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La expectación se torna en vítores

  • Ambiente Los aficionados rojiblancos, que desde primeras horas de la mañana aguardaban en las cercanías del estadio, vieron como su club les premió con el mejor regalo: una goleada al líder

Todas las grandes citas tienen siempre algo en común: la expectación. Puede ser debido a un concierto, a un acto político, a una rueda de prensa o a un partido... pero todas ellas poseen algo oculto, que llama la atención y que reclama el interés general del espectador. Con el fútbol es un común denominador el que los aficionados vayan creando ambiente antes de los encuentros. El choque entre el Granada y el Melilla lo merecía por ser un duelo de titanes entre el segundo -con tintes de llegar a primero- y el por ahora líder de la categoría.

El ambiente previo antes del comienzo de la contienda era de alegría y esperanza. Los aficionados rojiblancos confiaban en que su club de toda la vida pudiera con el conjunto norteafricano. En los corrillos que se formaban en los aledaños al estadio de Los Cármenes hacia las 10:30 de la mañana, se hablaba en plan monotema: "Si el Granada no ganan hoy, no vuelvo el domingo próximo al estadio" o "si le ganan al Melilla, no quiere decir nada más que antes no han hecho nada, pues el Melilla no tiene mejor equipo que nuestro Graná". Estas eran algunas de las frases que se oían en las camarillas que se formaban junto a los bares o a las puertas de entrada al Campo Municipal. En algunos se dialogaba de fútbol, pero de Primera División, acerca de los cuatro tantos que el Barcelona le endosó el sábado al Athelic. El trasfondo de las grandes citas, en la base, es la expectación que crean previamente, eso está claro. El fútbol en este caso, era el asunto. Daba igual si de Segunda B, de Primera o de Preferente. Lo importante era charlar sobre el deporte rey.

La gente llegaba a las inmediaciones del estadio. Un color rojiblanco bañaba las paredes ocres y el asfalto gris del barrio del Zaidín, mientras el tráfico se hacía denso ante la afluencia de público. Una multitud que se esperaba mayor ante el interés por el choque tan importante que el Granada jugaba en menos de una hora. Sin embargo, la Semana de Pasión y el buen tiempo rompieron los esquemas de aquellos que pensaron que la marea se convertiría en tsunami en las gradas zaidineras.

La hora del gran momento se acercaba. Al igual que las grandes concentraciones de aficionados a las puertas del estadio. En las entradas sur y norte era donde más afluencia de gentío existía. Niños y padres de la mano, matrimonios, parejas, jóvenes, grupos de amigos, todos se agolpaban con sus camisetas y bufandas al cuello en una mañana en que el sol se dejó ver. No obstante, el frío recordó que aún continúa sin dar tregua, pese a irle bien las cosas al Granada CF y que él no se esconde como ayer lo hizo el Melilla en la zaga antes de que el segundo tanto llegara obra este de Ighalo.

A poco del inicio, los más ruidosos y animosos del fondo sur mostraban orgullosos una bandera rojiblanca al grito de "vamos Granada" frente a la esquina de la puerta de su propio terreno, donde cada domingo en casa animan a su club. Un poco más adelante, el tráfico estaba cortado por la Policía Local, que intentaba que no se formaran demasiadas colas. Sin embargo eso fue imposible: entre las obras de la parte de atrás de Los Cármenes, las filas de aficionados en el trasiego de las taquillas para sacar las entradas, las prisas de los que llegaban tarde o el que va invitado y no sabe por dónde se entra, y cómo no, aquel que no sabe dónde aparcar... al final el orden se convierte en caos.

La vista desde la entrada de tribuna era espectacular. Una masa de personas se acercaban como si de un manto rojo se tratase. Un poco más lejos, una masa compacta e inerte esperaba su turno: eran los coches en cola a las puertas del parking que esperaban su turno.

Y mientras unos se desesperaban por dejar el coche, otros lo hacían por entrar al estadio, que ya había abierto sus puertas. Entre la fila de aficionados y socios, una de las peñas del fondo sur gritaban sin parar y con razón: "Abran la puerta, abran otra puerta ya", debido a que la fila india llegaba al arcén.

Dentro del estadio, al subir las escaleras, el triunfo no se podía dilucidar aún, pero la cara de las gentes que por allí caminaban daban una idea de la alegría y optimismo que se respiraba. Todo eran sonrisas. Al mirar hacia el terreno de juego, quizá algo de decepción por el poco público, aunque ya se preveía al ver las proximidades del estadio durante la mañana. Una media entrada para un día tan trascendental, en el que la afición era fundamental para los jugadores. Una olla a presión, eso fue el campo.

Al final, tres cuartos de aforo. Daba igual. La afición del Granada CF se portó como en esas grandes citas, con gran expectación y con la ilusión que le concierne sin dar la espalda a ese gran amigo, a ese club de sus anhelos que les respondió con cinco goles.

Nada más entrar el Melilla, pitada monumental, para rebajar los ánimos al líder. Tras pisar el Granada el césped, los aficionados ofrecieron una gran ovación que no dejó espacio a la confusión: la grada les había perdonado lo de Marbella y lo del Betis. Un gran alivio para los rojiblancos, que comenzaron sin presión y regalaron al aficionado un encuentro de los que hacen historia. De los que quedan marcados, de los que gustan y se recuerdan.

Al final del choque, aplausos para los protagonistas, que firmaron autógrafos por la puerta grande. Y con todo, la expectación se tornó en vítores con el pitido final.

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