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Este equipo no juega un pepino

  • Tercera derrota en casa, esta vez ante un rival directo como el Leganés, en el debut de Lluís Planagumà El Granada mejora en defensa pero pierde toda la chispa en ataque Rubén Pérez, descarte de Jémez, es el mejor

Jiang Lizhang estuvo ayer en el palco. Vio el equipo que le han hecho y seguramente escucharía por primera vez una pitada dirigida hacia una de sus decisiones. Quizás sea bueno que viera cómo lo que eran buenas palabras, promesas y muchos postureo durante el verano han desembocado en una estructura errática, esquizofrénica, tocada por la mala suerte también, en la que nada está saliendo como estaba previsto y llena de errores que se podían haber evitado sólo con haber aplicado un mínimo de lógica futbolística. Es de suponer que le servirá para saber que esto se arregla con 'pasta', para saber lo que no tiene que hacer más veces como presidente del Granada. El equipo se deshizo durante julio y agosto. No es que el del curso pasado fuera un expositor de virtudes, pero al menos se comportó como un bloque cuando debía serlo. Un árbol de Navidad al que le faltaban guirnaldas para brillar. Pero entre Jémez y Piru, además de la connivencia de ese director deportivo 'en la sombra' que es Pere Guardiola, desarmaron un equipo que podía llamarse así. Por eso, ayer, el Leganés, con bastantes menos kilos de calidad que el Granada, salió victorioso de Los Cármenes, con un Rubén Pérez (cedido por los rojiblancos) que pareció casi el mejor Xabi Alonso. El 'Lega' hizo lo que debía: mantener el bloque del ascenso y aderezarlo con nombres de Primera. En el Granada, como parecía que se iba a inventar de nuevo el fútbol, había que hacer tabla rasa con todo aquello que oliera a pasado. Y así estamos.

Planagumà intentó hacer algo muy bueno: darle autoconfianza al equipo. Sacrificó todo aquello que había hecho Paco y que incluso había aprendido de él durante estos dos meses, para no recibir goles y esperar a madurar la victoria a través de la paciencia. Desde el primer balón ya se vio que todo iba a ser rotundamente opuesto al juego del cordobés. Sacó el Granada del centro del campo hacia Gastón Silva y el central le pegó un balonazo largo que le hubiera valido ser cambiado por Jémez en ese mismo instante. Y es cierto que defensivamente los rojiblancos tuvieron otro empaque, pero no crean que mucho más allá que con el anterior técnico. En los balones divididos, el Leganés se agigantaba y a poco que hilvanara dos pases llegaba relativamente fácil al área del Ochoa, aunque sin generar ocasiones. El centro del campo granadinista, compuesto por Javi Márquez y el cada vez más superado Sergi Samper, hizo aguas ante el formado por los pepineros, con un recién ascendido como David Timor y Rubén Pérez, un descarte de Jémez. La batalla estuvo perdida desde casi el principio. La elaboración del Granada estuvo supeditada a mandar balones largos y tratar de generar superioridades por las bandas que apenas se pudieron llevar a cabo.

El equipo rojiblanco estuvo muy despistado por el 1-4-4-2 impuesto por el debutante Planagumà, que si bien minimizó infartos en defensa, borró de un plumazo las buenas intenciones ofensivas del estilo Jémez mostradas en días como el del Betis o el Athletic. Quizás el único pero al nuevo entrenador: haber fomentado el guirigay de conceptos futbolísticos del equipo con un cambio de dibujo.

Lo que son paradas y grandes intervenciones de los portero, de eso no hubo en todo el encuentro. Más que ocasiones, se produjeron acercamientos. Y todos respondieron más bien a fogonazos que por consecuencia del juego de ambos. Szymanowski trató de sorprender sin éxito a Ochoa desde el centro del campo nada más empezar, mientras que Andreas Pereira pudo cambiar el signo del partido en el 5' en la mejor oportunidad granadina. Carcela salvó un saque de banda con un pelotazo de espaldas bombeado que peinó Ponce habilitando la incorporación del brasileño, que esperó refuerzos en ataque en vano y tuvo que finalizar con la defensa encima y forzando un córner.

