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Sochi abre sus Juegos

  • Más de 3.000 jóvenes bailarines, músicos, acróbatas y artistas de circo protagonizan la ceremonia de inauguración. Javier Fernández abandera el desfile de los deportistas españoles

Con un homenaje a su propia historia y cultura, un espectáculo lumínico y mucho frío, Rusia sacó su orgullo nacional en la ceremonia de inauguración con la que arrancaron los superlativos Juegos Olímpicos de invierno de Sochi, los más caros y polémicos de la historia. Fue lo que se esperaba, un viaje en el tiempo por todos los momentos gloriosos de la historia de Rusia, pero ello no impidió que los fuegos artificiales y la nieve dentro del prominente estadio Fisht, así como las originales coreografías y puestas en escena dejaran indiferentes a los casi 40.000 espectadores que asistieron al escenario a orillas del Mar Negro.

"Declaro inaugurados los XXII Juegos Olímpicos de Invierno", señaló a las 22:27 de Sochi y enfundado en un traje típico soviético el presidente de Rusia, Vladimir Putin, la personificación de los Juegos, escoltado en el palco por los numerosos líderes mundiales que al contrario que los dirigentes de Estados Unidos, Francia o Alemania sí aceptaron la invitación.

El relevo de la antorcha llegó a su fin después de 65.000 kilómetros de viaje. El fuego fue pasando por las manos de varias leyendas rusas del deporte: la tenista rusa Maria Sharapova se la cedió a la atleta Yelena Isinbayeva, ésta al ex luchador Alexander Karelin y el gigantón la dejó en manos de la ex gimnasta Alina Kabaeva. La llama encendió el pebetero finalmente con la ayuda de la ex patinadora artística Irina Rodnina y del ex jugador de hockey sobre hielo Vladislav Tretiak, ambos tres veces campeones olímpicos por la extinta Unión Soviética.

Con algunos asientos vacíos en el estadio y con muchos otros ocupados por propios voluntarios, una música electrónica rusa algo estridente dio paso a la ceremonia, que comenzó a las 20:14 con el termómetro rozando la temperatura de congelación del agua y después de casi diez minutos de silencio sepulcral en las gradas, igual de frías casi que el mercurio. Nadie se desprendió de sus abrigos polares durante las dos horas y media de espectáculo que arrancó con una explicación del alfabeto cirílico entre humo y con luces apagadas y que siguió con unos prados flotantes entrando por uno de los fondos del estadio tras los primeros de muchos fuegos artificiales, un total de casi cinco toneladas de artefactos pirotécnicos.

Rusia mostró las cartas que se guardaba en la manga para sorprender al mundo después de unos últimos meses en el que las relaciones internacionales quedaron marcadas por la polémica ley anti-gay que rige en el país más grande del mundo. Un bandera humana con los colores rojo, blanco y azul ondeó literalmente dentro del estadio antes del desfile de atletas. Desde Grecia hasta Rusia, deportistas de 87 Comités Olímpicos Nacionales más los atletas de India, que competirán bajo bandera olímpica por una sanción del COI, recibieron un caluroso aplauso de la grada en algunos casos. Otros se tuvieron que conformar con la algo repetitiva música disco y los saludos de los voluntarios.

El equipo olímpico español, abanderado por el patinador Javier Fernández, doble campeón de Europa, desfiló sobre la pista del estadio Fisht durante la ceremonia de inauguración. Ataviados con pantalón azul y chaqueta roja oscura, en el caso de los chicos, y amarilla, en el de las chicas, los representantes españoles destacaron por la boina azul marino con las letras ESP en amarillo que lucieron. Durante el desfile los deportistas españoles contaron con el entusiasta apoyo de Juan Antonio Samaranch Salisachs, miembro de la ejecutiva del Comité Olímpico Internacional (COI), que aplaudió el paso de la delegación española desde el palco de autoridades. El equipo español, que desfiló en el puesto número treinta y uno, está integrado por veinte deportistas, que tratarán de lograr la primera medalla para España desde 1992 cuando la esquiadora Blanca Fernández Ochoa logró el bronce en la prueba de eslalon.

La apoteosis llegó con la entrada de la delegación rusa. Por un momento se olvidaron los 50.000 millones de dólares invertidos, la polémica ley anti-gay, los asientos vacíos en el Fisht o la amenaza terrorista que escaló un peldaño más con el supuesto intento de secuestro de un avión con destino a Sochi. La música se paró un segundo, la gente se puso en pie y el estadio estalló en aplausos y júbilo para recibir a la delegación que aspira a devolverle a Putin algo de oro en forma de medallas.

Los atletas rusos tomaron asiento con la canción Harder, better, faster, stronger (Más duro, mejor, más rápido y más fuerte) de Daft Punk, como si de un mensaje del Kremlin se tratará. Apoyado en la "más alta sofisticación que permite la técnica moderna", como prometió el jefe del comité organizador, Dmitri Chernyshenko, el equipo de Konstantin Ernst, director creativo de la gala llamada Sueños de Rusia, asombró con la función que comenzó a continuación, un viaje del pasado al presente llegando a una galaxia de atletas en el cielo y visitando todos los rincones del país más grande del mundo. Barcos, ejércitos, las conquistas del zar ruso Pedro el grande, mucha música clásica, ballet, muñecos y elementos típicos del folclore ruso, una representación de Guerra y Paz, de León Tólstoi: en el suelo del Fisht habría lugar para todo.

Incluso para inmortalizar la revolución industrial con una coreografía de ambiente comunista, quizá el momento más emotivo. Las luces rojas se adueñaron del escenario mientras trabajadores construían con martillos, sopletes y carretillas los cimientos del imperio comunista. Una hoz entró por una esquina del estadio. Un martillo hacía lo mismo desde el otro lado. El símbolo de un imperio con el que no pudo ni el poderoso ejército alemán de Adolf Hitler por unos instantes en la gala.

La ceremonia, en la que la diva de la ópera Anna Netrebko cantó el himno olímpico, fue vista, según los cálculos previos del COI, por 3.000 millones de personas, casi la mitad de la población mundial. Unas diez mil personas participaron en un show que costó más de 30 millones de euros y que se llevó a cabo en un estadio construido sólo para las ceremonias de apertura y clausura. Los pocos asientos vacíos no empañaron una ceremonia llena de vida y color. "Esta noche escribimos un nuevo capítulo en la historia olímpica. Son los primeros Juegos Olímpicos de la nueva Rusia", proclamó el presidente del COI, el alemán Thomas Bach. Los Juegos de Sochi, los de Putin y los de la nueva Rusia ya arrancaron.

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