Cuarto centenario cervantes - shakespeare

"...En más de una semana no soplaron sino vientos nortes"

  • Son continuas las referencias en el 'Quijote' a Sevilla, donde su autor estuvo preso y pudo empezar la novela.

La muerte de Cervantes le dio larga vida a don Quijote. La muerte de Alonso Quijano le dio justa gloria a su dueño y señor. "¡Ay! No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie lo mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía". El lamento es de Sancho Panza.

Hay personajes que van a Sevilla, otros que de allí vienen. Libros impresos en Sevilla, que en el tiempo de Cervantes era capital mundial del comercio, de la navegación y de la imprenta.

Uno equívoco que acaba en molienda fue el de los frailes de San Benito que don Quijote toma por bandidos y a los que acusa de llevar contra su voluntad a una dama, que es "una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo".

En la Canción de Grisóstomo, don Quijote se despide de sus huéspedes y de los caminantes, "los cuales le rogaron se viniese con ellos a Sevilla, por ser lugar tan acomodado a hallar aventuras, que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen más que en otro alguno". Don Quijote les agradece la invitación pero "por entonces no quería ni debía ir a Sevilla, hasta que hubiese despojado todas aquellas sierras de ladrones malandrines".

En la venta que "por su mal" pensó que era castillo, don Quijote se va sin pagar y Sancho cobró. "... Se llegaron a Sancho y, apeándolo del asno, uno de ellos entró por la manta de la cama del huésped". En el manteo participan "cuatro perailes de Segovia (oficiales de una fábrica de paños), tres agujeros del Potro de Córdoba (el que hace o vende agujas) y dos vecinos de la Heria de Sevilla". "Heria o Feria de Sevilla, lugares y barrios famosos por sus vagabundos y pícaros", anota Alcina Franch.

El cura y el barbero emprenden una expedición para intentar disuadir a su amigo de su "asperísima penitencia". "Sabrá vuestra merced, señor don Quijote, que yo y maese Nicolás, nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos a Sevilla a cobrar cierto dinero que un pariente mío que ha muchos años que pasó a Indias me había enviado, y pasando ayer por estos lugares, nos salieron al encuentro cuatro salteadores que nos quitaron hasta las barbas". Don Quijote quiere resarcir con su justicia a Andresillo, joven a quien su dueño le había propinado una tunda de azotes. "Más quisiera tener agora con que llegar a Sevilla que todas las venganzas del mundo", le dice el joven, que teme más las consecuencias del desfacedor de entuertos que al propio causante de su tormento.

En el inicio de la segunda parte, cuando don Quijote da a entender que con media docena de caballeros andantes andarían más que sobrados para "destruir toda la potestad del Turco", su sobrina se echa a temblar: "¡Ay! ¡Que me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!". El barbero pide la venia para contar un cuento breve que sucedió en Sevilla. "En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre a quien sus parientes habían puesto allí por falta de juicio. Era graduado en Cánones por Osuna".

El caballero del Bosque defiende la superior hermosura de Casildea de Vandalia sobre Dulcinea. Enumera las pruebas a las que su dama lo sometió para comprobar su entrega. "Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla llamada la Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar, es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, víla y vencíla, y hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes". Las otras dos pruebas consistían en coger en peso los toros de Guisando y precipitarse "por la sima de Cabra". Sale Sevilla en la historia del bálsamo de Fierabrás, en la tienda de naipes de Pierres Papin en la calle de la Sierpe y la cueva de Montesinos, kilómetro cero del realismo mágico del que recela la magia realista del bueno de Sancho. "Doy con el mejor de ellos en la pared", dirá de los libros de caballerías, "y aun diera con él en el fuego, si cerca o presente lo tuviera...".

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