Un centro de este mismo jugador desde la izquierda al que Ponce no llegó por poco y un remate de cabeza fuera de Mantovani en una acción de estrategia visitante clausuraron los primeros veinte minutos, quizás los más vistosos del encuentro. Desde ahí bajó la intensidad y se jugó en muy pocos metros. El Leganés defendió con mucho orden y entre sus líneas el Granada fue incapaz de encontrar resquicios, entre otras cosas porque Alberto Bueno se vio fuera de sitio con el 4-4-2.

Clamaba al cielo la insipidez de Samper, el fichaje estrella, el joven que iba a hacer funcionar al Granada. No está verde, es que aún es una semilla. Para darle más protagonismo, Planagumà decidió variar el esquema de juego al empezar la segunda mitad. Aparte de cambiar de banda a Pereira y Carcela, una constante durante todo el partido, adelantó a Javi Márquez, retrasó a Bueno y dejó como único pivote al ex barcelonista. Ganó presencia y con una mayor agresividad en conjunto al presionar, el Granada mostró mejor cara. Aunque el primer susto lo dio una falta de entendimiento de Vezo y Ochoa en un pase que arregló el luso cortando la galopada de Luciano, fue Bueno el que en un rebote a mal despeje de Serantes estuvo cerca de abrir el marcador, algo que en esos instantes hubiera sido de justicia (58').

Pero el conato de reacción desapareció tras una serie de choques y lesiones en el Leganés que cortaron el ritmo del partido y, por consiguiente, de un Granada que ya no volvió a carburar. Planagumà quitó a Samper y metió a Krhin, que no mejoró al catalán en demasía. Creció el Leganés volviendo a tener la manija en la medular pero, sobre todo, afeando más a un Granada que se descose, se derrite cuando los partidos superan el minuto 65. Carcela estuvo a punto de batir a Serantes en el 66' aprovechando que el arquero estaba adelantado.

No pasó nada más hasta el gol visitante, de una factura igual a los que le marcaban a Paco Jémez en sus encuentros anteriores. Un despeje sin intenciones de la zaga en un córner para el Granada generó una contra en la que Tito dudó en si atacar o no el balón tocado por un madrileño. Le dejó el esférico de cara a Ramos, este se la dio a otro ex rojiblanco, Robert Ibáñez, y este abrió para que Szymanowski le pegara nada más que regular y a media altura. Ochoa estaba vendido, pero pudo hacer mucho más, tanto en la salida, en la que pareció quedarse a medio camino, como en la mano blanda que metió y que le dobló la fuerza justita del disparo del argentino.

Desde entonces, la historia ya se había visto en Los Cármenes. El Leganés tuvo a merced a un Granada que discutía, rifaba la pelota y la perdía, mental y físicamente agotado. Tan descorazonador fue el cuarto de hora final que a cinco minutos del 90 medio estadio estaba vacío. Pocos vieron cómo Krhin y Kravéts se estorbaron en un centro de Barral (86')

La permanencia está complicadísima, aunque queden 93 puntos y estemos en octubre. El enfermo no mejora y el problema está tan enraizado que sólo queda en confiar en que el trabajo algún momento haga florecer las victorias. Pero el tiempo de la paciencia lleva consumido bastantes semanas.

Árbitro: Jaime Latre (aragonés). Asistido por Bueno Mateo y Tresaco Escabosa (aragoneses). Partido tranquilo y fácil, sin incidencias en las áreas y bien llevado por el trío arbitral.

tarjetas: Amarillas Ponce (53').

gol: 0-1 (75') Szymanowski. Despeje de la defensa del Leganés que lanza un contragolpe. Tito pierde la posición y entrega el balón a Omar Ramos, éste se la da a Robert Ibáñez, que entrega a Szymanowski que, solo, dispara a media altura cruzado y bate a Ochoa, que llega a tocar el balón.

incidencias: Partido correspondiente a la jornada 7 en la Liga Santander-Primera División, jugado en Los Cármenes ante 15.050 espectadores, de los cuales cerca de 200 eran aficionados del Leganés. El partido comenzó a las 13:02 por una problema en la red de la portería del fondo sur. Presenció el partido el presidente Jiang Lizhang, que al final recibió una fuerte pitada del público y escuchó gritos de "¡Pina, Pina!" y "directiva dimisión" por parte de la grada de animación. Sol y calor.

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