Deportes

Costumbre de ganadores

  • Granada vibra con el segundo título europeo seguido de la selección española y conquista bares, discotecas, terrazas y hogares para vivir un partido que entrará en la historia.

Lleva un tiempo siendo habitual esta maravillosa rutina que cada 'X' años regala la selección española de fútbol. Pero no por eso deja de ser igual de atractivo, electrizante y curioso ver cómo la rutina de una ciudad es agitada como uno de esos paisajes nevados que sirven como souvenir turístico. Y todo, gracias a esa pelota redonda que rueda al sonido sinfónico de España.

Una hora antes del partido entre 'rojos' y azzurri Granada era un domingo cualquiera. Tráfico en las entradas y salidas de la ciudad, atletas corriendo por los parques, y señores tomando un café tardío en una cafetería de La Chana. Pero un gasolinero se movía con cierta ansia dentro de su mostrador. Se quejaba, decía, de que sus amigos y su familia estuvieran en su casa de barbacoa mientras él 'picaba' los puntos en la tarjeta de un cliente. Para fastidio de muchos, soñaba con llegar a la prórroga. "Al menos me da tiempo a llegar y ver", espetaba al periodista mientras lo argumentaba con que "hemos sufrido ya en todos los partidos y con Italia no lo veo nada claro".

A la hora del pitido inicial chiflado por el portugués Pedro Proença Oliveira, este redactor asistió a la vez que más mujeres había visto en la calle, solas. Ni una sola acompañada. Las  únicas, dos señoras mayores que cruzaban la calle Arabial paseando a su Yorkshire Terrier. También era el primer día de rebajas, y las grandes franquicias de moda abrieron. Pocas veces se habrá visto un primer día de descuentos con tan poca gente. Los más listos aprovecharon el día perfecto. Todo lo bueno cuanto menos gente hubiera. Seguro que ni había colas para pagar.

El ambiente de verdad estaba en cualquier bar, en cualquier esquina con una pantalla de plasma o cualquier vieja ITT aún con vida, pero sobre todo, en las discotecas y terrazas de verano. Un grupo de jóvenes descendía calle Recogidas con banderas rojigualdas pero uno destacaba. Abrazada a su cuello, un chaval vestía una enseña que a los lados lucía de color verde y rojo. ¡Atención! ¡Italianos a la vista! Inconfundibles ellos con sus gafas de pasta redondeadas, pelos engominados hacia atrás y rodeados de mujeres... Claro, que una vez iban camino, seguramente de la Mae West, uno que va y se gira para comprobar que se trata de la bandera degli italiani, veía un blasón de los que se tremolan el día de la Toma. Y eso dice uno. ¡Toma ya! Eran más 'granaínos' que Chorrojumo. Menos mal que uno no se animó a gritarlez un ¡forza Italia!

Una de las terrazas de moda es la recién inaugurada llamada Anfiteatro, en 'tó lo alto' del Palacio de Congresos, que reunió a mucha gente alrededor de sus pantallas. Y un ambientazo, oigan. Camisetas de España, bufandas, banderas. Hasta del Granada CF. Los dos primeros goles llevaron el éxtasis. Exagerado. Ana, una animosa seguidora de la nacional le tiró una cerveza encima a Manu y Regina, que estaban delante... menos mal que son amigos.

El calorcillo de los nervios, en ese lugar, lo mitigaban de buena manera las ráfagas de viento que arrastraban el agua pulverizadas de las fuentes del lugar. Más tarde, un atardecer que evoca paisajes oníricos... ¿Y por qué tanta poesía? Porque del partido poco más había que contar, y la belleza y plasticidad del juego de los chicos de Vicente del Bosque invitaba a dejar volar la imaginación.

La segunda parte, con tanto tiqui-taca y tanto 'juego aburrido' parecía que el público estaba viendo un partido de la fase de grupos de esta Eurocopa que de una final. Charlas de muchos y otros con los móviles. Eso sí, sin cantar victoria hasta el gol de Torres. Por fin se escuchó el grito de ¡campeones, campeones! y el típico ¡yo soy español!, al tiempo que se reían de Balotelli. El cuarto ya era el sinónimo de la victoria. Dejó de escucharse la retransmisión y atronó la Marcha Real.

Todos camino a la Fuente de las Batallas, que ya debe estar 'mosca' con tanta visita. Todos a darse un baño que nunca antes se dio nadie. Ni Brasil, ni Alemania, ni los propios italianos. Manu enseñaba su camiseta talismán. De la serie de televisión Juego de Tronos, en concreto de la casa Lannister (sus seguidores sabrán de lo que escribo). Su lema, hear me roar, o lo que es lo mismo, "escucha mi rugido". España rugió. Toda la noche.

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