Champions League

Atlético - Oporto: Noche de frustración

  • El Atlético no halló la forma de superar al granítico Oporto, que incluso dio dos sustos: un centro chut al poste y un gol anulado por el VAR

Lodi trata de impedir el despeje de Otavio.

Lodi trata de impedir el despeje de Otavio. / kiko huesca / efe

Apagado por el Oporto, el Atlético de Madrid reinició su persecución de la Liga de Campeones con un empate frustrado y reducido siempre por la granítica estructura, la presión y el plan efectivo del conjunto portugués. Estuvo al filo de la derrota dos veces, pero fue salvado por el poste y por el VAR.

El palo repelió lo que nadie más habría podido frenar en el comienzo de la segunda parte, con un centro-chut de Otavio, y la revisión del vídeo, ya en el minuto 80, evidenció algo a lo que no había atendido prácticamente nadie -sólo Giménez- cuando Taremi culminó con la mano el regalo de Lodi. Gol invalidado.

El Atlético nunca fue el equipo que pretende, el actual campeón de la Liga. No jugó el partido que quería, peor que su adversario casi siempre, aturrullado por el mérito del Oporto y advertido seriamente de la complejidad que lo espera para avanzar a octavos.

Simeone eligió a Joao Félix ante el Oporto. Ni a Griezmann ni a Correa. Una demostración de confianza en el atacante portugués. Un proyecto aún de figura al que se le presuponen muchas cosas. Tiene talento, fútbol, desborde... Pero a ratitos, aún sin constancia.

Hay un atenuante. No era nada sencillo con un adversario como el Oporto, con futbolistas mucho menos sonoros que otros tiempos, pero con una estructura de equipo potente. En la presión se mueve con una soltura agobiante, a una intensidad altísima, agresivo y aguerrido, sin una sola duda cuando debe combatir por el balón.

Entonces, el Atlético cayó en su trampa una y otra vez. Desdibujado como estaba el bloque de Diego Simeone en el ataque, antes del descanso una creó un ocasión, de Luis Suárez en el minuto 12.

Nada más necesitó dos pases. Uno primero de Hermoso y otro después de Lemar, hacia el goleador uruguayo, que conectó rápidamente el tiro parado por el portero Diogo Costa. El Oporto ni siquiera reclamó nada de Jan Oblak, también porque Kondogbia se cruzó, salvador, en su mejor ocasión. Pero el partido era estresante.

Sobre todo para el Atlético, sujeto y expuesto a un partido en los parámetros que quiso el Oporto y que planeó Sergio Conceiçao, al menos durante todo el primer tramo. Y eso que Simeone reunió a sus jugadores alguna vez ante un mínimo parón del juego, transmitió energía, corrigió, gritó y se movió de un lado a otro, nervioso, tal y como estaba el encuentro.

Tras el descanso sacó a Griezmann -abroncado cuando entró en el minuto 55 por Joao Félix-, a Correa y a Lodi, a los tres de una tacada, en cuanto sintió el partido más en peligro con el centro-chut de Otavio repelido por el palo.

Simeone recurrió a ellos. Y al público, a la grada, para revertir una situación cuanto menos preocupante a media hora del final. Ni sentía el duelo bajo su control ni, aún peor, divisaba el área contraria, ajena desde el primer tiro de Luis Suárez, asumida como un territorio inaccesible desde hace tiempo, aún por conquistar.

Y creció el Atlético con Griezmann, que sólo recibió el abucheo de la afición cuando entró al campo. Después no, ya observado como uno más, incluso ovacionado ¿Y perdonado? Y con Correa, que, en una conexión con el francés, tardó diez minutos en hacer algo que había sido imposible antes: conducir, tirar y exigir la parada magnífica de Diogo Costa. Ese era el camino. Demasiado tarde.

Y gracias. Porque el VAR rectificó el regalo de Lodi y el gol de Taremi, cuyo rebote en Oblak acabó dentro de la portería, impulsada al final, en la caída del delantero, por una mano quizá involuntaria, que probablemente no habría alterado el rumbo de la pelota ni del gol, entre la frustración del Atlético.

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