Cristina Fernández Cubas. Escritora

"La palabra obra milagros, abre puertas y las cierra"

  • La barcelonesa regresa a la novela con una nueva identidad, Fernanda Kubbs, y una trama sobrenatural que es un canto a la libertad y la escritura

Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) está de regreso. Y sus seguidores tienen múltiples motivos para celebrarlo. La gran cuentista española de las últimas décadas ha dado lo mejor de sí en La puerta entreabierta (Tusquets), un homenaje a las palabras con el que sale de un duelo tan íntimo como necesario, de un tiempo aplazado que le ha permitido redescubrir que la literatura, su literatura, es además de un juego inquietante y gótico, en absoluto inocente, un torrente de subversiva simpatía. La autora perdió en 2007 a su marido, el también escritor Carlos Trías (hermano del filósofo Eugenio Trías, fallecido hace ahora un mes), su compañero y aliado desde que se conocieron en la facultad de Derecho de Barcelona. También ha despedido a colegas tan queridas como Esther Tusquets, cuya mención aún la conmueve, porque la amistad es otro de los motores de la vida y la literatura de esta mujer que tanta importancia concede a la charla, a la literatura oral, a la memoria narrada y compartida.

Dicho esto, en ningún momento a lo largo de la entrevista la oiremos quejarse, suspirar o caer en la autocompasión. Y a esa decidida sensación de estar en paz con las cosas que ya no existen, título de uno de sus libros más apreciados, ha contribuido posiblemente su nuevo alter ego: Fernanda Kubbs. Con este nombre, que es una alteración extranjerizante del suyo, ha firmado La puerta entreabierta, su tercera incursión en la novela tras El año de Gracia y El columpio.

-La protagonista de su nuevo libro es una periodista descreída y escéptica, Isa, a la que su nuevo redactor jefe le encarga un reportaje sobre el mundo de la magia aprovechando que la célebre pitonisa Krauza Demirovska está de paso en la ciudad. ¿Le interesaban especialmente los mundos del ocultismo y la prensa?

-Estudié Derecho y Periodismo, y llegué a ejercer como periodista durante un corto período. Aunque no soy crédula también me gusta lo esotérico. Pero el libro no es ninguna alusión a esos mundos. Me gustaba iniciar esta historia con una supuesta gran vidente que ese día no ve nada, en un consultorio al que llega esta Isa que goza de todas mis simpatías, a diferencia de su jefe, al que pienso darle un cameo malévolo en mi próximo libro. La Gran Demirovska -cuyo verdadero nombre es Pepi- por más que repite "A verrr..." no acierta nada pero, cuando de repente ve, todo ha sufrido una prodigiosa transformación.

-La bola de cristal en la que Isa queda atrapada era una imagen que aparecía en su libro de memorias 'Cosas que ya no existen'. ¿Qué le sugiere este motivo?

-La bola me gusta mucho como objeto. Tengo una de cristal de roca que compré a un anticuario oriental muy misterioso un Viernes Santo, cuando todo estaba cerrado en Barcelona. Le dije que era muy cara y me replicó: "No, es clis-tal-de-lo-ca". Eso me encantó. Pero la bola también es una metáfora de esas situaciones tristes en las que nos ensimismamos y encerramos en la melancolía.

-Aquí la esfera es un canto al optimismo, con esas tres videntes que intentan recuperar a Isa del más allá y no dejan de parlotear.

-Me gustó mucho crear a las pitonisas, son como un trío de ópera. Tanto a ellas como al resto de personajes les gusta mucho hablar y contar historias. La novela en realidad está llena de cuentos -un género que me encanta- que tienen que ver con lo que se está narrando. En realidad todas mis novelas son muy sui géneris. Aunque tanto por extensión como por el ambiente El año de Gracia o El columpio sean novelas, no dejan de ser cuentos oníricos, en la línea de historias donde se entrecruzan otras historias, como Las mil y una noches o Manuscrito encontrado en Zaragoza. La puerta entreabierta es así, sobre todo, un homenaje a la palabra, a los adjetivos y los verbos. La palabra obra milagros, abre puertas y las cierra, y gracias a ella se romperá el sortilegio.

-En el libro, que tiene ecos de la Alicia de Carroll, no duda en intercalar fichas del Scrabble, un cuento y una sopa de letras.

-El cuento se llama precisamente El amor y las palabras y está protagonizado por una especie de flautista de Hamelín que se venga de los que se ríen de él llevándose palabras, como verbos y adverbios, en vez de roedores. Los cuentos infantiles como éste o como Alicia en el país de las maravillas forman parte de nuestra mochila cultural, no son una influencia buscada aquí a propósito. Sí me gustó, en cambio, recuperar de adulta ese mundo de las canciones de corro, con sus letras tan raras y misteriosas y esas rimas que parecían restos de conjuros brujeriles.

-¿Qué le aporta escribir bajo una firma diferente?

-Hasta ahora he sido muy coherente con todo lo que he escrito y aquí quería avisar al lector de que esto es más fresco: inquietante pero no angustiante. Hay un cambio de registro y de mirada; una línea nueva que pienso continuar. No sólo por seguir las historias de Isa sino también por darle salida a esta voz mía más desenfadada.

-¿No le preocupa que Fernanda Kubbs pueda tener más éxito que Fernández Cubas?

-No me extrañaría y, además, estaría encantada. Hasta ahora, cuando he escrito con mi verdadero nombre, he guardado un equilibrio entre lo conocido y lo desconocido. Pero al firmar como Fernanda Kubbs, que es un chiste sobre mi apellido, me he atrevido a traspasar esa puerta.

-¿Cómo concreta en el proceso de escritura esa otra identidad?

-Desde mi primer libro de relatos, Mi hermana Elba, en mi obra siempre ha primado la libertad. Pero la libertad también tiene sus leyes. Con mi verdadero nombre había sentado unas líneas, una coherencia y una verosimilitud. En algunos momentos asomaba lo fantástico y lo sobrenatural pero siempre había dos lecturas. Aquí no, es como en los sueños: decides volar y te lanzas a volar.

-¿Se siente cómoda con la posición que ocupa en la literatura española?

-Tengo un reconocimiento muy cómodo, voy tranquilísima por las calles. No me conocen grandes masas pero sí la gente de bien. Yo nunca he estado de moda, ni en ninguna corriente. Siempre he pensado que todo el mundo tiene que escribir lo que le sale de dentro. Y si ahora no te lo aprecian, tal vez lo hagan luego. Pero lo que no puedes hacer es apuntarte a un vals que no es el tuyo. Cuando me preguntan qué le diría a un joven escritor siempre contesto lo mismo. Que yo a un joven escritor no le diría mucho para no fastidiarlo pero sí que tuviera en cuenta la opinión de los demás cuando honestamente coincida con la suya de verdad, con su mundo.

-¿Cuánto tiempo le llevó completar 'La puerta entreabierta'?

-Comencé el libro hace tres años. Acababa de regresar de un congreso sobre literatura fantástica en la Universidad de Toledo, que inauguré con una ponencia titulada La puerta entreabierta. Los tiempos de un libro nunca son claros porque en medio haces otras cosas. Pero se comunican entre sí: un día decidí coger el título de aquella conferencia tan seria para emprender este divertido viaje con el que he salido de una etapa de inacción. Digamos que yo también estaba, como Isa, en una bola.

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