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Briatore, el 'playboy' golpeado

Acostumbrado a los ambientes más selectos,  a convertir en oro cualquier negocio, a suculentas cuentas bancarias, a estar rodeado de las más bellas mujeres y a ser un personaje que trasciende lo deportivo, el italiano Flavio Briatore ha probado un  desconocido sabor a derrota en su exitosa vida de playboy.

Briatore ha tenido abandonar la dirección del equipo Renault por uno de los mayores escándalos de la historia de la Fórmula 1: el presunto arreglo del resultado de una carrera, la del Gran Premio de Singapur en 2008.

Briatore, de 59 años, posee un avión particular, un yate, un equipo de fútbol, un club nocturno, una línea de moda, una compañía farmacéutica, está casado con la modelo italiana Elisabetta Gregoraci y entre sus relaciones se encuentran otras bellas como Naomi Campbell y Heidi Klum.

Hasta ahora dirigía también la escudería Renault, con la que en 20 años ganó cuatro títulos de campeón del mundo, un gran éxito para un equipo siempre a la sombra de Ferrari y de McLaren.

Sus gafas azules esconden una mirada sabia para el marketing, para el espectáculo, pero también para detectar el talento. Apostó por el alemán Michael Schumacher y por el español Fernando Alonso y con ambos fue dos veces campeón.

A Alonso lo descubrió cuando estaba en Minardi y confió en él en 2003. Como jefe de equipo lo condujo con mano de seda para hacerlo campeón y como manager lo llenó de dinero con actividades que van más allá del volante, como la publicidad y la moda. "Siempre ha sido un buen jefe para mí. Es un amigo, un jefe. Ha apoyado mi carrera desde que estaba en Minardi. Es una de las buenas personas que hay aquí y siempre tendrá mi apoyo", dijo Alonso la pasada semana en Monza después de que Nelsinho Piquet destapara el escándalo.

Con una elevada consideración del show, el italiano aportaba en el paddock ese punto de glamour, de superficialidad y de lujo que atrae a las masas, ésas que no se interesarían por la Fórmula 1 si sólo se hablara de neumáticos, adherencia y apoyo aerodinámico. "¿Qué genera un mayor interés: desarrollar un embrague doble que la gente no puede ver, o tener a Sylvester Stallone en la parrilla delante de las cámaras de televisión? Tenemos que ser capaces de entretener a la gente y entender la Fórmula 1 como un espectáculo".

Ésa era su máxima. Quizás por eso se dejó ver en el paddock en numerosas ocasiones con sus bellas parejas. ¿Superficial? Nada de eso. Trabajador, hiperactivo, ambicioso e impaciente. Así lo define su círculo de confianza. Pero también cercano, atento y generoso. Quizás por eso mujeres como Campbell, Klum o Gregoraci sucumbieron a sus encantos, escondidos en su pelo gris desaliñado.

El italiano llegó por casualidad a la Fórmula 1. Su amigo Luciano Benetton le pidió en 1977 que lanzara la franquicia de moda en Estados Unidos. Benetton hizo rico a Briatore y Briatore hizo aún más rico a Benetton, que en 1989 le pidió que fuera director comercial de su equipo de Fórmula 1. Hizo las cosas tan bien que apenas dos años más tarde ya lo dirigía.

Briatore no sabía ni de moda ni de Fórmula 1, pero triunfó en ambos campos. "Cuando llegué a la Fórmula 1 hicimos todo de modo completamente diferente al resto. Si hubiera dirigido el equipo como los demás, no hubiera tenido ninguna oportunidad de ganar", dijo.

"No existe la cultura de la culpa. Reconoce que uno tiene que trabajar duro, pero trata de ser lo más informal posible", decía de él su fiel Pat Symonds, hasta ahora director de ingeniería de Renault y víctima también del intento de la escudería por salvar la cabeza en la vista ante la FIA el lunes en París.

Ahora, Briatore es el señalado como culpable por una mancha que le puede impedir el regreso a la Fórmula 1, donde se le veía como el sucesor del magnate británico Bernie Ecclestone.

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