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Una Saeta de leyenda

  • Piedra filosofal del fútbol, a su conjuro se organizó la idea de crear un torneo que enfrentara a los campeones de cada país.

En su palacete madrileño de la colonia de El Viso le erigió Alfredo di Stéfano un monumento al balón, a la pelota, bajo la leyenda "Gracias, vieja". Era el reconocimiento al fútbol del hombre que más podía exigirle al fútbol, el futbolista que más se había dejado en un campo de juego desde que comenzase en los potreros bonaerenses hasta que ahí, a tiro de piedra de su casa, habían tenido que ir agrandando un estadio para corresponder a la demanda creciente por ver a su Real Madrid, al Madrid de Di Stéfano.

 

Nació Alfredo Estéfano di Stéfano Laulhé en el barrio bonaerense de Barracas el 4 de julio de 1926, hijo de emigrantes, del italiano Alfredo di Stéfano y de la francesa Eulalia Laulhé. Matrimonio de campesinos que manejaban una estancia a 65 kilómetros de Buenos Aires. A los trece años jugaba en los infantiles de River Plate y con diecisiete ya forma con el primer equipo para perfeccionar lo que se dio en llamar la Máquina, posiblemente el mejor River de toda su historia, pero, tras haber vestido la albiceleste, en el Monumental no iban a perdonarle su fuga a Colombia al rebufo de una huelga de futbolistas.

 

Con River ganó dos campeonatos argentinos, 1945 y 1947, en el 46 estuvo cedido en Huracán, fue máximo goleador en el 47 y con Argentina logró la Copa América de ese año mágico de 1947. Pero los tiempos eran convulsos en el planeta futbolístico del país del Plata y en el trajín de una huelga de futbolistas hizo Alfredo mutis por el foro y se fue con Pipo Rossi y Adolfo Pedernera a Colombia para jugar en un equipo hecho a golpe de talonario, el Millonarios de Bogotá. Fue conocido el Millonarios como el Ballet Azul, Alfredo hasta vistió en cuatro ocasiones la zamarra colombiana y en 1952 iba a producirse un cambio de ciento ochenta grados en su vida profesional.

 

Celebraba el Real Madrid sus Bodas de Oro y contrató para un triangular al equipo sueco del Norrköping y a los Millonarios, el equipo de Alfredo. Formó un lío gordo en Chamartín en el empate a dos con los suecos y agrandó el recital en el 4-2 al Real con doblete suyo. Santiago Bernabéu se quedó asombrado y reaccionó como un poseso. "Quiero a ese rubio, quiero al rubio", dijo. Pero mientras el Madrid negociaba con Millonarios, el Barcelona lo hacía con River, que tenía los derechos federativos.

 

Ya estábamos en 1953 y el pulso entre los dos colosos y rivales de nuestro fútbol sacudió la atonía informativa de la España de entonces. Intervino la Delegación Nacional de Deportes y decidió una sentencia salomónica, que jugase alternativamente una temporada en cada club. Y aunque Di Stéfano se había instalado en Barcelona y se encontraba bajo la protección familiar de Pepe Samitier, el Barça se negó a aquella componenda y el Real Madrid se encontraría con el camino expedito para hacerse con el mejor futbolista de su historia.

 

Con Enrique Fernández en el banquillo, Alfredo, que ya ha cumplido veintisiete años, debuta en un amistoso contra el Nancy el 23 de septiembre de 1953. Se alinea junto a los suplentes madridistas y ganan los franceses por 4-2 en un debut ciertamente decepcionante. Fue la única decepción, ya que debuta oficial mente en la tercera jornada de Liga y consigue en esa temporada que el Real Madrid gane la Liga después de veinte años de sequía.

 

Es un suceso Alfredo en la cerrada España de entonces y acudir a Chamartín para ver a la Saeta Rubia un rito que provocó que el estadio fuese ampliándose de forma paulatina. Di Stéfano iba a suponer un hecho tan relevante que a su conjuro fue fraguando la idea de organizar una competición europea en la que interviniesen los campeones de cada Liga. Y la Copa de Europa nacería en un despacho de París, en el del director de L'Equipe, de un tal Gabriel Hanot que calificaría a Alfredo di Stéfano como la piedra filosofal del fútbol.

 

Gana la Liga al año siguiente y también la primera Copa de Europa con una final épicaen el Parque de los Príncipes ante el Stade Reims. Se nacionaliza español el 13 de octubre de 1956 y debuta en la selección con un rotundo 5-1 a Holanda el 30 de enero de 1957. Nada se le resiste a Di Stéfano, al menos eso es lo que parece. Todo le va sobre ruedas, pero su segunda internacionalidad se tiñe con un tropiezo que será decisivo para que España no esté en el Mundial del 58, el de la irrupción de Pelé en Suecia. Será un empate con Suiza en Chamartín lo que determinará que sea Escocia la que se clasifique.

Es un punto negro para Di Stéfano la selección. Entre unas cosas y otras, no consigue ningún logro. Sigue sumando Copas de Europa, gana la segunda a favor de querencia a la Fiorentina, la tercera a la sombra del Atomium al Milan, la cuarta en Stuttgart al Stade Reims y la quinta en Glasgow al Eintracht de Fráncfort en lo que se dio en llamar el partido más grande jamás visto. Pero la selección... Por ejemplo, se clasifica España con brillantez tras eliminar contundentemente a la potente Polonia para jugar la final de la primera Eurocopa, pero el rival es la URSS y Franco dice que nones, que con los rusos ni rozarse. Y es para la selección soviética un título que bien podía haber caído del lado de una selección donde estaban futbolistas como Alfredo, Kubala, Luis Suárez, Del Sol, Gento, Eulogio Martínez, Peiró, Santamaría...

