Covirán Granada-Río Breogán

Y la ola regresó al Palacio

  • El Palacio de los Deportes vibró con la actuación de su equipo y acabó realizando el famoso festejo

La grada apoya con luces en los móviles.

La grada apoya con luces en los móviles. / Antonio L. Juárez / PHOTOGRAPHERSSPORTS (Granada)

En las gradas del Palacio de los Deportes se jugó otro encuentro. Dos en uno. El público, citado una hora antes del inicio del choque, no falló a la cita y calentó motores junto a un ‘Frente Nazarí’ que se encargó de que la llama de la ilusión estuviese prendida desde el comienzo. El fondo desplegó una bonita pancarta con el lema ‘Somos una Familia’, que evidenció el inquebrantable vínculo entre equipo y afición y avivó una motivación que ya de por sí estaba a niveles máximos.

El ruido del Palacio, donde sólo se permitió la entrada a mil quinientos aficionados, era tal que dificultaba la comunicación entre dos personas sentadas codo con codo –siempre dentro de las restricciones contra el Covid-19–. El ambiente, completado con móviles iluminados para hacer aún más épica la atmósfera, fue concorde a la importancia de un choque de tal calibre. Incluso varios aficionados del Río Breogán, que recorrieron los más de novecientos kilómetros para ver a su equipo, asistieron a la convocatoria.

De menos a más

Había más de mil maneras de discernir la trascendencia del choque con sólo mirar el graderío de la pista rojinegra. La hinchada no despegaba la mirada del parqué ni un solo segundo, los aplausos y cánticos fueron una constante y los habituales asientos rojos a pie de pista estuvieron acompañados de sillas que rodearon casi toda la zona de juego. Nadie quería perdérselo. Pese a que el técnico local, Pablo Pin, en continuadas ocasiones quiso quitar hierro al asunto diciendo que los rojinegros jugarían “sin presión” todo el mundo era consciente de que el ascenso a la ACB estaba a un paso.

El inicio fue del Río Breogán. El cuadro gallego castigó los errores del cuadro granadino y llegó a terminar el primer cuarto con una diferencia de hasta cuatro puntos. Casualmente, la afición del Covirán Granada sonó con mayor estruendo cuando peor lo pasaba su equipo. O lo que es lo mismo: actuó cuando más lo necesitaban los jugadores. Justo a tiempo, claro.

El empuje de la grada, junto con varios movimientos acertados por parte de Pablo Pin, que no paró de recorrer la zona de banquillos en todo el partido (¡ay, los pasos que marcaría ese smartwatch!), llevaron en volandas a un cuadro nazarí que basó sus ataques en unos inspirados Thomas Bropleh y Alex Murphy. El estadounidense, con su habilidad habitual en posesión del balón, levantó al graderío y el marcador para los suyos convirtiendo el Palacio de los Deportes en una auténtica olla a presión.

Como antes

La caldera en la que estaba convertido el coliseo nazarí, llena de abanicos entre tanto color rojo y negro, vibró con la remontada de su plantel, que no cedió la ventaja en el marcador una vez se colocó por delante.

A cinco minutos del final del primer duelo por el ascenso a la ACB, con una diferencia ya considerable a favor de la escuadra rojinegra, sólo podían escucharse cánticos entre las sonrisas que se intuían debajo de las mascarillas. El ‘¡qué bonito es…!’ inundó la sonoridad del recinto, que ya se veía ganador en un duelo en el que (casi) siempre fueron superiores. El sentir que despierta este equipo es tal que el presidente, Óscar Fernández, parecía un aficionado más. Saltó y brincó de su asiento en múltiples ocasiones e hizo notar su pasión por el club.

El entrenador visitante, Diego Epifanio, definió el ambiente como “muy beneficioso para el equipo local” y Pablo Pin dijo que fue “el de las grandes ocasiones”, el que “vivió” con su padre y ha visto en tantas ocasiones. Eran sólo mil quinientos espectadores, pero consiguieron sonar como cinco mil. Y además regresaron un festejo –la mítica ola– que hizo sentir la ‘nueva normalidad’ como la de toda la vida. Y qué bonito fue.

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