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El fútbol ético de Cesare Prandelli

  • El técnico italiano revoluciona la selección con su apuesta por un sistema de valentía · "Ganar no es suficiente", advierte

Cuando Cesare Prandelli llegó al banquillo de Italia tras el fracaso en el Mundial de Sudáfrica 2010, se propuso, antes que nada, reconquistar la simpatía de la gente por el equipo, para lo que impulsó un código ético y un cambio de concepto para enterrar definitivamente todo vestigio de catenaccio.

"Ganar no es suficiente. Uno debe tener deportividad y una moral seria", dijo Prandelli, de 54 años, como carta de presentación. "El código ético debe aplicarse hasta en las últimas consecuencias, de otra manera no sería creíble. Los futbolistas estuvieron de acuerdo", agregó.

Pasado el tiempo, las victorias y el comportamiento de sus futbolistas, tanto dentro como fuera de la cancha, confirmaron sus palabras. Sin embargo, el reciente escándalo de arreglo de partidos y apuestas ilegales ha devuelto la Italia de casi siempre. "Si es necesario, nos quedamos en casa y no vamos a la Eurocopa", dijo Prandelli la pasada semana tras varios días de furia en los que vio, entre otras cosas, cómo la Policía registraba la habitación de Domenico Criscito en la concentración.

Muchos criticaron la frase. Otros la entendieron como una provocación para llamar la atención de la gravedad del asunto a los italianos, quizás ya inmunizados ante los continuos escándalos. "Recibo bofetadas a derecha e izquierda, pero lo dije con la máxima sinceridad, como siempre", se defendió en Cracovia.

En el mismo sentido se manifestó el primer ministro italiano, Mario Monti: "Debemos considerar y evaluar si una suspensión total de este juego por dos o tres años sería beneficioso".

También Monti trata de cambiar la imagen de una Italia a cuyo rescate acudió por la crisis económica y tras la excesiva era de Silvio Berlusconi. Entre las medidas del tecnócrata destacó un código ético que impide a los empleados públicos aceptar regalos. Prandelli aplicó el suyo en su parcela: dejó fuera de la selección temporalmente a Mario Balotelli, Danielle de Rossi y Osvaldo por los castigos en sus clubes y también decidió prescindir para la Eurocopa del sospechoso Criscito.

Sus cambios en la azzurra van más allá de los comportamientos. Atento sólo a las cualidades futbolísticas miró a los nuevos italianos. Entre ellos, Thiago Motta, de origen brasileño; Balotelli, de padres ghaneses; Angelo Ogbonna, nacido en Francia y de raíces africanas; o Cristian Ledesma y Osvaldo, oriundos de Argentina y que finalmente no entraron en el plantel de 23.

"Los extranjeros no han sido nunca un problema para mí, sino una oportunidad", dijo el hacedor de un combinado multicultural. "Basta con mirar nuestras categorías inferiores: el 60% de los niños son de origen o nacidos en el extranjero. Simplemente es el futuro".

Pero no fue fácil. En noviembre de 2010, un grupo de tifosi protagonizó incidentes en un amistoso contra Rumanía en Austria, donde entonaron cánticos racistas en contra de Balotelli y Ledesma.

"No hay italianos negros", clamaban los radicales de extrema derecha contra Balotelli.

El compromiso de Prandelli va más allá de la cancha. El diario italiano La Repubblica publicó en septiembre de 2010 una carta de apoyo del técnico a la iraní Sakineh Mohammadi Shtiani, sentenciada a muerte por lapidación por presunto adulterio y participación en el asesinato de su marido.

El martes consideró que visitar el campo de concentración de Auschwitz debería ser "obligatorio" para todos. Su lucha contra la discriminación es activa. En abril, Prandelli escribió el prólogo de El campeón enamorado, un libro sobre la homosexualidad en el mundo de los deportistas.

"La homofobia es racismo", escribió Prandelli. "En el fútbol y en el deporte aún existe un tabú sobre la homosexualidad, cuando la gente debería vivir libre de acuerdo a sus propios deseos y sentimientos". Un par de días después, las reacciones públicas sobre sus palabras le llevaron a decir que se sentía "sorprendido": "Cuando hablamos de amor y sentimientos, la gente debería poder amar a quien quisiera".

En lo futbolístico, Prandelli, que jugó con la Juventus los últimos minutos de la trágica final de la Copa de Europa en Heysel y es admirador del Barcelona y de la selección española, decidió cambiar la forma de entender el calcio: posesión de pelota, toque y protagonismo.

Un fútbol dinámico armado en torno a Andrea Pirlo, para el que recuperó a Antonio Cassano y prescindió de un delantero centro de área como Giampaolo Pazzini o Alessandro Matri. En los diez partidos oficiales, ocho victorias, dos empates y sólo dos goles en contra.

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