Rocío Fernández Berrocal. Investigadora

"Para Juan Ramón, la poesía es hondura, un ejercicio místico"

  • La investigadora publica en Cátedra un libro inédito del Premio Nobel, ‘Pureza’

Rocío Fernández Berrocal, con un ejemplar de 'Pureza'.

Rocío Fernández Berrocal, con un ejemplar de 'Pureza'. / Juan Carlos Vázquez

La profesora e investigadora Rocío Fernández Berrocal (Sevilla, 1974), estudiosa de la obra de Juan Ramón Jiménez, acaba de editar y publicar un hallazgo: un libro inédito del poeta de Moguer. Su título es Pureza, publicado en Cátedra, y se suma a otros dos libros del premio Nobel, también inéditos, que llevan la edición y el trabajo de Fernández Berrocal: Idilios (La Isla de Siltolá, 2012) e Historias (Fundación Lara, colección Vandalia, 2017).

–En el estudio que precede a los poemas de Pureza queda claro: estamos, por estilo y temas que se tratan, ante un libro relevante de Juan Ramón Jiménez.

–Efectivamente. Es un libro de 1912, el último año de su estancia en Fuentepiña. Es esta una etapa de reflexión sobre el camino que va a tomar, y el camino que decide tomar es el de ser poeta. En 1912, Juan Ramón Jiménez se prepara para ir a Madrid y para empezar a escribir obras tan importantes como Sonetos espirituales, que vienen a continuación, Estío y Diario de un poeta reciencasado. Pureza es, digamos, un crisol que atesora todo lo que él ha experimentado y ha conseguido en esos años de madurez. Años en los que él, Juan Ramón, ya se siente totalmente poeta. Pureza es un canto al trabajo poético, un canto al hoy, un canto al amor, un canto al Dios con mayúscula. No es el Juan Ramón Jiménez melancólico y quejoso de sus primeros libros, sino que es un Juan Ramón vitalista, que veremos en Diario de un poeta reciencasado.

–¿Supuso una evolución o una ruptura en la obra de Juan Ramón Jiménez?

–Es una transición. Una evolución natural de esos libros amarillos de Moguer. Libros que publicó en las tres antologías que él mismo preparó. Yo creo que nos encontramos en Pureza esa depuración, ese proceso de palabra esencial, que es antesala de su etapa de madurez. En su libro autobiográfico Vida, publicado en Pre-textos, Juan Ramón Jiménez ya habla de pureza y menciona la poesía pura. Asocia ya esos dos conceptos. Porque la pureza también está relacionada con su espiritualidad, con su tratamiento formal y con esa palabra despojada del modernismo más salvaje. Una palabra más esencial.

–Quizá sea el primer libro de ese Juan Ramón Jiménez que recibirá el Nobel en 1956.

–Puede ser. Sobre todo, lo que se muestra es la actitud personal, con ese convencimiento, sosiego, armonía... esa vitalidad propicia hacia su poesía. Aquí se va ya intuyendo esa madurez, que todos dicen que llega cuando conoce a Zenobia y con la publicación de Diario de un poeta reciéncasado. Cuando, por otra parte, lee sus primeras lecturas inglesas y cuando el poeta se despoja de toda esa influencia anterior.

Un poema manuscrito de 'Pureza', cedido por Rocío Fernández Berrocal. Un poema manuscrito de 'Pureza', cedido por Rocío Fernández Berrocal.

Un poema manuscrito de 'Pureza', cedido por Rocío Fernández Berrocal. / D. S.

–En Pureza, uno de sus muchos trabajos inconclusos, se observa esa insatisfacción que acompañó siempre a Juan Ramón respecto a su obra.

–La autoexigencia de Juan Ramón está clara en esa revisitación de los textos. Pero en Pureza, y en estos libros de Moguer, más que por autoexigencia o insatisfacción, no se llegan a publicar por cantidad. Es decir, él escribe 23 libros en estos años de juventud y sólo se publican 11. Porque no encuentra editorial. No da abasto.

–¿Cuál fue el contexto personal del poeta en los años en los que trabaja este libro inédito?

–A partir de la muerte del padre, en 1900, afloran en él los problemas nerviosos, que lo llevan a un sanatorio de Burdeos, de Madrid… Luego, finalmente, descansa en Moguer de 1905 a 1912. Una época de mucha lectura y de mucha soledad. Él anhela y desea aprender idiomas, hacer otras cosas. Pero su salud es quebradiza. Por tanto, ahí, su pueblo, es puerto seguro. Por otra parte, se escribía con la gente que había conocido en Madrid: los Machado, María Lejárraga. También está en contacto con los poetas de Sevilla. De hecho, en 1912, antes de ir a Madrid, viene a Sevilla a comprarse ropa. El ajuar que Juan Ramón Jiménez usará para ser poeta, la ropa con la que conocerá a Zenobia, es la ropa que se compró en Sevilla.

–Eran años también de una sobresaliente producción cultural, de la que Juan Ramón Jiménez participa de manera asidua.

–Sí. Hay una eclosión cultural en el siglo XX importante; por ejemplo, de la mano de la Residencia de Estudiantes. Moreno Villa dice que Madrid y la Residencia bullían. Allí todos se sabían los poemas de Juan Ramón Jiménez, allí todos lo recitaban en alto. Estaba Lorca con su Romancero gitano, estaba Alberti con su Marinero en tierra. En la habitación de Dalí no se podía pasar por la cantidad de bocetos que había por el suelo. Falla tocando el piano. Juan Ramón era el padre de todos. Apoyó a hombres y a mujeres. Todos lo reconocieron como el máximo exponente de la poesía. Tanto es así que ecos de los versos como el “verde que te quiero verde” o el “herido, muerto de amor”, de Lorca, estaban ya en Juan Ramón.

"No desarrolló ningún otro oficio porque él era escritor desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche"

–Dice usted que él vivía en el lenguaje, en la poesía. ¿Qué nos quiere decir con esta afirmación?

–Lo dicen Cansinos Assens, Cernuda… Nadie como Juan Ramón Jiménez representa esa pureza en la entrega por el lenguaje. Es una entrega pura porque es una entrega absoluta. Él no desarrolla ninguna otra profesión porque él era escritor desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. La poesía siempre en vena. Desde que la descubrió aquí, en Sevilla. Juan Ramón viene a estudiar Derecho y pintura, estudios que abandona cuando entra en el Ateneo y descubre la literatura.

–Juan Ramón Jiménez declaró que la poesía es un hecho “profundamente relijioso”. ¿Cuál fue, para el poeta de Moguer, la idea de Dios?

–Para él la poesía es un ejercicio místico. Un ejercicio muy hondo. En Pureza hay muchos poemas religiosos que tienen al Dios con mayúsculas, y también en el libro Bonanza, dedicado a Unamuno. Unamuno y Juan Ramón buscan a Dios. Con el paso de los años, ese Dios con mayúsculas se hace dios con minúsculas. Ese dios deseado y deseante de sus libros últimos. Juan Ramón, en esa etapa, considera que dios es un creador de vida y de belleza; por tanto, el poeta, como creador igualmente de vida, y de belleza, es también un dios.

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