puesto de socorro

El indeseable Muñiz

HAY árbitros buenos, árbitros malos y árbitros indeseables. Más allá de sus aciertos o errores en jugadas puntuales, los primeros saben leer los partidos y aplican el reglamento con adecuada flexibilidad, los segundos no lo hacen porque no saben, son incapaces; los indeseables no lo hacen porque no les da la gana, porque prefieren favorecer al grande y perjudicar al débil. En el último grupo hay trencillas chulos, prepotentes y con una alta dosis de sinvergonzonería. Clos Gómez y Muñiz Fernández son sus máximos exponentes. Además, son temerarios, rencorosos y vengativos, como la tomen con un equipo éste se puede dar por perdido cada vez que les pita, más aún si el rival es un plantel de alta alcurnia.

Muñiz protagonizó la pasada campaña un arbitraje canallesco en el Granada-Barcelona que se jugó en Los Cármenes, luego se le volvió a ver el plumero en el Bernabéu ante el Madrid, el domingo rizó el rizo firmando una actuación esperpéntica. Si éste fuera un país serio, con una Federación seria, este individuo, que empieza un tiempo con el portero en el túnel de vestuarios, habría dejado de tocar el pito hace mucho. Pero además de no serlo, es que a esos organismos les interesa tener en su colectivo de supuestos impartidores de justicia a elementos así: pelotas con el superior y déspotas con el inferior.

Sin valorar la legalidad o no del 0-2, cómo puede pitar penalti de Diakhaté, y si ve algo que no ha visto nadie lo debe expulsar según lo que puso en el acta, cómo puede seguir Gurpegui en el campo tras la entrada a Benítez, cómo puede medir de forma tan distinta las acciones y las tarjetas de uno y otro equipo. La única explicación la encuentro en la premeditación y la alevosía. Más aún tratándose de Muñiz.

Ojo, actuación perjudicial concreta en un partido específico, que nadie busque justificaciones en los árbitros a la mala racha ni a la clasificación del equipo, que si ponemos en marcha la balanza, al Granada caso le habían dado más que quitado. Hasta que llegó el ínclito Muñiz.

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