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Persecución con grilletes

  • El Barça, víctima de sí mismo, devuelve una ventaja de 8 puntos al Real Madrid en dos jornadas · El estado de Eto'o, Ronaldinho o Henry agrava la baja de Messi

Cualquiera que no fuera madridista, que aunque no lo parezca son muchos, celebraba hace dos semanas que los blancos perdieran ante el Getafe y que el Barcelona recortara a sólo dos puntos su desventaja. Pero dos jornadas han bastado para enfriar mucho el campeonato. Flotaba en el ambiente que si el Barcelona se encontró de repente casi a la altura del Madrid, fue más por las desaplicaciones del líder que por los méritos de los azulgrana. Y dos fines de semana han bastado para atestiguarlo. Este Barça no es el equipo poderoso que levantó dos Ligas y una Champions.

Es indudable que la plantilla del Barça es mejor por nombres que por rendimiento. Porque en estos dos últimos años llegaron al club jugadores de mucho pedigrí que no juegan de azul y grana como lo han hecho con otros colores. Hace dos veranos ficharon Zambrotta y Thuram, campeones del mundo, y su nota no pasa del aprobado siendo condescendientes; el pasado verano se hizo la operación más glamourosa posible, Titi Henry, y está ocurriendo lo mismo. Salvo destellos, no es el jugador decisivo que se esperaba. Los fichajes ambiciosos no han cuajado, aunque otros con menos boato como Milito o Toure sí que dan rendimiento.

Los que han llegado tras ganar en París al Arsenal no han elevado el nivel general de la plantilla barcelonista. Y, encima, los que ya estaban tampoco son los mismos, con las contadas excepciones de los muy jóvenes Messi e Iniesta, que no paran de crecer y son ya estrellas internacionales. Deco, Xavi, Ronaldinho y Eto'o no son los puntales de hace dos temporadas. El portugués, entre lesiones y crispaciones, no es el todocampista que defendía como el primer defensa y atacaba como el primer delantero; Xavi, aunque últimamente marque goles decisivos, no hace circular la pelota como acostumbraba; Eto'o, entre las lesiones y la Copa de África, no exhibe el mejor tono físico; y el caso más flagrante es el de Ronaldinho, el hombre que ilustra el estado semidepresivo del gran club catalán. Era la referencia, el faro y guía, y su tibia implicación, bajo una figura algo pasada de kilos, hace que el crack brasileño sea una mala copa de sí mismo. Juega dos velocidades por debajo de lo que acostumbraba y se enreda con el balón en situaciones que antes aprovechaba para desesquilibrar.

Muchos jugadores del Barça parecen jugar saciados. Sin ese apetito desmedido de cuando llegó Ronaldinho y los Xavi, Eto'o o Puyol aún tenían casi en blanco la hoja de su palmarés. Recuerda al Madrid crepuscular de Florentino Pérez. Todo desemboca en un juego pesado, lastrado, sin esas triangulaciones frenéticas que desnudaban a cualquiera. Si te plantas con orden y disciplina y tienes recursos, como es el caso del Villarreal, el Barça se atasca.

Rijkaard tampoco ayuda a desatascarlo. En el entorno flota que el ciclo se encamina a su fin, incluso ya se oyen alternativas para el banquillo. Hay cierta tristeza, aunque nada que no puedan solucionar dos copas, una de ellas con las orejas bien grandes.

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