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Llegó el gran día

  • La suerte está echada. Pase quien pase a cuartos de final, el Mundial 2018 habrá comenzado a morirse esta tarde en Luzhniki tras el España-Rusia

Un grupo de aficionados españoles, en Moscú.

Un grupo de aficionados españoles, en Moscú. / ABEDIN TAHERKENAREH / efe

Llegó el día grande. Rusia y España se enfrentan esta tarde en el estadio moscovita de Luzhniki, donde dentro de dos semanas se jugará la gran final de esta Copa del Mundo 2018. Unas taurinas cinco de la tarde -en horario local- que se esperan luminosas. 80.000 espectadores, de los cuales sólo 3.000 irán con la selección visitante. El resto jaleará con entusiasmo al equipo anfitrión. La hinchada local sabe que, a priori, los españoles son superiores en este deporte -"los rusos son buenos en hockey; en fútbol son malos", me decía ayer un taxista del Daguestán (república rusa situada en el Cáucaso) como para tranquilizarme-, pero confía en la ilusión y el empuje de los suyos. Hay ganas de reivindicar Rusia ante el mundo. Los rusos no se conforman con el éxito organizativo del campeonato: quieren poner la guinda al pastel con la llegada al menos a cuartos de final de su combinado futbolero.

Hoy comienza el Mundial y hoy se acaba también de alguna forma. Ciertamente hacia las siete de la tarde el campeonato habrá comenzado a morirse. Si la selección española cae hoy, será una decepción para ustedes allá y para nosotros acá. Desde hace cuatro años -aterricé en Moscú dos días después de concluir el Mundial de Brasil- albergamos la esperanza de ver a los nuestros levantar el trofeo en Moscú y teñir de rojo y amarillo el centro de la ciudad. Soñamos con la mejor despedida posible de Iniesta (viví en el norte de África el gol del albaceteño en Sudáfrica y me encantaría repetir sensaciones ocho años después con la selección en casa). Queremos compartir nuestra alegría con los rusos. Pero si Rusia es eliminada esta tarde, el Mundial se quedará irremediablemente sin el empuje y la ilusión de la afición local. La hinchada azul, roja y blanca seguirá llenando los estadios, pero no será lo mismo.

Debido a la distancia geográfica y cultura, hay atracción y simpatía entre rusos y españoles

Rusia y España. Lejos en tantos sentidos pero mucho más cerca de lo que parece. Hay una ligazón sentimental entre nuestros dos pueblos que uno comienza a comprender con el paso del tiempo. Olga Jojlova y Pablo Picasso. Serguéi Prokófiev y Lina. Dalí y Gala ("¡Qué hubiera pasado si no hubiera sido por mi esposa Gala, que es rusa y tiene la fuerza de una batalla de Stalingrado! Se puso a protegerme y ella hizo mi éxito mundial", dijo el genio de Figueras). Los principales escritores rusos -Gógol, Dostoyevski, Bulgákov, Chéjov...- han admirado la cultura y letras hispanas; el Quijote de manera especial. Pushkin aprendió español y hasta tradujo al ruso una de las novelas ejemplares de Cervantes. En la gala de inauguración del Mundial disfrutamos de Carmen y de Plácido Domingo. Varios miles de rusos residen en Andalucía, principalmente en la Costa del Sol. Cada vez hay más españoles y latinoamericanos viviendo en este país. Y nuestra lengua está de moda. Volviendo al balompié, el otro día vi que el ex jugador de selección Albert Riera, casado con una mujer rusa, es comentarista del Mundial para una televisión de este país. También lo es otro español, el ex celtista Alexander Mostovoi.

Por ello, en esta carta esteparia me quiero acordar de mis compañeros y amigos españoles Benjamín, Miguel, Joel, Arnau, Pedro o Vicente. Todos ellos han formado familias en este país. Por las venas de sus niños corren mezcladas sangre hispana y rusa. Y bien guapos que son todos. Por ellos y por todos los que vendrán y han sido. También por los otros niños, los de la guerra, que no han dejado de proclamar con orgullo su amor por sus dos patrias. Ahí siguen, al pie del cañón: a buen seguro hoy disfrutarán desde la Casa de España de Moscú del partido.

Anoche mismo entraba en el supermercado cuando, tras escucharme hablar en español por el Whatsapp mientras guardaba cola en la caja, una pareja de jóvenes me invitó a brindar con ellos por el Mundial y por la vida. Les dije que tenía que marcharme, pero insistían en que querían darme la bienvenida a Rusia -se pensaban que había llegado a Moscú para el campeonato- como un extranjero se merece, mientras el resto del supermercado me animaba con la mirada a marcharme con aquellos dos desconocidos y brindar con unos tragos de vodka. Pero no sucumbí a la emvodkada, como dice mi amigo el escritor Daniel Utrilla.

Aunque lo de Luzhniki esta tarde augure tensión y decepción final para una de las dos hinchadas, no perdamos la perspectiva: hoy se juega un partido de fútbol. Ni más ni menos. Pase lo que pase en el marcador, lo celebraremos en El Asador, en el Parque Gorki, en Kutnesky Most, en la Plaza Roja. ¡Brindemos por la amistad hispano-rusa! ¡Y que gane el mejor!

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