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Nairo, del "mal del difunto" a la vida en rosa y cuesta arriba

Nairo Quintana nació con el "mal del difunto", provocado por el alma de una persona recién fallecida. Pasó los primeros meses de su vida acosado por diarreas, pero el problema acabó cuando su madre, Eloísa, le dio una infusión elaborada con las raíces de nueve árboles distintos, una pieza de arracacha y un puñado de su tierra natal. Así se obró el milagro y Nairo creció con normalidad. Sus padres se dejaron la vida para que sus hijos salieran adelante y lo llevaron a la escuela de Acarabuco, a 18 kilómetros de su casa. Ahí empezó a forjarse el campeón.

Guillermo, su padre, reparó una vieja bicicleta que usaba para vigilar el ganado y se la entregó para acudir a la escuela. El campeón del Giro no tuvo otra que aprender a montar en bici y recorrer 36 kilómetros diarios a 3.000 metros de altitud y hacer frente a unas pendientes con un desnivel medio del 8%. Cinco años más tarde, Nairo se llevó la victoria, con apenas 20 años, en el Tour del Porvenir, la carrera por etapas más prestigiosa para ciclistas menores de 25 años. Empezó el despegue de un corredor que acapara elogios de Eusebio Unzué, quien ve en él "a Miguel Indurain en cuanto a la forma de correr". Físicamente son la noche y el día. Tímido, una tez muy oscura, una amplia sonrisa y una diminuta figura encierran una fuerte personalidad.

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