De libros

Los silencios y los gritos

  • 'Nuestros primeros veinticinco años'. Luciano Rincón. Backlist. Barcelona, 2011. 346 páginas. 20 euros.

Como otros escritores e intelectuales más o menos coetáneos que combatieron por igual la dictadura franquista y la impostura criminal del radicalismo abertzale, Luciano Rincón (1933-1993) fue siempre fiel a un modo de entender la política en el que no había lugar para mesianismos de ninguna clase. Procedente de la militancia católica y antiguo redactor jefe del semanario Gran Vía, el periodista bilbaíno fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Popular -el llamado Felipe-, firmó sus libros con el seudónimo de Luis Ramírez y se convirtió en uno de los referentes de la editorial Ruedo Ibérico, estrechamente ligado a su director, el benemérito José Martínez, al que sirvió de enlace entre los círculos de exiliados y la oposición interior. "Bajito, socarrón, gafudo y más bien feo" -como lo describe Albert Forment en su imprescindible José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico (Anagrama, 2000)-, Rincón fue un hombre valiente, comprometido y honesto al que no lograron doblegar ni las cárceles de Franco ni las amenazas de los pistoleros etarras.

En 1964, coincidiendo con la campaña oficial que celebraba los "Veinticinco años de paz", dos libros de Ramírez se propusieron aguar los fastos conmemorativos del régimen: una biografía crítica del Caudillo, Francisco Franco: historia de un mesianismo, y este ensayo ahora recuperado, Nuestros primeros veinticinco años, cuya impugnación de la dictadura fue tanto más eficaz por provenir de un joven creyente e hijo de una familia conservadora. "Los silencios y los gritos es la divisa heráldica de la España actual", escribía Rincón, que trazó una crónica doliente, combativa y apasionada, impactante en su momento y convertida hoy en un testimonio excepcional a la hora de rastrear los inicios de un proyecto no partidista de restauración democrática. Periodismo puro, más que historiografía, ejercido en un tiempo en que a los indignados no se les permitía la acampada libre.

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