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Gulbis y su lengua irrumpen en la élite

Hijo de millonarios, a Ernests Gulbis nunca le faltó nada. Tenía todo lo que quería, pero el letón también nació con talento, algo que no se puede comprar ni con todo el oro del mundo, y mucho amor propio.

"El tenis me eligió a mí porque mi padre tenía un amigo que era profesor de tenis. Por eso empecé. Estoy seguro de que habría sido bueno en cualquier deporte de pelota. Habría sido un buen jugador de baloncesto, un buen futbolista", aseguró Gulbis tras avanzar en el Abierto de Francia a su primera semifinal de un Grand Slam.

Los padres de Gulbis, que con 25 años alcanzó la madurez que le separó de las grandes citas las últimas temporadas, le pusieron una raqueta en la mano con cinco años. Y desde entonces, el letón fue creciendo y creciendo pese a que le costó entender el sacrificio que exige el tenis para llegar a lo más alto.

"¿Por qué me llevó tanto tiempo? Estaba comiendo mal. Tenía la dieta equivocada. Todo el mundo habla de la dieta sin gluten. Mi dieta está llena de gluten. Me encanta el ketchup y muchas cosas insalubres, pero encontré el balance en los últimos años", dijo Gulbis, número 17 del mundo y que en su camino hacia semifinales eliminó a dos top ten, el suizo Federer y el checo Berdych.

"Sólo me he perdido un entrenamiento desde que estoy con Günter (Bresnik). Y fue porque tuve una noche larga. Lo llamé a las siete de la mañana y le dije: Gun, hoy no puedo entrenar. Lo entendió. Fue una vez. Cuando vino Hernán Gumy a Letonia para la Copa Davis teníamos ocho días de preparación y me perdí cinco".

"Nunca me he sentido como ahora", añadió Gulbis mirando ya hacia su próximo objetivo: batir al serbio Novak Djokovic, número dos del mundo, para entrar en la final de Roland Garros.

Dueño de una peculiar derecha y de un potente revés -"creo que es uno de los mejores de mundo", aseguró él mismo-, Gulbis juega tan bien en las ruedas de prensa como en las pistas de tenis. El primer letón en participar en un Grand Slam es un filón para los periodistas en un tiempo donde la cordialidad y los buenos modales son algo habitual entre las mejores raquetas del circuito.

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