Granada cf | ud puertollano · el otro partido

Todo lo que marcha mal, aún puede ir peor

  • Los rojiblancos ven perder por primera vez a su equipo

Los supersticiosos ya tienen la mejor de las explicaciones a lo ocurrido ayer en Los Cármenes: era día 13. Y es que no fue la fortuna la que ha acompañado al deporte granadino durante el fin de semana, sobre todo en baloncesto y ayer en el estadio zaidinero.

Pero supersticiones aparte, ayer debía ser un día alegre, con jolgorio y festín rojiblanco. Nada más lejos de la realidad. Los granadinos se toparon ante un gran rival, uno de los mejores que han pasado por Los Cármenes: bien asentado, con una defensa seria y correoso. No es de extrañar que los industriales lleven cinco partidos sin encajar goles. Así, por primera vez en la temporada, un equipo salió ovacionado del coliseo del Zaidín, aunque eso sí, de los 7.150 aficionados que estaban al principio, solo una cuarta parte (sin contar a los aficionados visitantes) se quedó a reconocer el buen trabajo del Puertollano. La afición granadina es sabia en muchas ocasiones y ayer lo demostró con creces. Porque la afición rojiblanca también sabe desesperarse o protestar a todo lo que huela a murciano. Tiene su gracia que siempre sea con árbitros de esa región cuando se cometan grandes errores contra intereses granadinos. Manolo Martínez, el hombre de los números, recordaba como un murciano, Pereñiguez Pérez, fue el árbitro más famoso de aquella eliminatoria Granada-Guadix. Ya saben, aquel penalti de la tanda que dio la vuelta a España porque a Martín Navarrete se le metió entre ceja y ceja que no era gol.

Canal Historia aparte, ayer la indignación vino después de que el colegiado no viera una mano donde minutos después sí la vio. Cosas del fútbol. Y claro, al trencilla le tocó pañolada al canto y la gran pitada de la tarde.

En los banquillos también hubo tensión. Manolo Hierro necesitaba una haza de tomates de unas cuantas hectáreas como área ténica. Además, el malagueño, afónico en la sala de prensa, tuvo sus más y sus menos con el delegado rojiblanco por lo que el entiende como una falta de deportividad: no echar el balón fuera cuando uno de sus jugadores está tirado en el suelo. En Granada hace tiempo que nos caímos del nido.

También llamó la atención cómo Hierro mandó a calentar a medio banquillo nada más comenzar el partido. Los suplentes deben reconocer que con este entrenador, no hay tiempo ni para pipas ni para aburrirse.

Y cuando el resultado pintaba mal (0-1), los rojiblancos aún creían en las opciones de su equipo. Entonces llegó el segundo gol del Puertollano. Y fue entonces cuando quedó demostrado que todo lo que va mal, aún puede ir peor. No es mentira. Como diría mi compañero Alejandro Morales: "Nuestro gozo...".

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