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Eficacia blanquiazul, torrija granadinista

  • Los tres primeros disparos entre los tres palos de los locales colocaron un inalcanzable 3-0 en el marcador

El Málaga firmó ante el Granada un auténtico ejercicio de eficacia, de pegada, de capacidad para golear con muy poco. El equipo rojiblanco exhibió en La Rosaleda una nada honrosa capacidad para volverse a casa con un saco de goles pese a disparar a portería casi tanto como el oponente y llegar al área contraria bastante más que el rival. No es ningún milagro, es fútbol. Y es, sobre todo, una muestra de la tremenda importancia que tienen en el balompié moderno las acciones a balón parado.

Los tres primeros de los cinco disparos totales del Málaga que fueron entre los tres palos del marco defendido por Roberto fueron gol. El Granada solo efectuó dos lanzamientos en el primer tiempo a meta contraria: el fallo de un escorado Brahimi a meta vacía y el penalti marrado por El Arabi. Ahí estuvo el partido.

Puede parecer anecdótico que el cuadro rojiblanco llegara al área del oponente más que el rival, 18 veces por trece el Málaga, pero solo demuestra que, acciones de estrategia aparte, el equipo de Alcaraz ni fue peor ni hizo menos méritos que los locales.

Lo que sí hicieron bien los de Schuster fue parar el encuentro con muchas faltas en la segunda parte, con el encuentro ya encarrilado y esperando solo el paso de los minutos. Diez de las 28 faltas que hubo en total en el encuentro fueron cometidas por el Málaga después del descanso.

Hubo cinco goles pero pocas intervenciones de los porteros, seis de cada uno y solo dos de ellas antes del descanso, y bastantes más tarjetas amarillas, ocho en total, que brusquedad sobre el terreno de juego. Eso sí, cuatro cartulinas para el Granada en el segundo tiempo pese a cometer solo seis faltas. Tan raro como el partido.

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