 

Se afronta después la clasificación para un puesto en el Mundial de Chile del 62 y España pasa sin problemas de ningún tipo tras dejar en la cuneta a País de Gales y a Marruecos. El equipo lo adiestra Helenio Herrera y la baraja de futbolistas es impresionante, pero Alfredo viaja con un dolor en la espalda que va a ser su martirio en el futuro. Está entre algodones y cada día es la gran duda, pero no juega un solo partido, España no pasa a la segunda fase tras perder con Checoslovaquia y Brasil, que serán los finalistas, y ganarle sólo a México. El último tren mundialista también se le escaparía a la mítica Saeta Rubia.

 

Otra chinita en el camino se la encuentra Di Stéfano con la Copa de España, del Generalísimo a la sazón. Hasta tres finales perdería su Real Madrid en el mismísimo Chamartín. En 1958, ante el Atlético de Bilbao por 2-0 y en 1960 y 1961 ante el Atlético de Madrid por 3-1 y 3-2, respectivamente. Y a la cuarta fue la vencida, ya que en 1962 iba a agarrar Alfredo su única Copa al derrotar a un Sevilla que había ido ganando casi hasta el final. Sería la última final que Di Stéfano ganaría en su vida de futbolista.

Y es que ese mismo año había perdido la de Europa contra el Benfica de Eusebio y aún le quedaría otra, la más triste de todas, aquella con el Inter. Fue en el Prater vienés y le supondría vestir por última vez la camiseta blanca del Real Madrid, de ese equipo que a su alrededor se había alzado con el indiscutible liderazgo universal.

 

Tras la final europea toca eliminatoria copera con el Atlético de Madrid y en la víspera se produce una conmoción en el vestuario de Chamartín. Por primera vez desde que llegase a España, Di Stéfano, sin lesión alguna, no figuraba en la lista de convocados. Miguel Muñoz había decidido prescindir de él en lo que sería la primera decisión encaminada a componer el Real Madrid ye-yé. El Atlético eliminaría al Real Madrid y Muñoz le presentaría la dimisión a Santiago Bernabéu, "porque como usted no querrá desprenderse de Alfredo...".

 

Y Bernabéu prefirió quedarse con Muñoz y ofrecerle a Di Stéfano un puesto técnico que el argentino acogió como un agravio; con el orgullo herido de consideración, se fue de Chamartín dando un portazo rumbo al Español de su amigo Ladislao Kubala. Bernabéu jamás iba a perdonarle que se fuese de la que era su casa y lo cierto es que en la filas españolistas se dejó la última gota de sudor, pero en nada iba a asemejarse al futbolista que fue. Puede decirse sin ningún tipo de miramientos que las dos temporadas que estuvo en Sarriá bien que sobraron en su currículum.

Colgaba las botas tras un partido de Copa en el campo del Betis el 1 de mayo de 1966 y elegía el camino de los banquillos. Debutaba en el Elche, temporada 67-68, y dura sólo una vuelta, siendo cesado tras una derrota en Altabix ante el Zaragoza de su compatriota y amigo Roque Olsen. En 1969 vuelve a Argentina para entrenar a su gran rival de siempre, Boca Juniors. Con los xeneizes, Alfredo sale campeón del Nacional tras empatar un partido épico en el Monumental de River.

 

Al año siguiente vuelve a España para entrenar al Valencia. Y el Valencia, que no ganaba una Liga desde el año 47, se hace con el título en esta 70-71. Está en Valencia hasta el 74, entrena durante sólo unos días a Sporting de Lisboa, luego está en Rayo Vallecano y Castellón, vuelve al Valencia en la 79-80 logrando la Recopa en final ganada al Arsenal y retorna a Argentina para dirigir a River en la 81-82, saliendo campeón del Nacional del 81.

 

Había muerto Santiago Bernabéu cuatro años atrás y la puerta del Real Madrid se la abre a Alfredo Luis de Carlos en el verano del 82. Se cumple su sueño de entrenar al Real Madrid y en esta 82-83 se entretiene el equipo madridista en ser subcampeón en cinco competiciones. En Liga se queda a un punto del Athletic, la final de Copa la pierde con el Barcelona, la de la Recopa con el Aberdeen, la Copa de la Liga con el Barça, golazo de Maradona en el Bernabéu, y la Supercopa la había perdido con la Real Sociedad.

 

Dos temporadas permanece en el banquillo del Real Madrid, vuelve a Boca, intenta sin éxito salvar al Valencia del descenso en 1986, pero logra el ascenso a la campaña siguiente. Está en Mestalla hasta el 88 y se retira de los banquillos en el Real Madrid durante una estancia de quince partidos de la 90-91 haciendo tándem con José Antonio Camacho.

 

Dos Balones de Oro, cinco veces Pichichi, 31 veces internacional con España, seis con Argentina y cuatro con Colombia, cinco Copas de Europa, una Intercontinental, ocho Ligas con el Real Madrid, dos con River Plate, tres con Millonarios, una Copa de España, una Copa América con Argentina, presidente de honor del Real Madrid como último peldaño en una escalera fantástica, interminable relación de conquistas de Alfredo di Stéfano, la piedra filosofal del fútbol, la Saeta más legendaria, historia de futbolista portentoso que ya no está con nosotros.

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