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La banda sonora de la Cartuja

  • La hinchada argentina, aun en menor número que la local, se hace escuchar con cánticos de apoyo a cada uno de sus jugadores con letras prestadas del fútbol

"El domingo, tanto Nadal como Ferrer van a necesitar más que nunca sentir el apoyo de la afición". Esto lo dice el capitán español, Albert Costa, consciente de que si su equipo va ganando en la pista, en la grada los argentinos, aun siendo minoría, son mucho más ruidosos y crean cada día la banda sonora de la Cartuja.

Apenas unos 2.000 por los más de 20.000 españoles, pero ruidosos como ninguno. El Estadio de la Cartuja parece por momentos el Monumental o La Bombonera, con todos sus hinchas cantando al unísono unas cancioncillas que lo mismo sirven para el fútbol, el baloncesto o el tenis. Sólo hay que cambiar una palabra, un nombre... y se da por bueno el cántico. Menos variedad tienen los locales: el clásico "oeoe", el "yo soy español" o el "España, España".

Quizá el 5-0 que los argentinos están metiendo en la grada tiene una explicación: parece que no hace falta, que el triunfo está conseguido a poco que Nadal y Ferrer jueguen a su nivel, y por eso el público casi se limita a aplaudir los puntos de los suyos como si de la ópera se tratase. El viernes, por ejemplo, fue Ferrer quien metió al público en el partido y no al contrario. Verdasco no hacía más que levantar los brazos pidiendo el apoyo mientras el de Jávea sudaba con Del Potro en la arena, sabedor de que su compañero necesitaba sentir que la gente creía en él.

Un día Del Potro es el héroe y al otro Nalbandian, el Rey David lo llaman en su tierra, al que, como el viernes a Pico Mónaco (lo de Pico le viene de su padre, que nació muy pequeño), la hinchada visitante no paró de dedicarle cánticos. Y lo mejor es que los escasos 2.000 argentinos chillan y hacen ruido al unísono. Todos juntos, para que su voz se haga escuchar. Y es que cuando uno sale fuera de sus fronteras, el amor patrio se multiplica. No hay nada como animar a tu equipo en tierra hostil, en campo contrario, donde más gusta ganar. Si a eso se suma el punto de locura (en el buen sentido) que la condición de ser argentino trae consigo, el resultado es que dos millares de albicelestes suenan más que 20.000 españoles.

Ataviados con los colores de su bandera, son visibles en las gradas del recinto hispalense. Incluso el que ha cogido la entrada en medio de territorio enemigo grita como si la vida le fuese en ello. Da igual, dicen, somos hermanos. Y como hermanos se ven a unos y otros compartiendo el famoso mate argentino en la grada, fotografías e, incluso, intercambiándose camiseta.

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