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Luis Ocaña contra el muro de Merckx

El recuerdo de Luis Ocaña (Priego, Cuenca 1945-Mont de Marsan, 1994), segundo español que ganó el Tour (1973) sobrevuela en la Grande Boucle del centenario 40 años después de su triunfo, donde un 8 de julio se llevó la etapa en Gaillard y se puso el maillot amarillo 17 días seguidos, hasta París. En la novena etapa de la presente edición también "corrió" la leyenda del ciclista español. El Col de Menté estaba en el recorrido, allí donde en 1971 perdió el Tour tras sufrir una caída cuando marchaba en la general nueve minutos por delante de Eddy Merckx, su rival, su enemigo, su muro.

Ocaña fue la historia de la adversidad. En su vida abundaron las desgracias, incluidas la que le llevó hasta la muerte por voluntad propia, pero en el ciclismo tuvo enfrente uno de los obstáculos más infranqueables: ser coetáneo de Eddy Merckx, el mejor corredor de todos los tiempos.

Aun así, la clase y la casta del conquense le permitieron poner en más de una vez contra las cuerdas al mismísimo Caníbal. Palabras mayores. Ocaña, mentón afilado, fue un ciclista total, completo, capaz de ganar grandes clásicas, grandes vueltas, perseguidor infatigable de etapas, capaz de esprintar en cualquier meta. Forjó su carácter muy temprano. Se mudó a Francia cuando aún era un niño. "El español de Mont de Marsan", lo llamaron durante toda su carrera. Un fuera de serie que cayó en las manos de Antonin Magne, una referencia para jóvenes ciclistas en Francia, como Louison Bobet o Raymond Poulidor.

De carácter irreductible, a Ocaña la derrota le enfermaba más que sus propias obsesiones. Siempre le gustaba tener la última palabra. Así se quitó la vida, enfermo y decidido. Aunque dio el salto a la fama en 1970 con el triunfo en la Vuelta y en la Dauphine, no fue hasta un año después cuando empezó a esculpirse su leyenda.

El Col de Menté estaba borrado entre la niebla, donde se camufló el infortunio. Ocaña inició un descenso a tumba abierta, jugando con la muerte. En una curva a izquierdas mal trazada se salió de la calzada y se fue directo contra el público que miraba la etapa en la cuneta. Nadie lo pudo parar, y entre gritos de dolor se retiró. Adiós al maillot amarillo, adiós al homenaje que se iba a dar unos días después cuando la carrera llegara Mont de Marsan y adiós a un Tour que tenía en el bolsillo.

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