Invierno en Oriente Próximo | Crítica

Oriente, melancolía

  • La Piedra Lunar recupera el sugerente relato donde la gran viajera Annemarie Schwarzenbach dejó constancia de su recorrido por algunos de los países emancipados del imperio turco

Annemarie Schwarzenbach (Zürich, 1908-Sils im Engadin, Segl, 1942).

Annemarie Schwarzenbach (Zürich, 1908-Sils im Engadin, Segl, 1942).

La de Annemarie Schwarzenbach es una figura tan fascinadora que corremos el riesgo de pasar por alto, al hablar de su leyenda y de sus muchas heterodoxias, la gran calidad de su escritura, volcada con cuidado exquisito en la versión castellana de Invierno en Oriente Próximo. Explica el traductor, Juan Cuartero, que la prosa de la viajera y narradora alemana refleja un estilo a la vez anticuado y poderosamente moderno, y es esta combinación que se traslada también al fondo, donde conviven los ecos tardorrománticos de la tradición orientalista con un interés genuino por la realidad no idealizada de los países que atraviesa, lo que concede un encanto especial, muy alejado de los relatos de los aventureros convencionales, a su memorable recorrido por los países que formaron parte del recién desmembrado Imperio Otomano.

Estambul, 1933. Una de las fotografías que tomó Schwarzenbach durante su viaje. Estambul, 1933. Una de las fotografías que tomó Schwarzenbach durante su viaje.

Estambul, 1933. Una de las fotografías que tomó Schwarzenbach durante su viaje.

La prosa de Schwarzenbach refleja un estilo a la vez anticuado y poderosamente moderno

El drama interior del ángel devastado, como la llamó el famoso padre de sus íntimos amigos Klaus y Erika Mann, apenas se trasluce en las notas de viaje, que como dice Cuartero pueden complementarse con los escasos datos de sus cartas privadas, donde la corresponsal hace veladas referencias a la morfina, o las interesantísimas fotos, disponibles en internet, que tomaba ella misma. Entre octubre de 1933 y abril de 1934, partiendo de Estambul con destino final en Bakú, la ciudad azerbayana que tan magistralmente retratara, también en lengua alemana, el enigmático Kurban Said, Schwarzenbach visita la nueva república de Turquía, Siria, Líbano, Palestina, Iraq y Persia. Su recuento combina la narración, las descripciones y las divagaciones ensayísticas, como cuando hablando de Siria se refiere a "la fusión fructuosa y apasionada entre el alma helénica y la oriental, que dio como resultado una fuente de pura belleza". En el claro y hermoso epílogo que cierra la edición, dice Rocío Rojas-Marcos, que destaca la lectura histórica de impresiones coincidentes con un momento fundacional en aquella parte de Asia, la melancolía indisociable de la mirada de la autora. Una mujer atormentada e hipersensible que murió demasiado pronto pero alcanzó a darnos, en el tiempo que le dejaron libre sus numerosos excesos, un puñado de libros imperecederos.

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