el que se encariñará más allá de toda lógica. Una figura que parecer servir de alter ego de la propia Pilar Adón, aunque no del todo. "Para mí esta recién llegada es una embajadora perfecta para mostrarnos con ojos vírgenes el peculiar ambiente de la casa monástica, y las relaciones de poder que operan en ella. También me sirve para mostrar cómo se puede pasar del mero afán de cuidado al amor, y cómo ese amor hace que se pierda el control que hasta el momento se creía tener. Quizá el centro de la narración, el vértice invisible alrededor del cual gravita todo, sea el personaje de Lemuel, que no habla salvo por correo electrónico. También en cierto modo Lemuel soy yo, con ese poco interés por mostrar, con ese afán de reclusión y vocación de perfeccionamiento".

"La naturaleza no está ahí para nosotros. Simplemente está. Pero, a la vez, lo natural nos reconcilia y nos conecta con nuestro pasado, con nuestra cultura"

La vegetación que rodea a la comunidad ofrece a Pilar Adón la posibilidad de explorar uno de sus temas favoritos: el conflicto entre lo salvaje y lo civilizado, fronteras que aquí diluye y subvierte. "Para mí la naturaleza (lo no urbanizado, lo no domesticado) y todo lo que implica es clave. No solo por el juego estético, sino que, recogiendo el guante de John Fowles en El árbol, el bosque, lo salvaje, representan nuestro lado irracional, indómito, agreste, algo que a nivel creativo resulta muy interesante, pero también nuestro lado más puro, más genuino. La naturaleza no está ahí para nosotros. Simplemente está. Pero, a la vez, lo natural nos reconcilia y nos conecta con nuestro pasado, con nuestra cultura. Tiendo a huir de las idealizaciones de la naturaleza como algo amable, algo humanizado, que lo único que hacen es empequeñecerla. Yo crecí en un ambiente urbano porque mis padres salieron del pueblo para irse a vivir a una ciudad de la zona sur de Madrid. Pero regresábamos a su lugar de origen todos los fines de semana y todas las vacaciones. Durante mucho tiempo no quise mirar en esa dirección. Para mí, la literatura no tenía nada que ver con esa vida. Pero llegó un momento en que descubrí que precisamente ahí estaba la verdad que buscaba, y lo descubrí gracias a la poesía, mediante los poemarios publicados en La Bella Varsovia, en los que indagaba en la naturaleza que yo conocía y que había heredado de manera natural de mis padres y de mis abuelos".

Y en esta singular aproximación a una atmósfera acechante y opresiva de pasillos, puertas y habitaciones cerradas destaca también el inspirado trabajo del ilustrador Kike de la Rubia (Madrid, 1980), colaborador habitual del sello Nórdica. "Compartimos muchas ideas sobre la naturaleza y la vida en ella. Cuando me mostró lo que había hecho, sus dibujos, me quedé fascinada por cómo había plasmado unas ideas e intenciones de las que ni siquiera yo era consciente. Su interpretación del texto es lúcida, profunda e increíblemente sensible", concluye la escritora. 

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