De libros

La tierra desvanecida

  • Boualem Sansal vuelve al distrito de Belcourt, en Argel, donde también vivió Albert Camus, en 'Rue Darwin', una novela sobre el desarraigo y la memoria que el autor ve "muy autobiográfica".

Rue Darwin. Boualem Sansal. Alianza. Madrid, 2013. 264 páginas. 18 euros.

En un hospital de París, una mujer argelina en la fase terminal de su enfermedad y ya en coma no puede apreciar que ha conseguido que se cumpla un viejo deseo, el de reunir junto a ella a sus hijos, alejados ya de su país natal y residentes en distintos puntos del planeta como Francia, Canadá o Estados Unidos. Entre ellos está Yazid, quien sí ha permanecido al lado de la mujer en los últimos años, y que en la despedida de su familiar alberga un extraño estremecimiento: siente que debe regresar a la calle de su infancia, volver a las raíces para conocer en toda su magnitud un pasado alterado por los ocultamientos y las mentiras, y entenderse con este viaje mejor a sí mismo. Así comienza Rue Darwin, la segunda novela de Boualem Sansal que publica Alianza tras El juramento de los bárbaros, una narración que el autor presentó esta semana en la Fundación Tres Culturas de Sevilla y en la Facultad de Traducción e Interpretación de Granada.

La dedicatoria del libro, que el escritor dirige a su difunta madre y a sus hermanos "repartidos por el mundo", hace pensar que, ciertamente, Rue Darwin es la obra más personal de Sansal, como defienden desde la editorial. "Sí, es un libro muy autobiográfico, lo que se cuenta es cierto", suscribe. "El único personaje de ficción es Yazid. Para él he cogido elementos psicológicos que están en mí, pero también tiene rasgos inspirados en otra persona que conozco y que no aparece en la novela", confiesa. Quizás por pudor nadie le pregunta si pertenecen entonces a su biografía algunos de los hechos llamativos que relata: el protagonista llega aún niño a una nueva familia procedente del prostíbulo que regentaba su abuela y después de haber sido secuestrado, uno de los misterios a los que tendrá que enfrentarse más tarde el hombre.

En su búsqueda de claves, Yazid vuelve su mirada a esa calle Darwin donde convivían judíos, musulmanes y cristianos, un paisaje diverso que ya se ha desvanecido. La nostalgia que Sansal expresa por su infancia le ha provocado que en su país le reprochen que hace "apología del colonialismo. Y es una acusación que en cierto modo no niego", reconoce, "porque de ese tiempo tengo el recuerdo de una Argelia plural, donde podían vivir franceses, españoles, italianos, rusos o senegaleses. Estaban todas las religiones y todas las culturas. Era un panorama muy distinto al de hoy, que es muy monolítico", lamenta.

La de Sansal es una voz valiente que pese a sufrir la censura -le despidieron del Ministerio de Industria, donde era un alto funcionario- sigue criticando la larga sombra que proyecta el integrismo islámico en la vida de Argelia, donde continúa residiendo. "He decidido no exiliarme. Mi sentido del deber me dice que debo estar con los míos", expone. En su opinión, "no se puede ejercer del mismo modo la crítica desde un exilio dorado. Y también hay un planteamiento filosófico: los jóvenes de mi país sueñan con irse a países democráticos, pero ¿cómo puede democratizarse Argelia si se van las fuerzas vivas? ¿Y hasta qué punto tiene sentido vivir en una democracia que no has construido tú?", se pregunta.

Sansal conoce de primera mano los efectos que tiene el fanatismo religioso en los jóvenes: en la novela, el hermano menor, el único ausente en la escena del hospital, se ha ido con los talibanes a Afganistán. "Hice lo que pude para retenerlo, despertarlo, convencerlo, pero era demasiado tarde, la escuela lo había descerebrado (...), vivía dentro de una burbuja estanca como un zombi apático y alucinado con la única idea de morir como mártir. Un día, antes de la oración del alba, se largó secretamente con sus compañeros", cuenta el narrador en la novela. En persona, Sansal, acompañado del traductor Wenceslao-Carlos Lozano, añade que "prácticamente en todas las familias hay un islamista. No todos son del mismo tipo, claro", opina alguien convencido de que "los más peligrosos no son los de la barba y turbante, sino los que llevan traje y corbata y han estudiado en escuelas de economía en Londres".

El autor de La aldea del alemán, reconocido con el Premio de la Paz de los libreros alemanes, vivió en el mismo distrito de Argel que Albert Camus, Belcourt. Sansal siente hacia el Premio Nobel una cercanía no sólo geográfica, también de carácter "moral. Me identifico con su postura frente a Argelia, o con esa impresión de que el mundo es absurdo pero hay que trabajar para darle un sentido. Y uno de mis empeños es recuperarlo. Ha sido expulsado de la cultura argelina, no se estudia y su nombre ha sido negado. Un país necesita cohesionar su historia, no puedes eliminar a alguien así porque no te gusta".

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