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Primer oro español

  • España se calza un oro de calidad en el estreno gracias a Samuel Sánchez · Phelps atemoriza de primeras · Crónica negra: un aficionado mata a otro antes de suicidarse

No por ser un comentario socorrido hay que dejar de cacarearlo. La España deportiva va bien, inversamente proporcional a la situación económica. Las penas con pan son menos y los españoles nos asomamos al televisor con otro talante. De país que iba de perdedor -porque lo era- a nación que mete miedo cuando sus deportistas se cambian en los vestuarios y se enfundan la ropa de trabajo. ¡Quién te vio y quién te ve! ¡Cómo cambian los tiempos! Antes un español aparecía por un Mundial o unos Juegos y se daba con un canto en los dientes por el mero hecho de estar, que no de competir, similar a un equipo de Regional jugando en el Bernabéu o en el Camp Nou. Ahora da pánico medirse a un español. Vuelven los viejos tercios españoles, regresa el ímpetu por ser alguien, por ganar, pelear, sufrir y dejarse el resuello en el camino.

Jornada de estreno. Se abre el telón y se ve un español triunfando. En el nombre de la película, sea cual sea, va incluida la palabra ciclismo. Una disciplina manchada, un deporte de laboratorio, de garrafón, mancillado y ultrajado por las jeringuillas y la trampa. De esa ponzoña germinan también flores. Y el ramillete de Paco Antequera era para quitarse el sombrero. Los dos últimos campeones del Tour, el vencedor del último Giro, el mejor de la regularidad en la ronda gala y el clasicómano Valverde.

De escudero, Samuel Sánchez. Un asturiano del Euskaltel Euskadi, émulo de un riojano en el Athletic o un británico en la Real. Tiró de pillería al saber que nadie le vigilaría a él para meterse en la escapada buena y vencer al sprint al veteranísimo Rebellin y a la bestia corrupia de Cancellara.

Más rápidos, más altos y más fuertes. Es la transformación hispana. El paso, tras años y años de caras de tonto, de perdedor a ganador. El símbolo es Samuel Sánchez. Oro de calidad el día que Pekín daba el pistoletazo de salida a los deportistas. La muralla china se le quedará grabada a este chaval que ha arrebatado por un día a Fernando Alonso el protagonismo en Asturias. Y en España.

Las bicis van como motos en un país en el que están de moda los coches de la Fórmula 1. España fue un equipo y el obsequio resultó ser el botín más preciado. Oro pasadas las 11:00 de la mañana hora española. Menudos abrazos le daba Alberto Contador al nuevo campeón olímpico -hecho insólito en el ciclismo en ruta para las huestes hispanas, que jamás subieron al podio- en la meta.

El madrileño y Óscar Freire dejaron de pedalear antes sin concluir la prueba. Al primero le toca pensar en la crono para suceder a Miguel Induráin o a Abraham Olano, oro y plata, respectivamente en Atlanta 96. Siempre con la venia de especialistas como el potentísimo Cancellara. El cántabro regresará a su retiro suizo con el Mundial entre ceja y ceja.

El ciclismo en ruta ha cobrado protagonismo como antes lo hizo, y lo seguirá haciendo, el de pista, con Llaneras y sus aliados, y el de montaña, con Hermida y Fullana. Desde luego, el alegrón por comenzar con un oro en los Juegos despierta entusiasmo. Un chute de felicidad en un deporte demasiado viciado. Con la primera medalla en la saca, hay que ser optimistas con tantos días por delante. Las 22 veces que subió al podio España en Barcelona podrán ser más o menos en Pekín, pero desde luego se aprecia, se masca, se ve y se huele otra actitud a la hora de encarar las grandes citas deportivas. El cambio generacional ha traído un torrente de recompensas en forma de medallas y títulos por doquier. Bien, Samuel, por colocar a tu país en la cuarta posición del medallero.

De las dos ruedas a la pileta. Phelps, Michael Phelps. Este chico de 23 años es un Bond en la piscina. Está en China para marcar varios hitos. Uno: superar los siete oros de Mark Spitz en Múnich 72. Dos: pulverizar el récord de medallas doradas totales olímpicas. Está en seis y con tres más iguala a los héroes que se arrimaron a la decena.

Ayer, en la primera zambullida, atemorizó a unos y a otros. Récord olímpico en 400 estilos. Y en las series. Este fenómeno del deporte universal no dejará pasar la ocasión de estampar su nombre y apellido en todos los libros con referencias olímpicas. El misil de Baltimore reventará Pekín.

Los españoles no disfrutaron como el estadounidense. La plusmarca nacional de Mireia Belmonte en 400 estilos sólo quedó en eso y no derivó en pase a la final. El resto de nacionales en liza anduvo lejos de algún reconfortante botín.

Antes, horas antes, la selección española femenina de baloncesto salió cabizbaja de su debut en tierras chinas. Las anfitrionas han preparado bien la cita en casa y las chicas de Evaristo Pérez no templaron los nervios finales. Ni siquiera Amaya Valdemoro. Hay tiempo para recuperar. Hoy, tempranito (8:30), se desperezan los chicos contra Grecia. Cuidado.

Hubo alegrías y tristezas. Éstas, no sólo deportivas. Rompiendo la norma periodística, mejor empezar por las primeras. Nuria Domínguez, veterana remera y luchadora empedernida, se coló en los cuartos de skiff. La sevillana quiere pasar rondas y poner colofón a su andadura olímpica de la mejor manera posible. Gervasio Deferr no tenía que justificar en el tapiz de la gimnasia su negativa a ser abanderado por España al tener que competir ayer. Pero lo hizo. Tercera plaza y a la final. Allí andarán Rafa Martínez, en el concurso completo aunque indignado por su nota en suelo, y el joven debutante Isaac Botella, en salto. Felicísima estaba Yoana Martínez. El bádminton patrio pasa la primera ronda, no así Pablo Abián.

Malas nuevas. Muy malas. En unos Juegos reina la concordia. Juan Antonio Samaranch fue un gran impulsor de esa idea marcada a fuego desde siempre, desde que en Atenas 1896 arrancara la era moderna del olimpismo. Un individuo chino asesinó a un aficionado estadounidense para después suicidarse lanzándose al vacío. Del divertimento al pesar absoluto por tamaña tragedia. Los Juegos se tiñeron de luto por un insensato que cometió un crimen que en absoluto se puede vincular al deporte.

El segundo lamento, muchísimo menos grave, está relacionado con la peor lacra incrustada en el deporte. Vuelta a las andadas con el dopaje. El velocista griego Anastasios Gousis dio positivo en un control en el centro de entrenamiento de los atletas helenos en Japón. En Grecia nacieron los Juegos y a Grecia vuelve el primer tramposo que se queda sin Juegos en Pekín. Mientras, a un tal Samuel Sánchez no se le borraba la sonrisa del rostro. Como a todos.

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